Fernando Sánchez Dragó (1936-2023) fue uno de los más brillantes miembros de la “generación del silencio” (quienes por edad ya no llegaron a combatir en la Guerra Civil: Bueno, nacido en 1924, era de los más viejos; Juan Carlos de Borbón, nacido en 1938, de los más jóvenes). Como es bien sabido, cuando el entierro de Ortega, a comienzos del curso 1955-56, afloran las profundas tensiones de reacomodo ideológico e institucional que se venían larvando en ambientes universitarios desde el desenlace de la Segunda Guerra Mundial: la crisis en 1947 del órgano del SEU, La Hora, Semanario de los estudiantes españoles (“a la minoría siempre +”); la aparición ese año de Alférez (“Quis ut Deus?”) revista tutelada por clérigos católicos… el “Mensaje del Partido Comunista de España a los intelectuales patriotas” de abril de 1954…
En noviembre de 1955 la Dirección General de Seguridad elabora un informe sobre “Grupos activos de comunistas e institucionistas en la Universidad de Madrid”. Se dice que el “grupo comunista” es el más provocador, organizando por el PCE y cuyo capitoste y “cerebro es Enrique Múgica Herzog, de origen hebreo-alemán”; el “grupo institucionista” (por la “liberal” Institución Llibre de Enseñanza heredera del krausismo), bastante menos extendido, floreciente en torno al edificio de Miguel Ángel 8, controlado por los yanquis, en un entorno cada vez más cultivado por el antisoviético y atlantista Congreso por la Libertad de la Cultura.
Los autores de ese informe policial dudan dónde clasificar a un Fernando Sánchez Dragó que acaba de cumplir 19 años, y le dedican por tanto párrafos en ambos grupos:
«Más bien unido a los institucionistas, pero colaborador asiduo de Múgica en las labores del Congreso, es Fernando Sánchez Dragó, antiguo alumno del Pilar, ateo rabioso y blasfemo recalcitrante, aunque con una especie de buena intención subjetiva muy especial. Es un chico muy joven, dieciocho años –a lo sumo–, que tendría un gran placer publicando el clásico libelo subversivo, lleno de poemas más o menos pornográficos. Múgica se encarga de suavizar sus iniciativas, dado su carácter exaltadísimo, tiene abundantes choques con los institucionistas, a cuyo grupo pertenece de hecho.»
«La nota discordante es Fernando Sánchez Dragó, de quien antes se habló, y que se opone a que en «Aldebarán» figure, ni por casualidad, la palabra Dios. Los restantes lo acusan de exaltado y de juvenil, pero no es probable que rompan, porque le tienen mucha simpatía. Colabora con Múgica, a quien Muguerza desprecia.»
Ese mes de diciembre, en su mensaje de Navidad de 1955, el Caudillo alude a los jóvenes con esperanza, y en enero de 1956 glosan en Arriba a la “nueva generación que entra en escena”, pero no pueden evitar que el primero de febrero, el hijo de un ministro, Miguel Sánchez-Mazas Ferlosio y María Luisa Cutanda, su esposa, difundan por las facultades las doscientas copias del “Manifiesto a los universitarios madrileños” que ellos han terminado de redactar y picar en dos clichés, que el día anterior han mandado duplicar a multicopista en una copistería de la Plaza Vázquez de Mella. Diez días después ya están detenidos Sánchez-Mazas, Dionisio Ridruejo, Javier Pradera, Ramón Tamames, Sánchez Dragó… pero también José Gárate Murillo (al que se suelen ignorar determinados relatos sectarios, pues no todos eran “comunistas” o “institucionistas”). En junio de 1956 el PCE, al acercarse el vigésimo aniversario del 18 de julio, propugna la “reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español”.
En junio de 1978 entrevista Fernando Sánchez Dragó a Gustavo Bueno en la entrega número 100 de su programa Encuentros, de Televisión Española, al cumplirse mil días de la muerte de Franco: “La filosofía en España tras la muerte de Franco”. Tres meses antes se había presentado el primer número de la revista El Basilisco (en el XV Congreso de Filósofos Jóvenes, en Burgos), en cuya tercera entrega (julio-agosto de 1978) se publica un artículo de Sánchez Dragó, “Sobre jergas de gremio e iniciación en el gran tronco jacobeo”, avance de Gárgoris y Habidis. Una historia mágica de España, la magna obra que ese mismo año sacó Hiperión en cuatro tomos, todo un acontecimiento editorial entonces.
Fernando Sánchez Dragó invitó a Bueno a participar en cuantos programas, cursos y proyectos fue motor en su fértil e incansable trayectoria, y Fernando colaboró con nosotros cuando se lo pedimos (VII Encuentros de Filosofía, Gijón 2002; 40 Congreso de filósofos jóvenes, Sevilla 2003…).
En 2018 participé en sus vigésimo segundos Encuentros Eleusinos, en Salamanca, donde pude conocer algo desde dentro al interesantísimo grupo de sus constantes seguidores habituales, “hetería soteriológica”, les dije, entre la que sortearon, tras la ceremonia inaugural, dos completos lotes del Elixir Dragó, esa otra genialidad surgida de su numen.
El pasado mes de septiembre, en Córdoba, tuve ocasión de compartir tres días con Fernando y con Emma en la universidad de verano que organizó Posmodernia, y que clausuramos con una mesa redonda sobre la cultura europea, moderada por Rafael Meléndez-Valdés (los tres ya habíamos intervenido, en enero de 2017, en la puesta de largo en Madrid de Posmodernia). Me contaron en detalle y entre risas el susto que habían tenido pocos meses antes, hace ahora un año, durante unas vacaciones mediterráneas, pero la recuperación, el vigor y el ánimo de Fernando no hacían presagiar que su actividad pudiera cercenarse así de repente.
Espero y deseo que su entorno sepa organizar e institucionalizar convenientemente la ingente cantidad de reliquias y relatos producidos por Fernando Sánchez Dragó durante su fecundo hacer, decenas de miles de páginas de artículos y de libros, miles de horas de audios y de vídeos, que es necesario mantener vivos y a disposición de cuantos tengan interés por la España del presente.