Inteligencia demográfica: fuente de valor para empresas e inversores

Inteligencia demográfica: fuente de valor para empresas e inversores. Alejandro Macarrón

“Las dinámicas demográficas son las fuerzas más poderosas que veremos en nuestras vidas como profesionales de la inversión. Queremos invertir en los valores que más tienen que ganar con ello” (Hilary Natoff, gestora senior de fondos de Fidelity Worldwide Investments)

“La demografía es como la salud. Solo te acuerdas de ella cuando va mal” (el autor, en una entrevista a la agencia de noticias norteamericana AP News)

“Si me dieran ocho horas para talar un árbol, emplearía las seis primeras en afilar el hacha, y las dos últimas en talarlo” (Atribuido a Abraham Lincoln)”


Si en política la información es poder, en el mundo económico y de la inversión, el conocimiento -las implicaciones de la información y los datos digeridos– es fuente de valor económico. En los tiempos que corren, de manera especial, lo es el conocimiento de la demografía relevante, la inteligencia demográfica. España y Europa están experimentando cambios trascendentales en su sustrato humano. Para las empresas y los inversores, entender bien y cuantificar cómo les afectarían tiene mucho valor potencial, tanto para ganar dinero como, en muchos más casos, para evitar perderlo. También en lo suyo -las políticas públicas-, puede ser muy valioso este conocimiento para las Administraciones Públicas.

La demografía de los españoles de nacimiento se conoce muy bien, y su evolución se puede proyectar con bastante fiabilidad esperada a 5 – 20 años vista. Los españoles estamos menguando por muchas más muertes que nacimientos -1,5 millones de merma por esta causa en los últimos 12 años-, y envejecemos como conjunto por haber cada año menos niños y jóvenes. La mortalidad de los españoles vivos evoluciona con pautas muy estables (episodios inesperados como el covid-19 aparte, una gran tragedia humana en números absolutos, pero a la postre sin gran impacto demográfico en términos relativos). Los nacimientos se pueden proyectar con no mucha incertidumbre, partiendo del número de mujeres en edad fértil y la evolución reciente de las tasas de fecundidad. Con algo menos de 1,2 hijos por mujer, cada nueva generación de españoles es 45% más reducida que la anterior. Los españoles emigramos poco al extranjero (y tampoco mucho a otras provincias). Finalmente, un porcentaje muy numeroso y creciente de españoles viven solos (ya uno de cada ocho, 6 – 7 veces en porcentaje de la población española lo que hace medio siglo).

En contraste, la demografía de la población inmigrante -los nacidos en el extranjero y sus descendientes- se conoce con menos precisión en tiempo real, dado el gran número de extranjeros que vienen últimamente, la variación del tamaño de los flujos humanos de un año a otro -tanto de entrada como de salida-, y la gran cantidad de entradas descontroladas / irregulares / que hay, entre otras causas. Pero sí se debe tratar de cuantificar y proyectar con la mayor fiabilidad posible, pues su importancia en la demografía global de España es ya muy considerable y creciente, y no digamos en muchos lugares y segmentos de edad concretos, en los que llega a alcanzar pesos del 30%, el 40% y hasta el 50% o más del total. Entre las personas de 20 a 39 años -una banda de edades vital para la economía, y en la que se tiene a la inmensa mayoría de los pocos niños que nacen-, los inmigrantes eran el 53% del total en la ciudad de Barcelona a 1 de enero de 2023, y llegaban al 50% o más en 6 de los 21 distritos de Madrid.

