Del pueblo a la ciudad

A veces resulta difícil determinar quién y qué influye más en tu actitud y peculiaridad a lo largo de tu vida. Pienso que las personas que forman parte de tu vida moldean tu forma de ser y de actuar. Yo crecí y me eduqué con el “Hombre y la Tierra” y con los valores naturalistas y conservacionistas de Félix. Formo parte de ese conjunto de españoles que disfrutaron y descubrieron la naturaleza con su peculiar y mágica forma de divulgarla.

Nací  en la sierra de la Demanda, en un pueblo burgalés muy escondido, recóndito y de inviernos con muchas nieves; intacto en el tiempo y costumbres tremendamente ancestrales. La falta de trabajo provocó que mucha gente emigráramos del pueblo a la ciudad. De ello, de la salida de nuestros pueblos a las ciudades, de la despoblación de nuestro mundo rural, es una de las cosas de las que os quiero hablar en este primer artículo para Posmodernia, a los que desde aquí quiero agradecer que hayan contactado y quieran contar conmigo para intentar dar respuestas a muchas interrogantes que nos inunda la actualidad que vivimos.

Mi familia fue una de las que tuvo que salir de ese mundo rural a la ciudad, a Guadalajara. Recuerdo como siendo muy niño tuve que dejar, mi casa, mi colegio, mis costumbres, mis amigos, mis vecinos, mi leche de vaca recién ordeñada, mi pan de hogaza calentito hecho en horno de leña, mis calles frías, mis pinares, mi naturaleza, mí nieve y empezar una nueva vida en tierras entonces extrañas. Adaptarse, no es fácil pero tampoco difícil si tienes claro tus objetivos y tu predisposición al trabajo, al anhelo positivo de superación, y a ponerse metas al alcance de nuestras posibilidades. Claro, así ha de ser, pero nunca hay que renegar de nuestras raíces, más bien enaltecerlas y estar orgulloso de haber nacido en tierras de pinares, en una zona rural maravillosa.

Estudié Biología y Magisterio en la Universidad de Alcalá de Henares y he sido miembro fundador de alguna que otra asociación y plataforma en defensa de nuestra naturaleza y en defensa de especies tan significativas como el lobo, del que os hablaré en otro momento. He conocido de una forma muy activa y protagonista lo que se cuece dentro de esos movimientos y la opinión que tienen de la Caza -otra de las cosas de las que quiero hablarles hoy- que no es otra que la de ser criticada, acosada y perseguida. Muchos de estos lobbies y colectivos han conseguido que los cazadores en España se hayan criminalizado y nos hayan trasladado al resto de españoles, un estereotipo del cazador como el de una persona con poca sensibilidad y valores por la conservación y cuidado de la naturaleza, la de un asesino y destructor del medio natural.

Estos lobbies radicales y extremistas intentan criminalizar la caza y aprovechan cualquier lamentable suceso y desgraciados incidentes para incitar al odio, desprestigiar y criminalizar a un colectivo con gran importancia ecológica, económica y de sostenibilidad del mundo natural y rural. Estos últimos días lo han hecho con el video viral de los perros de la rehala, en la montería de Herreruela, en el agarre de un venado, posiblemente hasta  incurriendo en un delito de incitar al odio contra este colectivo cinegético tan vapuleado y hacia un mundo rural rehalero muy desprotegido.

Félix fue cazador y escribió textos, artículos y libros dedicados a la caza: “Los Libros de la Caza Española”, “La Enciclopedia de la Caza”, “El Arte de Cetrería” y defendió su práctica con numerosas películas: “Los Señores del Espacio”, “Alas y Garras”, “El Trampero”. Él habló de las bondades y virtudes de la caza como instrumento de gestión para la conservación y de cómo “los cazadores, con su conocimiento del entorno y control de los individuos, tienen que adjudicarse un papel activo en la gestión de la convivencia del mundo natural”.

