Puntos de encuentro entre la hermenéutica disidente y la hermenéutica ontológica

Puntos de encuentro entre la hermenéutica disidente y la hermenéutica ontológica. Franco Aregall

Es sabido que Hans-Georg Gadamer, en su libro Verdad y Método, se encarga de trabajar la comprensión de todo lo verdadero que subsiste en la historia, en el arte y en la filosofía, y que el método científico se ve impedido de alcanzar justamente por buscar la verdad metódicamente, es decir, confundiendo verdad con certeza. Su valoración es más que prominente si se tiene en cuenta que entró en debates con las principales figuras de su tiempo que buscaban caminos alternativos al suyo en diversos campos, ya sea Habermas buscando una renovación de la ilustración moderna en el campo ético, Derrida escapando del logocentrismo del texto mediante su deconstrucción en el campo lingüístico o Lacan desentrañando los males de la cultura mediante la técnica psicoanalítica. En aquellos años, en los que Heidegger estaba siendo ensombrecido de a poco por la cultura de la cancelación, quien retomó la iniciativa de rescatar las obras clásicas para que nos hablaran con palabra viva fue su discípulo de Heidelberg. Fue así que Habermas afirmó que Gadamer había urbanizado la provincia heideggeriana, pues hizo comprensible el pensamiento del mago de Friburgo a quienes les resultaba impenetrable en su lenguaje y siempre mantuvo un hilo conductor con éste, salvo en aquellos casos en los que Heidegger forzaba demasiado los textos para encauzarlos a sus propios fines (1). Y si bien es cierto que ambos pensadores poco se ocuparon de lo propiamente político, fue Gadamer quien mediante la interpretación de los textos platónicos y aristotélicos de filosofía práctica se propuso recuperarlos hermenéuticamente y renovar su problemática sobre el terreno de la sociedad moderna y su conciencia (2). Es así que nosotros encontramos ciertos puntos en común con la hermenéutica disidente que le permiten a ésta una continuidad en los planteos en un campo que no fue abordado desde la hermenéutica ontológica: el metapolítico. Para fundamentar lo dicho, detallamos los puntos comunes y posteriormente pasaremos a describirlos:

  • Reivindicación de la tradición ecuménica
  • Pretensión de universalidad en la comprensión
  • Afirmación del ethos de los pueblos como eje vertebrador de la pluralidad ética

El eje sobre el cual se apoya el planteo gadameriano respecto a la comprensión que hacemos de la historia y del arte reside en la autoridad, los prejuicios y la tradición. El prejuicio es entendido como el juicio que nos formamos antes de convalidar algo de forma definitiva, la autoridad es la fuente de los prejuicios (3) y la tradición es la fuente de validez de tales prejuicios. No podemos comprender por fuera de nuestro tiempo histórico que nos constituye más allá de nuestras pretensiones personales: no elegimos nuestra tradición, sino que más bien nos es legada, pero a su vez ésta no permanece estática (lo cual la convertiría en tradicionalismo) sino que en la medida que formamos parte de ella y nos constituye la vamos constituyendo nosotros a ella. A modo de ejemplo podemos decir que la peregrinación al santuario de la Difunta Correa en Vallecito (4) por parte de miles de fieles cuyanos y del resto del país es parte de la tradición en la medida en que año a año los devotos de ésta santa popular concurran a su santuario, y en la medida que lo hagan irán dándole distintos matices que hacen que sea y no sea la misma tradición, es decir, la impronta que recibe con cada aporte de los peregrinos la carga de nuevas connotaciones pero sin modificarla en su esencia.