Desde mediados del siglo XVIII y hasta hace unas pocas décadas, en España -y Europa en general- la evolución demográfica fue globalmente favorable al crecimiento en los negocios y la rentabilidad en las inversiones, al haber cada vez más población, con mucha gente joven, y más gente alfabetizada y con un poder adquisitivo creciente. Ya no lo es, en conjunto, aunque haya claras excepciones. En muchos lugares y segmentos de mercado, por demografía, las perspectivas económicas son muy poco halagüeñas. En 2022, hubo dos o más muertes por nacimiento en 14 provincias españolas. Y sin contar bebés y fallecimientos de inmigrantes, fueron en total 29, con casos extremos como Zamora y Orense con una proporción de casi cinco decesos por cada alumbramiento, y con 1/3 o más de la población con 65 años o más. Pero como la demografía tiene mucha varianza local, por franjas de edad y sexos, por no hablar de la creciente diversidad étnica, a corto y medio plazo seguirá habiendo mercados concretos con un impulso demográfico positivo. Por provincias, mapas como el de variación del número de diputados por provincia en el último medio siglo escaso nos da idea de las zonas más y menos pujanza demográfica relativa de España.

Conocer bien, con números, cómo es y cómo evolucionaría la población de interés para un negocio específico en cada mercado, y en especial, en los segmentos y lugares con perfiles más extremos, negativos o positivos, es una clara fuente de oportunidad económica, bien para ganar dinero, bien para evitar perderlo. También puede servir como argumento negociador objetivo para comprar activos locales más baratos o venderlos más caros en función de la evolución reciente y esperable de la demografía relevante: población total, por grupos de edad y sexo, orígenes nacionales-étnicos, etc. Es asimismo de mucha utilidad para las políticas públicas y un mejor uso de los recursos del contribuyente desde las AAPP.

Los determinantes principales de las tendencias demográficas actuales son la baja natalidad, la inmigración extranjera masiva y el alargamiento de la esperanza de vida. Son también relevantes las migraciones interiores, la baja nupcialidad y la alta divorcialidad. Junto a importantes repercusiones en otros planos, en el terreno económico, estos cambios demográficos generan riesgos y oportunidades -más de los primeros, pero también hay de lo segundos- para las empresas privadas y el sector público. También para los particulares que posean o se planteen adquirir activos cuyo valor está muy afectado por la evolución demográfica, como las viviendas. Las casas en una aldea que se está quedando despoblada tienden a no valer nada. Un buen apartamento en el centro de una ciudad que gana población tiende a revalorizarse. Para casi todos los negocios de consumo o su financiación, no es lo mismo que haya una población con más jóvenes que maduros y muy maduros, que al revés, como en el caso del gasto en alimentos, ropa, automóviles o pagos por compra de vivienda. Es un gasto creciente hasta los 40 – 45 años, y decrece a partir de los 45 – 50.

La profundidad e implicaciones de estos cambios demográficos son poco conocidas por nuestra sociedad y sus estamentos intelectuales, políticos y empresariales, porque la baja natalidad y la inmigración tienen consecuencias graduales, no súbitas, y son temas incómodos. En especial, el segundo. Los datos relativos a inmigración se dan casi siempre al gran público de forma velada en aspectos clave: número total (se omiten a menudo en el recuento los ya nacionalizados, así como sus hijos nacidos y criados en España); cualificación educativa y laboral, tasas de desempleo, nivel adquisitivo y aportación fiscal; tasas de delincuencia…

Entender bien los aspectos diferenciales de la inmigración con respecto a la población española autóctona es clave para los negocios en mercados donde sea significativa. En concreto, cabe reseñar lo siguiente:

La población inmigrante crece, los españoles menguan. Entre mediados de 2015 y de 2024, a España han llegado 3 millones de inmigrantes adicionales netos, casi todos extraeuropeos -más de la mitad de los cuales, hispanoamericanos-, un crecimiento del 50% respecto de los que vivían en España en 2015. A ellos hay que sumar unos 700.000 hijos de extranjeros nacidos aquí en los últimos nueve años, porque los foráneos tienen muchos más bebés que muertes, si bien solo tienen una fecundidad superior a 2,1 hijos por mujer los inmigrantes musulmanes, en más de un 70% marroquíes, y el resto la tiene tan baja como los españoles, o incluso algo inferior. En total, ya hay unos 9 millones de extranjeros nativos en España, y unos dos millones de menores de 25 años son hijos suyos nacidos y criados en nuestro país. En contraste, en ese tiempo, los españoles autóctonos -los nacidos en España que son hijos de españoles- han menguado en 1,7 millones, aproximadamente: 1,4 millones más muertes de personas nacidas en España que nacimientos de mujeres nacidas aquí, y unos 300.000 emigrantes netos. Y además de disminuir en números totales, sobre todo por la caída de la natalidad que empezó en 1977, hay una tremenda merma del número de españoles nativos jóvenes, en la vital banda de edad de 20 a 39 años, con pérdida de más de una tercera parte de los que había hace unos 20 años, llegándose a una disminución a la mitad en provincias como Asturias o Vizcaya.