Aunque mi educación, mi formación, mi profesión y posteriormente mi pertenencia a esos grupos conservacionistas pareciesen contraponerse con la caza y deberían estar en frente de los cazadores y no al lado de ellos; no es así. El hecho de conocer desde dentro el lado radical del conservacionismo en España y por otro lado el estar abierto a conocer y escuchar la verdadera esencia del cazador que hace una caza ordenada, responsable, legal, hecha con sensatez y prudencia; utilizando la caza como herramienta imprescindible para la gestión reguladora de las poblaciones de fauna; todo ello, me ha permitido tener una visión holística de la caza; pues cuando te quitas las gafas de los intereses anti-caza y de las conveniencias anti-radicales proteccionistas, consigues ver y entender que la caza, realizada con  moderación  es necesaria para el equilibrio de los ecosistemas y totalmente imprescindible para la defensa y recuperación de la fauna silvestre más sensible. Es la herramienta para solucionar los problemas de control poblacional de las especies y para remitir los daños a las actividades del ser humano, a otras especies, a la ganadería y a la agricultura. La caza además de ser la solución para regular las excesivas poblaciones, crea riqueza y fija población en el medio rural, siendo un importantísimo motor dinamizador y de desarrollo en esos pueblos de España tan abandonados. La caza es imprescindible y necesariamente útil para proteger. La caza, así como otras tradiciones, labores y costumbres, forman parte de la historia y de las raíces de España y permiten a muchos pueblos y zonas rurales sobrevivir.

La mayoría de cazadores que he conocido practican una caza ética, sostenible, bien gestionada, equilibrada y regulada. Esa caza, como les comento, produce riqueza y garantiza la supervivencia y conservación del medio natural y además de tener un impacto socio-económico muy importante en las zonas rurales de nuestro país, es fruto indefectible de una “libertad” y un “derecho” a ejercerla a quienes así quieran realizarla libremente. ¿Quiénes somos los demás para prohibírselo? ¿Para acosarles por hacerlo? ¿Para perseguirles, insultarles y amenazarles? ¿Dónde queda su libertad?

Y volviendo al asunto del abandono de nuestro mundo rural español. ¿Saben que casi una cuarta parte de España está amenaza por la desertificación, por los incendios forestales, por la pésima planificación urbanística y por ciertas prácticas agrícolas? Pero esos desiertos no son los únicos que están secando España. Hay otro desierto, el demográfico, que lleva desde los años 50 desafiándonos e hiriendo a miles de pueblos españoles.

El gran éxodo del campo a las ciudades provocó una descompensación territorial de la que no sabemos salir ni solucionar. Ya son 14 las provincias en las que más del 80% de sus municipios no pasan de mil empadronados. El año pasado España perdió 67.374 habitantes, pero la suma de población de todas las capitales de provincia se apuntó un incremento de 14.000 personas: la despoblación sigue cayendo estrepitosamente es en las áreas rurales.

Las causas de esta despoblación y los motivos que llevaron a tantos españoles a emigrar a las ciudades son sobradamente conocidas y tienen que ver con los mayores sueldos que se pagaban en las ciudades, las mayores oportunidades laborales y unos mejores niveles materiales de bienestar.

Nuestros políticos conocían sobradamente esta génesis del problema, estas causas de despoblación y también tenían estudios de las consecuencias y de posibles soluciones. Pero, a pesar de ello,  ni hicieron, ni hacen nada para cuadrar esta asimetría y equilibrio entre sus regiones y promover un reequilibrio territorial; a pesar de que con la llegada de la Constitución del 78 y su descentralización autonómica, nos prometieron comprometerse en la búsqueda de soluciones a los problemas territoriales de España para paliar la atroz despoblación y abandono de nuestro mundo rural…Y no lo hicieron a pesar de disponer de mucho presupuesto, de conocer la gravedad del problema, de tener la suficiente estabilidad política y financiera para poder haber puesto límite a esta despoblación y a estos problemas demográficos.

España es fascinante pero estos desiertos rurales están acabando con su diversidad cultural, con su esencia, con sus tradiciones, con su cultura. La situación es muy grave y los gobiernos autonómicos están más interesados en el crecimiento nacionalista, en discusiones de contenido simbólico de extremar identidades y particularidades territoriales, que en la búsqueda de fórmulas para evitar que España se vacíe por muchos de sus costados. Las comunidades en estos cuarenta últimos años, no han logrado incluir este asunto en sus agendas, no han conseguido actuar de un forma concreta y eficaz con actuaciones para favorecer el turismo rural, la producción agraria competitiva, ni en facilitar el trabajo desde casa on line, con una infraestructura digital de calidad; ni en potenciar la industria agroalimentaria, ni en estimular la posibilidad de soluciones creativas, para convertir esos desiertos españoles en un lugar de oportunidad.

Hacen falta urgentemente políticas de Estado, que de una forma muy concreta y para cada sitio, busquen soluciones particulares a través de ideas novedosas, nacidas en el talento, en el conocimiento, en el emprendimiento, en la creatividad y en la singularidad y en las posibilidades y potencialidades de cada uno de los desiertos rurales que tenemos en España.

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