Palencia existe

Mucho se ha venido hablando y discutiendo sobre la España vaciada durante las últimas décadas. Geográficamente no referimos al interior peninsular, en clara contraposición con la periferia, dando lugar al fenómeno denominado centro-periferia que tiene múltiples y variados matices de consecuencias demográficas, económicas, políticas y sociales. Castilla-La Mancha, Extremadura, Aragón, interior de Andalucía y Comunidad Valenciana y, por descontado, Castilla y León, son las amplísimas zonas de nuestro territorio nacional aquejadas por el fenómeno del abandono y, en consecuencia, generadoras de un desequilibrio territorial que el modelo del estado regional, o de las autonomías, promovido por la Constitución, no ha conseguido equilibrar, siendo esa una de sus principales aspiraciones políticas remarcadas en el texto desde su redacción. 

Palencia es un ejemplo claro de esa situación. Esta provincia castellana, cosida a Valladolid, Burgos, León y Cantabria, no levanta cabeza. Los datos demográficos, tomando como referencia el último censo de población de 2019, son demoledores. Entre 2009 y 2019 la provincia ha perdido 12.326 habitantes y su capital, 4.239. Año a año la caída registrada, por término medio, es de  más de 1.200 palentinos. Una sangría que no se contiene con la aportación de la inmigración, ni la inscripción en el padrón municipal de nuevos residentes.

Según el informe elaborado por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, se revela que, en 2019, 5.519 personas pertenecían al régimen de libre circulación de la Unión Europea, mientras que 3.591 correspondían al régimen general. Marroquíes, rumanos, búlgaros y colombianos son los lugares de procedencia habitual de los inmigrantes. Son los extranjeros con tarjeta de residencia o certificado de registro, es decir, los considerados legales. El dato no permite recuperar un saldo vegetativo negativo, dado que el crecimiento natural es negativo, como lo es el saldo migratorio. Son más los que se marchan que los que llegan. La descapitalización humana es una constante sangría. Palencia, por lo tanto, sigue padeciendo el éxodo de población hacia otros territorios nacionales e internacionales. Hay más castellanos fuera de Castilla, lejos de Palencia, que en el lugar de nacimiento.

De los más de 180.000 palentinos que habitan la provincia, aproximadamente la capital alberga a la mitad, a 78.000. Esto la sitúa en el puesto cuarenta y seis del ranking de las cincuenta capitales de provincia españolas. El porcentaje sobre el conjunto del total nacional representa el 0,36% y su densidad de población es de 20,09 habitantes por kilómetro cuadrado. De los 191 municipios en que se divide administrativamente la provincia, veinte núcleos crecen, 171 por tanto no lo hacen y solamente esos veinte municipios tienen más de mil habitantes. Una provincia de la España vaciada, despoblada y en permanente éxodo, sin lugar a dudas.

Junto al descenso demográfico, se puede señalar otros dos problemas importantes: el envejecimiento de la población –alrededor del 25 % de los habitantes tienen más de 65 años- y la dispersión – muchos núcleos no superan los cien habitantes-. El problema aumenta con la caída de la natalidad y la falta de relevo generacional. Las malas lenguas, tan dadas al comentario inoportuno, hablan de Palencia como un enorme geriátrico.

La pirámide de población plantea cuestiones y retos de primerísimo nivel para afrontar un futuro menos negativo, más esperanzador que el oscuro presente. Para empezar, hay que exigir a las administraciones, a partir de los innumerables estudios publicados al respecto,  responsabilidades para incentivar la natalidad y la ayuda familiar. La Junta de Castilla y León, la Diputación provincial y los municipios tienen mucho que decir al respecto.

Las consecuencias de la caída demográfica tienen repercusiones económicas y sociales, por supuesto que políticas. La renta per cápita es de 14.252 euros, frente a los 24.397 de la comunidad de Castilla y León, o los 25.854 de la media nacional, muy lejos de los 34.916 de la Comunidad de Madrid. El desequilibrio territorial y la brecha entre comunidades son claros. El nivel de consumo se retrae a consecuencia del perfil de la población y, en consecuencia, la disminución de recursos es obvia. La demografía manda y el efecto de ella es la menor presencia política y el peor acceso al reparto de fondos públicos se complica. Los criterios de población prevalecen sobre los de extensión geográfica, o los de interés social.

Palencia se ha visto afectada desde hace décadas por una situación muy delicada en relación al desarrollo de sus tradicionales actividades económicas: se cerraron las minas (comarca de Barruelo); las políticas medioambientales imponen el cierre de las térmicas (comarca de Guardo); la ganadería padece, como la agricultura, un fuerte retroceso en su rentabilidad y es objeto de los recortes de la PAC (Política Agraria Común) en el conjunto del territorio, y la proximidad de Valladolid atrae a miles de palentinos a trabajar allí diariamente. Se estima que alrededor de 21.000 palentinos están empadronados en la capital de Castilla y León. 

Pero no solo hay actividades vinculadas al sector primario, en el sector secundario hay una industria de alta y media tecnología, muy vinculada a la industria agroalimentaria. También destacan importantes empresas del sector servicios vinculadas a la educación, sanidad, administración y banca. Palencia no son solo campos de cultivo y tractores roturando tierras.  Hay diversidad y un campo de posibilidades que poder aprovechar para la iniciativa privada.

Los primeros que deben creer en su tierra son los palentinos. Con las nuevas tecnologías, con la facilidad en el transporte y las comunicaciones, con buenos equipamientos y servicios, con un coste de la vida inferior a la media nacional y con centros de formación y capacitación laboral, las fortalezas no pueden pasar desapercibidas, no se pueden desaprovechar. También es cuestión de solidaridad en el consumo de lo propio, en el disfrute de nuestras inmensas posibilidades de turismo de interior, tan rico, variado y potente. El comercio requiere ventas para seguir abierto y por eso es necesario cambiar de mentalidad, hay que dejar el dinero en la provincia y no gastarlo en ciudades vecinas menos necesitadas. La respuesta ciudadana es fundamental a la hora de cambiar hábitos y comportamientos que en nada ayudan.Hemos interpretado de manera mal sana el desarrollo de nuestra provincia. Nos hemos conformado con la inercia de los tiempos y hemos asumido un proyecto, que no es nuestro, un rol que nos condena y un conformismo trágico ante un futuro aparentemente imposible de variar. No es cierto que la cuestión no se pueda revertir. Palencia es una magnífica provincia en la que vivir, formar familia y disfrutar de una vida con más comodidades y confort que la que se puede encontrar en las grandes ciudades. La conjunción de esfuerzos, públicos y privados, deben sumar potencia con las que afrontar un porvenir y un futuro soleado. Claro que se puede. Palencia existe, mimbres hay para evitar su hundimiento y poder construir un camino hacia un horizonte menos incierto.

Top