Reanudo y pongo fin, tal como en mi anterior columna anuncié, a estas reflexiones sobre algunos de los modos y maneras en los que la lectura fue, y sigue siendo, el papel pautado de mi experiencia vital. «Rata literata», me llamaban los compis en el cole, y yo me ponía muy contento. Mientras ellos, durante los recreos, daban patadas a un balón que parecía un obús, yo hablaba con un amigo, también lector, de los últimos libros que habíamos devorado o que nos disponíamos a devorar.