Los rostros de Sánchez Dragó

Los rostros de Sánchez Dragó. Vicente Niño Orti

No a todos los mortales se les concede la fortuna para su muerte. Cuando se habla de los héroes, los clásicos dicen siempre que su muerte es en juventud, en valentía, en épica misión y labor, como modelo de fortuna y gloria. Quizás la muerte de Fernando Sánchez Dragó (1936-2023) no parezca aparente y externamente algo parecido a esa muerte que de los héroes se espera. Un ataque al corazón en una mañana pascual en su soriano retiro de Castilfrío a los 87 años, no pareciera una muerte a lo Aquiles, a lo Sigfrido o lo Ayax.

Lo que a veces en las lecturas superficiales clásicas se yerra es ver la muerte en la vida de los héroes como separada de su vida. Heródoto en su Historia cuenta que cuando Solón abandona Atenas por diez años, se dedicó a viajar por el mundo conocido y recaló en Sardes, donde se entrevistó con Creso, rey de Lidia. Este, considerándose el más afortunado de los hombres, y vanagloriándose de ello a la búsqueda de pleitesía, le consulta al mayor de los siete sabios de Atenas, quién será el más dichoso de los mortales. Solón comienza a darle nombres de héroes ya fallecidos. Aquiles. Ayax. Castor y Pólux. Creso, confundido, le responde si no considera en sus ejemplos la dicha del reino de Lidia, y Solón, sabio entre los sabios, le enseña que no es hasta que uno muere, que puede decirse sólo de cómo vivió, si fue un hombre afortunado.

Dragó sabía eso, y siempre tuvo a gala esa actitud vital de beberse la vida a inmensos tragos. Sabía que la vida es un inmenso don que merece aprovecharse en cada instante y no como este mundo a veces entiende eso, vivir a trompicones como vivir con intensidad, sino vivir como si tu vida fuese una inmensa novela que encarnase profundamente el espíritu heróico de la aventura.

  1. Dragó, hombre de Espíritu

La última conversación que tuve con él -no le he tratado yo más de cuatro o cinco veces en los útimos veinte años-, fue el pasado verano en la Universidad de Verano de esta nuestra Posmodernia de la que era compañero colaborador. Estaba con su joven novia -como la llamaba él-, Emma, y me atreví a preguntarle por su novela «El Camino del Corazón», premio Planeta de 1990, la cual reconozco que siempre ha sido de entre sus obras una de mis favoritas. Ella, pizpireta y especialista en ese libro, decía que era por completo autobiográfico. Dragó no lo desmintió, pero sardónicamente se rió y comentamos algún pasaje. Aquel viaje iniciático por el Asia antes de que fuese colonizado por los hippies consumistas de experiencias tiene un punto álgido. Es el de su experiencia, vía sustancias psicotrópicas como un hispánico Jünger psiconauta, de la realidad de la existencia como espíritu encarnado, habitado por deidades inmensas que son la verdadera realidad que hay tras todo lo que vemos. La vida y la muerte conectadas desde la experiencia espiritual.

A su modo y manera Dragó, tengo para mí, hizo de su vida un viaje espiritual a la búsqueda de la verdadera densidad de lo creado. Una vida por completo religiosa, en el sentido etimológico de religar, de conectar la vida con la trascendencia, volver a unir lo roto entre la existencia y su realidad, y hacerlo desde el don mismo del vitalismo de aprovechar el regalo de la existencia para vivirla conforme a su auténtica naturaleza. Una ruptura que veía encarnada en el crecimiento de la modernidad que dejó atrás la sabiduría perennis de la humanidad que de un modo u otro se había mantenido hasta el medievo, y que lo material, lo económico, lo desarrollista de derechas o de izquierdas había ido arrinconando. Sus “Encuentros Eleusinos”, sus Cursos de Verano de El Escorial “La Gnosis”, hablan de esa intensa ocupación de despertar y hacer crecer el espíritu humano en medio de la decadencia materialista.

  1. Dragó político de España

Desde “Gárgoris y Hábidis”, obra que es de lectura fascinante si se bebe a tragos cortos, como consulta, como una enciclopedia a la que acudir en busca de datos o información de esta nuestra España en su carácter más mágico y trascendente, Dragó mostró una inquieta curiosidad y laboriosidad de la identidad de este terruño Europeo que llamamos España. Fue la obra que le dió a conocer ya como autor heterodoxo. Señalado antifranquista, no rendía pleitesía al comunismo marxista de su tiempo -aunque como jovenzuelo revolucionario hubiera coqueteado con él-. Le preocupaba España. Le dolía España. Le enfadaba España. Le enamoraba España. Allá por el año 2001 le entrevisté para uno de los primeros diarios digitales con los que colaboré, «Minuto Digital». Eran esos años finales del aznarato, y nuestra conversación entonces giró en la incomprensión de cómo aquí no había un movimiento ni partido al modo Le Pen francés, con los datos que se manejaban de migrantes, parados y decepción con los partidos liberales institucionales. Los años le fueron dando la razón y su paternidad espiritual con VOX ha sido evidente. O más que paternidad -que más padres parece tener todo sea dicho-, como decía el otro día un conocido digital mío sería su figura la de ese tío excéntrico que deja intuiciones, consejos y perlas magníficas… en medio de una irrenunciable libertad de espíritu y personal que a veces genera más tropiezos que otra cosa.