-Los inmigrantes tienen bastante menos nivel económico, por su menor cualificación media y las dificultades de adaptación -lo que condiciona los empleos que pueden ocupar-, y sus altas tasas de paro. En media, tienen mucho menos poder adquisitivo y aún menos patrimonio que los españoles, y sus patrones medios de consumo e inversión no son iguales a los de los españoles, datos a tener muy en cuenta para entender el potencial de negocio de un mercado concreto en el que abunden. Ceteris paribus, no es lo mismo que un 10% de los habitantes de una determinada ciudad sean inmigrantes -incluyendo a sus hijos-, a que lo sean el 30%.

La población inmigrante es más joven que la española, cosa lógica, porque los inmigrantes llegan en su gran mayoría por debajo de los 50 años, y muchos han tenido hijos en España. La excepción son los europeos occidentales, con diversas comunidades, como la británica, con más porcentaje de población con 65 años o más que los españoles.

En los hogares de inmigrantes viven más personas de media, y suelen vivir de alquiler. En 2023, en los hogares cuyo sustentador principal era un español nativo, vivían de media 2,40 personas. En aquellos en que era una persona nacida en el extranjero, 2,95 personas (23% más). Y el porcentaje de propietarios de la vivienda en que habitan es muchísimo menor entre los inmigrantes que entre los españoles.

La inmigración no es en absoluto homogénea. Los europeos occidentales y norteamericanos (casi 1/6 de los foráneos mayores de 24 años) tienen un nivel económico y perfil profesional medio superior al de los españoles. Esto implica que la divergencia de poder adquisitivo y aportación fiscal entre españoles y el resto de inmigrantes -los únicos cuyo número aumenta desde hace años-, es aún mayor que la que hay en media con el conjunto de los extranjeros. Los hispanos son la mayor minoría extranjera, y tienden a ser mayoritarios. Los africanos -en más de un 70%, marroquíes-, el 17% – 18% de los extranjeros, tienen los mayores niveles de desempleo y los menores de renta promedio, y son en su inmensa mayoría musulmanes. Los chinos tienen menos paro que los españoles, y apenas consumen subsidios contra la pobreza o equivalentes. Hay una gran varianza territorial en cuanto a porcentaje de población inmigrante y sus orígenes. Y por sexos, las mujeres predominan entre los iberoamericanos, mientras que los varones predominan con claridad entre los africanos o los pakistaníes.

Entre los inmigrantes hay muchos más musulmanes que entre los españoles autóctonos / hijos de españoles (entre los que el islam es una religión con muy pocos creyentes, salvo en Ceuta y Melilla). Casi 1/5 de los inmigrantes son musulmanes, y en torno a 1/3 de los bebés de extranjeros nativos tienen padres de religión islámica. En España, los musulmanes de origen extranjero -casi todos, africanos, pakistaníes o bangladesíes- son los únicos inmigrantes con muchos más hijos por mujer que los españoles.

