Anno horribilis

Anno orribili. José María Nieto Vigil

Cuando finalizó el año 2019, durante los habituales brindis del día de Nochevieja, también durante las comidas de Año Nuevo, esperábamos lo mejor para el 2020. Les confieso que, en mi fuero interno, tenía mis reservas dado el reciente triunfo electoral del PSOE de Pedro Sánchez. No podía ser peor despedida, dado el talante y el talento de nuestro insigne presidente y, menos aún, la configuración del Parlamento, tanto del Congreso de los Diputados como del Senado, tan diverso en sus interpretaciones de la política patria. Demasiados partidos se alineaban con discursos secesionistas, nacionalistas, filocomunistas, independentistas, nacionalistas, regionalistas y, sin lugar a dudas, socialistas de marcada tendencia izquierdista. Frente a ellos, tres partidos que no sumaban lo suficiente para impedir las tropelías que se podían adivinar en el juego parlamentario. De una parte Ciudadanos, un partido huérfano de Albert Rivera a la baja; un Partido Popular desubicado y tratando de asentar el liderazgo de Pablo Casado; finalmente un partido emergente que rompía por la derecha de los populares, Vox. La aritmética no daba para que esta fragmentada oposición fuera barrera de contención al sectarismo sanchista. Malos augurios y peores presagios se vaticinaban.

Un año después, con lo vivido y sufrido, con lo evidenciado y acaecido, aquellos nubarrones que presagiaban tormentas se han quedado en sirimiri, jamás pude llegar a imaginar que un diluvio universal y las siete plagas apocalípticas, anunciadas en la Biblia, sería lo que tendríamos que afrontar. Es imposible haberlo podido adivinar. El balance de los doce meses es infernal, tanto a nivel nacional como a escala mundial. Crisis sanitaria, crisis social y crisis económica expresan la burda descripción del escenario actual.

En España, en enero, se constituyó el Gobierno del todavía existente Reino de España. Pese a las públicas declaraciones de Pedro Sánchez de no pactar con los chavistas de Podemos, configuró un ejecutivo socialcomunista de coalición con éstos. En ningún gobierno de la Europa avanzada hay presente elementos comunistas como los hay en el nuestro. A partir de ahí todo cabía esperar y se fueron sucediendo nombramientos de, verdaderos comisarios políticos, al frente de órganos tan importantes como los de Fiscal General del Estado, en manos de María Dolores Delgado García, que pronto manifestaría las intenciones de los izquierdistas instalados en el palacio de la Moncloa de, sin ningún complejo, iniciar el asalto a la independencia del poder judicial. Todavía hoy, con insistencia impositiva, pretenden adueñarse del Consejo General del Poder Judicial. Se puede decir, sin miedo a faltar a la verdad, que en España ha estallado por los aires la declarada -constitucionalmente-, división de poderes. En Europa se muestran estupefactos ante esta intromisión, tan beligerante y combativa, del poder ejecutivo en los quehaceres de los órganos judiciales y en la presión ejercida sobre ellos. En el 2021 la batalla continuará. Aunque parece que hay una corriente de disconformidad  y descontento entre los jueces y fiscales. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos, pero se puede afirmar que la Justicia ha sido politizada y atacada desde el sectarismo gubernamental.

En ese afán de dejar a España  en una situación que, como dijera el lenguaraz Alfonso Guerra, “No la va a reconocer ni la madre que la parió”, se ha configurado un auténtico Frente Popular a la vieja usanza, como el que se levantó sobre nuestra Segunda República. La anti España se ha convertido en bastión al servicio de Sánchez, eso sí,  a cambio de lucrativas recompensas y soldadas por los apoyos recibidos. Como una apisonadora, se han ido dando salida a todos los proyectos de ley de que han sido capaces de poder tramitar, dada la cuantiosa y costosa colaboración de sus “amigos” mercenarios. Bien por vía de decreto con rango de ley; a través de órdenes ministeriales y disposiciones, de  leyes orgánicas aprobadas en sede parlamentaria, la labor  legislativa ha sido fértil y rápida, por descontado –como no podía ser de otra manera-, sin contar con la opinión de los colectivos afectados. Se han aprobado decenas de “decretazos”, a razón de uno a la semana,  éste es el exuberante triunfo del cambio normativo por  vía impositiva. El presidencialismo narcisista de Pedro Sánchez no tiene límites, y el revanchismo sectario de Pablo Iglesias no tiene parangón. Menudo dueto se creado para júbilo de sus coaligados, jamás se verán en una como esta.  La ambición de uno y otro no tiene freno, sus sueños de cambio se hacen realidad de forma taxativa y estricta e impúdica. No tengo que recordarles los recientes anteproyectos de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia, los Presupuestos Generales del Estado,  o la Ley Orgánica de modificación de la LOE (ley  Celaá) aprobados, a toda prisa, sin consenso ni diálogo social, con un autoritarismo sin precedentes.