Poseía Dragó un espíritu indomable y libre en su crítica y criterio político, que no renunciaba a que, por más ácrata que se considerara, existía una identidad común española y europea -ay, aquella portada en CEDADE que tanto le persiguió en algún momento- de orden cultural, espiritual y compartido y a la que la política tenía que plegarse. Entender la política como mucho más que una gestión económica, es más, casi que como un servicio para que las fuerzas de la plutocracia no se adueñen del espíritu y la vida humana, le marcaron en su forma de entender la vida común, y su autobiografía, contada aquí y allá en “Muertes Paralelas”, “Esos días azules” o “Galgo corredor”, con la figura de José Antonio Primo de Rivera planeando en ella de modo entre presente y ausente, lo confirma.

  1. El Dragó de los libros

Como a muchos de mi generación tanto “Negro sobre Blanco”, como “Todo está en los libros” nos marcó profundamente. Ya tenía Dragó una larga experiencia en programas culturales de radio y televisión desde “Encuentros con las letras” o “Biblioteca Nacional”, y nunca renunció a su labor de agitador cultural, con la comprensión de que el espíritu humano puede despertarse y ha de hacerse crecer, en medio de un mundo materialista, consumista, tecnológico y totalitario que quiere domeñar y casi matar el alma, y que para eso la cultura en su sentido más amplio, y los libros en su forma más concreta, era capaz de hacerlo. Descubrir esa pasión por la palabra escrita como parte del aprendizaje emocional e intelectual y escuchar voces fundamentales de la cultura española fue fascinante para los que semana a semana le veíamos en la televisión. La imagen de un hombre que lo había leído todo, que lo sabía todo, que lo conocía todo -y lo que no, con su inmensa cultura lo suplía por lecturas relacionadas, y aún así lo que ni siquiera conociera, lo suplía con su verbo barroco y ágil y su rostro echado para adelante entre madrileño y pícaro-, con una biblioteca de más de ciento veinte mil títulos, nos cuestionaba a qué estábamos haciendo con nuestra vida…

Dragó fue un hombre libre y como tal dueño de su tiempo. Dotado de la gracia de saber qué quería y cuándo lo quería, y de buscarlo y seguirlo pesase a quien pesase, especialmente a los burgueses biempensantes que jamás le perdonaran no sumarse a los poderes dominantes, vivió y bebió de los libros, tan necesarios para él como el agua, el aire o su porro nocturno, y sobre todo en el afán de hacer de su vida, una vida novelesca.

  1. Dragó polemista

¿Quién no recuerda a Fernando Arrabal, bebido y graciosísimo, hablando del Milenarismo, en el debate que presentaba Dragó sobre el Apocalipsis, en su programa “El mundo por montera”? Uno de los más fascinantes rostros de Sánchez Dragó fue el del polemista opuesto a casi todos los rasgos dominantes de la contemporaneidad moderna y posmoderna, que con garbo, valentía, honor y fortaleza se ponía precisamente el mundo por montera. Realmente simpático un párrafo de su biografía en la wikipedia dice: «antiestatista sedicente y euroescéptico declarado, por lo cual el día de la entrada de España en la Unión Europea (organización que calificó de «engendro leninista»)​ envió un telegrama al Ministerio de Justicia solicitándole «ante la infamia y el delito de alta traición cometido» el estatuto de apátrida. En puridad podía ser considerado un anarquista individualista libertario sui generis (anarquismo de mercado). Opinaba en contra del puritanismo, el desarrollismo,​ el multiculturalismo (al que compara con la caída del Imperio Romano​), el buenismo, el progresismo, las religiones monoteístas, y en particular el protestantismo, la tecnología, ​la ideología de género, la globalización,​ el neoliberalismo,​ la corrección política, la posmodernidad, el krausismo,​ el capitalismo,​ el American way of life, el positivismo,​ la Revolución industrial,​ el materialismo,​ el economicismo y la sociedad de consumo.»​

Contra todo y contra todos, con una sonrisa constante, quienes lo trataron con cercanía dicen sin embargo que era un hombre profundamente conciliador, con amistades en todos los polos del pensamiento, que le encantaba discutir pero no pelear, encantado de dar una imagen rozando la boutade constante que en él solía tener mucho de verdad, y divertidísimo cuando sus ocurrencias eran capaces de escandalizar a diestro y siniestro de este mundo 2030, que tanto despreciaba por esclavo, por pobre de espíritu, por esclavista y por antiheróico.

  1. Dragó libre y vitalista

Fernando Sánchez Dragó ha pertenecido a esa estirpe de hombres que en otros siglos hubiesen sido papas, héroes, soldados, cardenales, herejes, místicos, conquistadores, escándalos y modelos, teólogos, poetas, caballeros. Le reconozco un parentesco con un Junger, un Evola, un D`Anunnzio, un Battiato, un Herman Hess. Un polímata, viajero y escritor, que supo vivir con la pasión del que disfruta de estar vivo, de ser libre, de perseguir su estrella y seguir el propio camino, el de la mano izquierda. Enemigo del mundo moderno, amante del mismo hecho de existir, vitalista de cuanto regala lo creado, con un radar especial para mirar tras lo que hay y saber que lo real, el conocimiento, la sabiduría, siempre está escondido y siempre evidente tras lo que vemos, hombre espiritual, político, identitario, polemista, que quiso abrir su tercer ojo y el de cuantos tomaran contacto con él, y que quiso amarlo todo. Contra todo y contra todos, por que lo quería y lo amaba todo. Descanse en Paz.

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