La inmigración tiene su mayor peso demográfico entre los niños, jóvenes y personas de mediana edad. Así, en 2022, la población nacida en el extranjero era, en promedio, el 16,4% de la total de España, pero el 29,4% de los niños que nacieron ese año tenía madre extranjera nativa, y el 36,7%, al menos un progenitor inmigrante (en la inmensa mayoría de los casos, los dos). Hay mucha variación por provincias en esos porcentajes, superándose incluso el 50% en Gerona, con localidades como Salt en las que el porcentaje de bebés de madre inmigrante llega al 74%, siendo hijos de una mujer africana nativa el 50% de los nacidos (datos de 2022). En la ciudad de Madrid, a 1 de enero de 2023, la población nacida en el extranjero era el 26% del total, pero ese porcentaje llegaba al 43% entre la gente de 20 a 39 años, y en seis distritos de la ciudad los inmigrantes alcanzaban o superaban el 50% entre los residentes en esa banda de edad. Ese porcentaje del 43% de nacidos en el extranjero de Madrid en esas edades lo superaban a comienzos de 2013 dieciséis grandes municipios españoles, encabezados por L’Hospitalet de Llobregat, con el 61%.

Los inmigrantes están sustituyendo a la población española en las grandes ciudades, como se aprecia en el siguiente cuadro de las siete ciudades españolas más pobladas en 1996 (una de las cuales, Bilbao, ya no figura entre las siete primeras de España). Es un hecho que se observa con toda claridad en el cuadro siguiente. El porcentaje de población extranjera en grandes ciudades no aumenta solo por la llegada de inmigrantes extranjeros, sino también porque disminuye el número de españoles, porque muchos se van a vivir a otros lugares, y de forma adicional -pero hasta ahora es causa secundaria a estos efectos-, por más muertes que nacimientos.

-Y, muy importante, en los datos oficiales / en medios públicos se suele maquillar a la baja el número real de inmigrantes, al no contar entre ellos a los que ya tienen doble nacionalidad o han adquirido la española renunciando a la suya previa, ni a los hijos de inmigrantes nacidos y criados en España, entre los cuales hay de todo a efectos de integración en la sociedad española: desde prácticamente total, a mucho menos que eso. A 1 de enero de 2023, el 40% de los extracomunitarios de origen residentes en España con 25 años o más tenían ya nacionalidad española. Esa tasa era especialmente alta entre los hispanoamericanos, superándose el umbral del 60% entre los argentinos, bolivianos, cubanos, dominicanos, ecuatorianos y uruguayos. Y de los 10,1 millones de menores de 25 años nacidos en España que vivían en nuestro país a 1 de abril de 2024, en torno a 2 millones eran hijos de madres nacidas fuera de España. En esa fecha según los datos oficiales (provisionales) del INE, vivían en España 6,6 millones de extranjeros (13,5% de la población), un dato correcto en el plano administrativo-legal. Más valioso, a efectos sociológicos y culturales -y económicos-, es saber que había 8,9 millones de personas nacidas en el extranjero (18,3% de la población). Y si se les suman sus hijos menores de 25 nacidos en España y residentes aquí, unos 2 millones, se llega a un dato mucho más real sobre la magnitud de la comunidad inmigrante que los 6,6 millones iniciales: 10,9 millones, el 22,4% de la población total. ¡Son muchos más los casi 11 millones de inmigrantes reales que los solo 6,6 millones aparentes!

 

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Nota final. Si el lector desea profundizar en estos temas, además de los datos primarios en abierto del INE, Eurostat, institutos de estadística de diversas CCAA y otras fuentes de primer nivel, tiene a su disposición informes de mucha enjundia de diversos sub-temas demográficos en CEU Repositorio Institucional: Observatorio Demográfico CEU (Universidad San Pablo-CEU), y puede encontrar datos muy impactantes en @ren_demografico, en X / Twitter. Y si desea conocer en profundidad la demografía actual y previsible de interés específico para decisiones concretas de negocio, inversión o desinversión en España o el extranjero, o para políticas a desarrollar por alguna administración pública, y cuál sería su impacto, quedo a su disposición. Incluso para comprar o vender una vivienda, si actualmente hay un “certificado energético” que nos informa de su eficiencia energética, un dato que puede tener cierta incidencia en su precio, ¿no sería (mucho más) relevante conocer el perfil demográfico del barrio / entorno, por el impacto en su valor futuro? La inteligencia demográfica puede ayudar a tomar decisiones mejores, con más fundamento, en todo lo que se vea afectado de manera significativa por la evolución demográfica.

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