Geoestrategia climática

Geoestrategia climática. Mateo Requesens

Lipovestky en su obra La estetización del mundo, nos advierte sobre la banalización de los contenidos y la dictadura de la imagen que sufre nuestra sociedad postmoderna. Habla del advenimiento del nuevo capitalismo que se implanta a través de “operaciones de naturaleza fundamentalmente estéticas” para satisfacer nuestro hedonismo. 

La más ambiciosa de esas operaciones estéticas es la que se ha montado en torno al cambio climático, la mayor estafa de la historia de la humanidad hasta la fecha. En Escocia hemos tenido reunidos a los timadores del clima, que de nuevo nos amenazan con el apocalipsis si no les hacemos caso y soltamos “la tela” para su gran reinicio verde. Da igual que una y otra vez desde hace 40 años sus vaticinios no se hayan cumplido. Poco importa que desde que en 1988 James Nasen anunciase que al comienzo del siglo XXI Nueva York estaría inundado, los calentologos no hayan dado una en el clavo en sus predicciones catastrofistas. Hemos perdido la cuenta de las veces que los científicos del panel climático de la ONU llevan inundando las Maldivas por el deshielo de los polos. De no haberse equivocado, Greta Thunberg nos soltaría hoy sus diatribas desde una barca y no desde un estrado. Pero la imagen que nos venden, no solo desde los medios de comunicación, es que estamos ante una emergencia climática y debemos poner todos nuestros recursos para salvar al planeta. Si se fijan en la publicidad de cualquier producto comercial, todo tiene que ser ecosostenible y verde, muy verde. Pero sobre todo debemos empezar a vivir de otra manera. Cambiar el coche por la bicicleta, viajar en tren en vez de en avión, intercambiar ropa usada, comer hierba en vez de carne y sobre todo empobrecernos para no sobreexplotar la madre tierra y llegar en un plis plas a las cero emisiones de carbono. Es imprescindible para salvar las ballenas, las foquitas, los perritos, los gatitos, incluso a los mastuerzos humanos. Todo ello mientras los magnates del Foro de Davos, los Soros, los Gates, los Bezos, los Zuckerberg, los Rothschild, los Larry Find, los Rockefeller o los Carlos de Gales de la vida se trasladan de sarao en sarao en sus aviones particulares y aumentan sus cuentas de resultados como nunca lo había hecho el gran capital, todo ello mientras obedecemos sin rechistar a nuestros líderes políticos, que usan 85 coches en sus traslados, comen canapés de caviar veganos en las recepciones, duermen, solos o acompañados, en alojamientos de lujo, llevan una vida de privilegiados para sí y sus familias y cuentan con un retiro siempre dorado, no verde.

Por si lo del apocalipsis no cuela, ahora nos vienen también con la cantinela de que las pérdidas económicas al finalizar el siglo XXI como consecuencia directa del cambio climático ascenderían a 190.000 millones de euros al año. Para compensar esas supuestas perdidas resulta que nos tenemos que gastar unos 150 billones de euros. Negocio redondo oiga. Para lógralo se ha creado la Alianza Financiera de Glasgow para las emisiones netas cero (GFANZ, en inglés) para la que Mark Carney, ex gobernador de los bancos de Canadá e Inglaterra acaba de pedir 100 billones de dólares. «Esta es la cantidad mínima de financiación externa necesaria para el impulso de la energía sostenible durante las próximas tres décadas si se quiere que sea eficaz», ha dicho este habitual del Foro de Davos. ¿Adivinan quienes van a gestionar tal capazada de millones?  y ¿adivinan quienes va a pagar la cuenta? Preparen la cartera. Ya está calculado, la agenda climática nos va a costar a los occidentales una media de 9.000 euros per cápita y año de aquí al 2050. Es decir, que para evitar unas pérdidas del 2 % del PIB debido a los efectos negativos del cambio climático, (y eso suponiendo que sean acertadas las previsiones) nos vamos a gastar en torno al 10 % del PIB. 

En China se frotan las manos. Mientras nuestros políticos sin escrúpulos esquilman a un pueblo europeo adocenado, que acepta el mandato de ser felices y no tener nada a través de la promesa de un consumismo verde, los chinos anuncian que producirán la energía que sea precisa para garantizar su progreso, echando mano del carbón y contaminando lo que haga falta durante los próximos 10 años, hasta que las 150 centrales nucleares que tiene proyectado construir estén operativas. Teniendo en cuanta que Rusia, China e India son los principales emisores de carbono del mundo, el esfuerzo unilateral que se autoimpone Estados Unidos y Europa, aun dando por buenas las predicciones climáticas, no lograría ni de lejos el objetivo de huella de carbono cero, pero a cambio se produciría un notable descenso del nivel de vida de la clase media occidental. Claro que a lo mejor de lo que se trata es de eso, de depauperar nuestras sociedades en beneficio de una oligarquía mundialista. 

Si hay una realidad categórica en las relaciones internacionales actuales es, que mientras en Europa la obtención de ganancias ya no está enfocada al poder nacional, sino a beneficiar a grandes corporaciones y élites políticas, en China el interés económico y político sigue volcado sobre la Nación y sus fines asociados, por mucho que se trate de una sociedad sojuzgada por el PCCh. 

La desgracia que se cierne sobre Europa es autoinfligida, recuérdenlo la próxima vez que se encuentren con una imagen de “ecogilipollez climática” en una campaña publicitaria.   

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