Respecto a la autoridad, ésta fue rechazada por la ilustración, y su rechazo se consolidó como el prejuicio ilustrado contra todo prejuicio, deformando así su concepto: pasó a entenderse como sinónimo de autoritarismo (5). Para el pensamiento ilustrado autoridad y razón se oponen: el sapere aude kantiano nos alentó a valernos de nuestra propia razón para alcanzar la mayoría de edad y así cualquier prejuicio emanado desde la autoridad, sin distinguir si es positivo o negativo, coartaría dicha idea. Sin embargo, nosotros pensamos que la diferencia entre ambos términos radica en que la autoridad nace del reconocimiento de un saber, mientras que el autoritarismo nace de la imposición de un mandato. El reconocimiento de la autoridad es un acto de la razón, que no puede forzarse, porque surge al notar un saber superior al propio que nos guía en nuestro obrar (6). Los actos políticos son un buen ejemplo de ésto: cuando el pueblo que acude siente que quien le dirige la palabra no dice nada en vista a sus intereses, al poco tiempo se distrae, murmura, abuchea al orador o directamente se retira del acto. Pero si el orador sabe cómo cautivar al pueblo congregado, con una buena retórica pero por sobre todo captando el sentir popular, pues entonces se gana el reconocimiento de éste y al finalizar su discurso la multitud lo aclama. En la centralidad de Occidente éste reconocimiento de virtudes ha ido desapareciendo, y es un reflejo más de sociedades cansadas, ahítas. Sucede que, al ser sociedades donde el respeto es un deber moral, no se reconoce al hombre por lo que tiene de virtuoso sino por el simple hecho de ser hombre. Al suplantar el reconocimiento igualitarista de la dignidad por reconocimiento de las virtudes, se disuelve toda autoridad en su sentido genuino. Volviendo a nuestra ecúmene, podemos encontrar reflejada la autoridad en los caudillos del siglo XIX y XX que fueron parte de las guerras independentistas y de las diversas guerras internas y revueltas que se dieron durante la conformación de los estados nacionales hispanoamericanos. Sarmiento en su Facundo nos da ejemplos claros de porqué Quiroga es una autoridad sin medias tintas. Para ello se sirve de un repertorio de anécdotas que califica de “inagotable”. Una de ellas describe lo sucedido ante el robo de las prendas de una montura, donde las pesquisas (lo que llamaríamos la ratio calculadora) fueron inútiles para descubrir al ladrón, entonces el riojano “hace formar la tropa y que desfile delante de él… antes ha dicho “yo sé quién es”, con una seguridad que nada desmiente… empiezan a desfilar, desfilan muchos, y Quiroga permanece inmóvil… de repente, se abalanza sobre uno, le agarra del brazo y le dice, con voz breve y seca: “¿Dónde está la montura?” – “Allí, señor” – contesta, señalando un bosquecillo -. “Cuatro tiradores” – grita entonces Quiroga” (7). Y en otra anécdota de robo cometido por un gaucho cuatrero, Quiroga lo acusa de mentiroso, lo manda a azotar y pasa a explicar cómo descubrió que mentía: “Vea, patrón; cuando un gaucho, al hablar, esté haciendo marcas con el pie, es señal que está mintiendo” (8). Más allá de ligereza para propinar azotes del caudillo riojano, vemos un profundo saber acerca de los usos y costumbres del gaucho que le daban el reconocimiento por parte de su hueste. A Sarmiento la autoridad de Quiroga le fue imposible de comprender sino como un autoritarismo bárbaro, propio de los nómades orientales y, por tanto, completamente alejado del iluminismo francés que pregonaba. Así vemos que el sanjuanino presenta rasgos ilustrados entremezclados con el nuevo ideario romántico, y esa síntesis superadora de ambas corrientes que Guerrero encuentra en el Facundo (9), al menos en éste aspecto, nos resulta equívoca. Intentaremos explicarnos: de haber pensado Sarmiento en clave romántica la figura de Facundo Quiroga, la hubiera reivindicado por estar ligada al tradicionalismo (10), que es de lo que se jactaría todo romántico, pero no fue así. Más bien hizo de los dos grandes caudillos de su tiempo, Rosas y Quiroga, los adalides del atraso, los difamadores de las luces de la razón. No hay síntesis superadora alguna. Tanto a los ilustrados como a su contracara – los románticos – les es imposible comprender la tradición, los unos la atacan por irracional y los otros la defienden por eso mismo, por su irracionalidad. Y si vamos más a fondo, concluiremos que todo romántico es un ilustrado.

