Tras el éxito del primer Sputnik, el presidente de los Estados Unidos, Dwight. D. Eisenhower, reaccionó, frente a la histeria de los medios de comunicación y de muchos políticos, de modo racional, por lo que fue señalado como tibio. Pero Eisenhower puso en marcha la creación de la NASA y su condición de agencia civil, lo que a la larga fue una decisión sabia. Pese al carácter civil de la NASA, Eisenhower ordenó que los primeros astronautas («los siete de Mercury») fuesen pilotos de pruebas militares.