En economía las cosas se han desarrollado, ¿Cómo decirlo sin minimizar la realidad? ¿Sin ofender a los millones de españoles afectados por la crisis económica siendo respetuosos?, pues creo que el término más correcto sería horribilis. La objetividad de las cifras es apabullante: la tasa de paro es del 16,26, es decir, 3.722.899 personas están sin poder trabajar; el déficit público es galopante, alcanzando el 14% del PIB; la deuda avanza hacia el 120%. Así, España sufrirá una de las mayores recesiones económicas del mundo en 2020. No hay epítetos que puedan describir la brutalidad de la situación. Miles de españoles están acogidos a ERTEs; otros miles no han percibido prestación alguna o no se les ha reconocido; millones de personas afrontan expedientes de regulación, o están próximos a sufrirlo; miles de empresas han echado el cierre a sus negocios de manera definitiva (a principios de junio eran más de 156.000); los más de 3.200.000 de autónomos que hay en nuestra Patria pelean por subsistir en las peores circunstancias; el rescate de Europa no termina de llegar en forma  de ayudas contra el coronavirus, pues tenemos que afrontar 30 reformas de diverso tipo para mejorar nuestro sistema económico y nuestro modelo social; nuestros pensionistas -más de 8,86 millones-, viven en la incertidumbre y la pérdida de poder adquisitivo; no hay sector ni subsector económico que no se haya visto afectado por el zarpazo de la contundente recesión económica –más depresión que recesión-, que soportamos a duras penas. 

Las consecuencias sociales son durísimas. Las colas del paro y las colas del hambre se multiplican mes a mes. La exclusión social y la pobreza se han instalado en nuestra sociedad sin respetar a niños ni mayores; a jóvenes ni a menos jóvenes; a personas de éxito y a personas normales. El auxilio social que llega de las ONGs y de diversas instituciones, públicas o privadas, de iniciativas ciudadanas o particulares, están paliando, minimizando, la miseria y la necesidad de millones –digo bien- de millones de españoles e inmigrantes que malviven sobreviviendo a duras penas. Más de  12 millones se encuentran en riesgo de pobreza, es decir, alrededor del 25% del total de la población (4,5 millones de hogares). El panorama es desolador.

Y llegó la criminal pandemia, mucho antes de que se declarara el confinamiento por parte de un gobierno cómplice, por su incapacidad de gestión, de la virulencia del contagio social. Los muertos, muchos más de los reconocidos oficialmente, no pudieron ser despedidos por sus seres queridos, tampoco pudieron darles cristiana, o no, sepultura. Los sanitarios, carentes de los medios humanos y técnicos adecuados, se enfrentaron heroicamente a una enfermedad desconocida y asesina. Muchos entregaron su vida al servicio del paciente. Hoy, diez meses después, siguen al pie del cañón, con enorme desgaste emocional y físico, dando la batalla con una ejemplaridad impagable. Me siento orgulloso de su trabajo, su vocación, arrojo y coraje. Son un ejemplo de virtud y honorabilidad. Cada vida salvada de la UCI era una mano ganada a la muerte en una partida desigual. Nunca conoceremos las cifras exactas, ni tan siquiera aproximadas  de los fallecidos, pero la ejemplaridad de nuestro personal sanitario, de los trabajadores de los centros hospitalarios, con independencia de su labor, debe ser recordada en nuestros libros de historia.

Mientras los héroes anónimos, ciudadanos de bien, peleaban en primera línea de batalla, también en la retaguardia, nuestro copioso, cuajado y voluminoso Consejo de Ministros, sin decoro ni vergüenza; sin sonrojo ni ética, se dedicaba a la manipulación informativa, a la ineptitud gestora y a perder el tiempo. Se ha dicho en los corrillos de la calle que nos había tocado vivir la peor situación, el peor momento, con el más insolvente e incompetente gobierno posible. Yo, desde luego, así se lo recordaré a mis alumnos y se lo enseñaré a mis nietos. Hospitales desbordados; Centros de Salud colapsados; hospitales de campaña; hoteles medicalizados; morgues improvisadas en pistas de hielo; residencias de ancianos convertidas en verdaderas ratoneras al servicio del dolor; patrullas del ejército por las calles desinfectando y vigilando el cumplimiento de las restricciones ; prohibiciones de salir a la calle y cierre de colegios, comercios y negocios de hostelería;….. Un sin fin de instantáneas de imposible olvido. Pero…..una vez más, las miserias de un ejecutivo impotente, pero bien retribuido, se dedicaba a las ruedas de prensa propagandistas, falseando la verdad y mintiendo miserablemente con disimulo, la mentira se convertía en certeza. Luis Salvador Illa, ministro de Sanidad hasta entonces desconocido, se convirtió tristemente en el rostro más conocido del gabinete del narcisista Pedro Sánchez, y del infame Pablo Iglesias. El coordinador de Alertas y Emergencias Sanitarias, el epidemiólogo Fernando Simón –cualquiera lo diría dado su  excelente “acierto” en la gestión- , convertido en  el títere de Moncloa, visitándonos cada jornada, con sus folletines informativos redactados en Ferraz.  De apariencia desaliñada, tan expresivo gestualmente, tan discreto y humilde, engatusó a más de uno con su voz quebrada.  Menudo muñeco del ventrílocuo Illa, su credibilidad ha sido la misma que la de un comunista monárquico.

Les seguiría relatando más capítulos de esta crónica de un anno horribilis, necesitaría días, meses, incluso años, para poder redactarlos con meridiana precisión. Ahora, cuando despedimos el 2020, no siento nostalgia alguna de lo vivido, más al contrario, siento el deseo de cambiar de calendario  cuanto antes y brindar, con peor reserva que la que tenía el año pasado, por un 2021 mejor, que no sería difícil, pero ya saben ustedes que en España todo es posible y, con esta tropa que tenemos y los jefes que la dirigen, es fácil conseguir peor balance. En fin, con todo cariño y de corazón, desde Palencia, serena y discreta, les deseo a todos un feliz año, en lo que se pueda o nos dejen. Mucho ánimo y mucha suerte, que la vamos a necesitar.

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