La hermenéutica ontológica plantea su pretensión de universalidad en la comprensión de la palabra que se da en el lenguaje hablado, ya que es el ser el que se nos hace patente en el lenguaje que comprendemos, dicho en palabras de Gadamer: el ser que puede ser comprendido es lenguaje (11). Sabemos desde Platón que previo a toda comprensión hay una pre-comprensión (12), esta pre-comprensión la conforman los prejuicios que nos lega nuestra tradición, sin la cual no habría comprensión alguna porque no se comprende desde la nada como si fuéramos una tábula rasa. Nos dice Gadamer: “ Y si hemos formulado esta hermenéutica universal a partir del concepto del lenguaje, ha sido no sólo por prevenir el falso metodologismo que es responsable de la extrañeza del concepto de objetividad en las ciencias del espíritu: se trataba también de evitar el espiritualismo idealista de una metafísica de la infinitud al modo de Hegel” (13). Los propios investigadores de las ciencias sociales (conformando parte de lo que se llamaba ciencias del espíritu) y de las ciencias naturales ignoran ésto, pretenden un acceso metódico al conocimiento de su objeto de estudio pero desconocen el fuerte papel que juega la tradición dentro del “juego” que significa el rol del investigador. Primeramente se evidencia ésto en la misma profesión de investigador, generalmente hijos de gringos o rusos que llegaron a la América hispana con una mano atrás y otra adelante, pero con una gran voluntad de prosperar en la tierra a la que arribaron. Es así como estos inmigrantes recién llegados trabajaban de sol a sol, o “hasta que las velas no ardan” como se decía, ya que su fuerza de voluntad era mayor a su comprensión del mundo circundante, y eso los llevaba incluso a que muchas veces sus esfuerzos fueran innecesarios y mal aplicados. Como bien decía Alberto Buela (cito de memoria): mientras el gringo azuzaba las vacas para resguardarlas durante una tormenta, el criollo se ponía a hacer alguna labor al reparo de la lluvia, observando la futilidad del trabajo del gringo, pues sabía que éstas solas iban a guarecerse (14). Pues bien, resulta lógico que hoy sea la progenie de aquellos gringos que no lograron hacerse uno con su entorno (la mayoría sí logró integrarse por mor de la hospitalidad americana) la que se dedica primeramente a la investigación científica, ya que ésta es por excelencia la labor que priva al hombre de su ser-en-el mundo, es decir, su ejercicio conlleva una enorme voluntad para encajar la realidad a un acceso estrictamente metódico y cerrarse a todo lo que se muestra tal como es, lo fenoménico. El mundo científico es un mundo que le cabe más a aquel que, al desconocer en demasía su mundo circundante en sus tradiciones y costumbres, le es mucho más sencilla su objetivación y posee la fuerza de voluntad necesaria para llevarla a cabo. Entendiendo por voluntad aquella idea de vencimiento de resistencias para acceder al objeto sin importar lo que quede de verdadero en él una vez que se haya logrado dicho acceso. Aquí resaltamos el primer matiz de la universalidad hermenéutica: quien vive al margen de la tradición de una ecúmene vive enajenado de ella. El segundo punto de interés radica en los temas de investigación que elige el investigador, pues él puede llegar a pensar que son temas de interés subjetivo pero, en el fondo, sean de su interés o no y salvo excepciones, están estrechamente vinculados a las inquietudes que persisten en la comunidad a la cual pertenece: sirva de ejemplo el caso de la conquista del desierto, donde aún hoy sigue siendo un tema en boga con opiniones en pro y en contra de aquel acontecimiento realizado hace casi doscientos años. Pues bien, el investigador, ya sea que tome las acciones cometidas en la campaña como positivas o como negativas (su postura al respecto tiene poca importancia, ya que el método científico, si se lo aplica correctamente, busca la objetividad), está valorando el hecho en sí mismo por lo que tiene de vigente para nuestros días. En otras palabras: ya sea que lo califique de gesta heroica o de genocidio, no hace otra cosa que afirmar la vigencia de temáticas históricas en la actualidad como la repartición de la propiedad, la soberanía territorial, el binarismo civilización-barbarie, etcétera. La tradición lo interpela aún a quien su labor es voluntad pura. Lo que le resulta imposible al investigador es el acceso a la verdad del acontecimiento, ya que su verdad no es develada metódicamente. Con ésto nos aproximamos a la idea gadameriana de historia efectual: la tradición nos constituye en nuestro ser, las posiciones subjetivas que tomemos a ese respecto son al margen y por lo tanto resulta imposible romper con aquello de lo que ya formamos parte.

