Altura de miras

En medio de la “negociación de los Porsupuestos Generales del Estado” –no es un error del editor- y de los rebrotes de la pandemia, nos hemos desayunado con abundantes titulares de prensa relacionados con las negociaciones entre  Caixabank y Bankia. Una magnífica noticia esperada desde hace tiempo y que no fructificó en anteriores intentonas, pero que ahora, ante el turbio panorama económico anunciado, se activa y parece que llegará felizmente a buen término. El mundo de las finanzas se mueve por el imperio de los dividendos y, ante el riego inminente, ha permitido que Madrid y Barcelona se unan ajenos a las discusiones políticas. Una buena noticia –creo yo-.

El pasado jueves, día 3 de septiembre, ambas entidades comunicaron a la Comisión Nacional del Mercado de Valores, presidida por Sebastián Abella Amigo, el inicio de sus negociaciones. Lo hicieron por separado, así es que las especulaciones dan paso a las certezas. No hay plazos, ni tampoco un calendario concreto, pero el camino iniciado es irreversible. Alcanzada la alianza y posterior fusión, el nuevo banco se convertirá en el más potente de España, protagonizando la iniciativa financiera más ambiciosa de las últimas décadas.

Los datos resultantes de este matrimonio son espectaculares: más de 600.000 millones de activos; 22 millones de clientes; alrededor de 6600 oficinas bancarias; más de 55000 trabajadores y un ámbito de actuación en España y Portugal. Según se ha podido saber el actual presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, se convertirá en el futuro mandatario y, Gonzalo Gortazar Rotaeche, actual presidente de Caixabank, en el nuevo Consejero Delegado. Para evitar controversias y riesgos independentistas, Valencia será la sede central escogida. 

Junto a los lógicos y naturales argumentos de una fusión de esta naturaleza, es decir, fuerza, potencia y efectividad, se unen causas excepcionales, o lo que es lo mismo, la búsqueda de una máxima rentabilidad, hacer frente a los bajos tipos de interés consecuencia de la bajísima inflación y el temor a la morosidad que se avecina. En palabras del ilustre profesor y eminente economista, José María Gay de Liébana, se pretende conseguir “músculo financiero”.

El Banco de España, a través de su presidente, Pablo Hernández de Cos, recibe la noticia con júbilo. Mayor aún, si cabe, es la euforia contenida por la hacienda pública española que verá cómo recuperar parte de los 22.000 millones de euros que inyectó en Bankia, durante la crisis de 2012, para su rescate. Una cantidad nada despreciable en momentos de desasosiego económico. La titular del Ministerio de Hacienda, dicharachera y locuaz, María Jesús Montero Cuadrado, ya hace cábalas para disfrutar de tan suculento volumen de dinero. Hay una contrapartida sin embargo, dejará el gobierno de controlar el 62% de las acciones para disfrutar del 14%, lo cual no le resulta especialmente atractivo.

Quién no está contento es el vicepresidente segundo del gobierno de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, que verá esfumarse el delirium tremens de crear un banco a la bolivariana y, por el contrario, se tendrá que tragar una fusión que siempre descalificó desde sus posturas intervencionistas al más puro estilo soviético.

No todo es vida, dulzura y esperanza. Ahora se procederá al diseño de la reorganización, lo cual implica cierre de sucursales bancarias, las prejubilaciones y los despidos pactados. La duplicidad  de servicios es inviable y por ende, deficitaria. Detrás de todo ello están los servicios y empleos indirectos que arrastrará , de forma negativa, el nuevo, pero necesario empeño.

En Europa están contentos, satisfechos y más tranquilos. El BCE (Banco Central Europeo), con su presidenta francesa, Christine Lagarde y, más aún, su viceprersidente, el español, Luis de Guindos, a la cabeza,  aplauden el proceso que tanto ansiaban. No debemos olvidar que el BCE, junto al resto de los bancos centrales de fuera de la eurozona conforma el Sistema Europeo de Bancos Centrales, también por aquellos fueros se celebra la operación. Los veintiséis países de la Unión Europea, diecinueve de la eurozona y siete de fuera de ella, a excepción del Reino Unido que, aunque sigue siendo estado miembro hasta el 31 de diciembre, no se le tiene en cuenta para el futuro, ven con buenos ojos el proceso iniciado. Así pues, las naciones más avanzadas del viejo continente, a través de sus bancos centrales, se sienten impresionados. Por otro lado, también saben que, de momento, una expansión fuera de la Península Ibérica no es una amenaza para sus entidades bancarias nacionales.        

En el solar  hispano financiero, los grandes bancos, BBVA (Banco Bilbao Vizcaya Argentaria) y Banco Santander, de autoridad incontestable hasta ahora, también tienen en su diseño de futuro abrirse a fusiones. Carlos Torres Vila, presidente de BBVA, y Ana Patricia Botín-Sanz, presidenta de la entidad cántabra, junto con su Consejero Delegado, Juan Antonio Álvarez Álvarez, ya miran con ojos tiernos al Banco Sabadell. Son conscientes de que en el difícil y duro mundo de la inversión, crecer y refortalecerse es condición para poder competir en las mejores condiciones.

Signos de globalización, no necesariamente incontenible, que se producen a escala planetaria en tiempo real. No faltan voces críticas, algunas autorizadas y respetadas, que ven con reservas el impulso del fenómeno. Con  fuertes razonamientos económicos, la amenaza de romper con la libre competencia en el libre mercado es cierta. La eliminación de competidores siempre ofrece la desventaja, para el ciudadano y empresas, de no disponer de una amplitud de oferta que merezca su demanda de servicios financieros. Es claro que a menos oferta, el precio sube, a mayor oferta, el precio baja. Así es con el tipo de interés  que se puede llegar a presentar. Es por eso que, los estados deben vigilar, como en otros sectores económicos, estas operaciones que suponen la consolidación de los más fuertes.

Por el momento, las alturas de miras permiten vislumbrar un horizonte de mayor estabilidad bancaria. Ahora toca que la política aplique la verdadera economía social y contenga la galerna que está provocando esta pertinaz y prolongada crisis mundial. Una buena noticia desde luego.

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