Desde la hermenéutica disidente podría decirse que aquello que pretende universalidad es en cada ecúmene en lo que se expresa el ser de manera más genuina. (15) Nosotros además agregamos que sus expresiones más genuinas sólo podrían comprenderse más acabadamente (16) por quienes integran esa ecúmene y apenas comprenderse por quienes no la integran, pero aún así pueden captar algo en su ser, y éste es el motivo por el cual tales expresiones pueden universalizarse. A mayor grado de comprensión hay un mayor acercamiento a la verdad. Vemos en nuestra patria cómo el movimiento peronista siempre ha pretendido un alcance universal de su doctrina (17), pero sucede que incluso entre los países que integran hispanoamérica, por la colonización cultural a la que fuimos y somos sometidos, se interpreta su fenómeno político ya como fascismo, ya como comunismo, porque es el andamiaje categorial implantado con el que se cuenta para abordarlo, por tanto el peronismo carece de vigencia fuera de nuestro país, pues aún no ha podido ser comprendido. En el caso del tango pareciera darse lo inverso, pues sin pretender darse alcance universal lo ha conseguido en buena manera, pues no ha sido víctima de difamación de los centros de poder productores de sentido. Y si bien lo más probable es que fuera de nuestra ecúmene nadie llegue a comprender en su verdad un fenómeno tan singular como el tango, sí que captan algo de su ser: es más que claro lo alejado que están los japoneses de comprender su origen infame, orillero, de lupanar en palabras de Lugones, pues su ecúmene, al no vivirlo como tradición, sólo les permite comprenderlo en un lenguaje que hace del tango un baile de salón melancólico completamente alejado del alegre canyengue que se bailaba en las casas de mala vida rioplatenses, pero les es posible sentir y apreciar algo de él en su música y en su baile, es decir, en su manifestación fenoménica. Es que resulta realmente difícil que a la hora de universalizarse una cultura pueda transmitirse de ésta algo más que su “espuma”, pues de su esencia sólo participan quienes la viven en su tradición, formándola y formándose en ella. Y quizá, aún para nosotros mismos, el lugar del tango en la tradición viva haya perdido su vigencia, pues resulta claro que dejó de ser un baile popular (aunque en sus comienzos tampoco lo haya sido) y hoy sólo se baila en milongas y algunas plazas públicas. En esto último se manifiesta el desfase entre quien vive una tradición y quien sólo la percibe desde fuera, pues estos últimos parecen llegar tardíamente en su universalización. Esperemos que, de universalizarse alguna vez el peronismo, sea éste algo más que la socialdemocracia maquillada que padecemos hoy.

En lo que respecta a la cuestión ética, Gadamer afirma, en una entrevista con Ricardo Maliandi, que la ética puede brindar una aclaración teórica de un ethos vigente, y no mucho más: “el ético filosófico no puede elevar a ethos lo que no es ethos, pero sí puede defender lo que en el ethos es viviente, en su validez, contra la deformación calculadora de los sabihondos… No puede haber una fundamentación de la ética que no presuponga ya la validez en el ethos. Sólo podemos aclarar qué significa realmente esa validez en el ethos”18. En este aspecto coincide con la postura de Heidegger, quien en la Carta sobre el humanismo afirma que no le es posible al filósofo el desarrollo de ética alguna, y disiente con Habermas y su ilusión en la fuerza de la reflexión como modificadora de la conducta humana en pos de la emancipación. Si Mario Bunge hubiera comprendido ésta postura se hubiera ahorrado varios dislates sobre la hermenéutica filosófica, entre ellos los que se encuentran en su Diccionario de filosofía19, pero esto ya es harina de otro costal. De ésta manera, desde la hermenéutica ontológica se echa por tierra toda pretensión ilustrada de conformación de una ética universal y aquel sueño de una noche de verano de ciertos intelectuales de promover un obrar reflexivo basado en dicha ética. Siguiendo con otros pasajes de la entrevista nos dice el filósofo de Heidelberg, a modo de crítica a Nicolai Hartmann: “que el verdadero ethos sea el ethos universal no lo puedo aceptar. Es algo que se ve en todas partes las grandes culturas: el relativismo del ethos, el pluralismo del ethos pertenece a la esencia del hombre tanto como el pluralismo de lenguas”, continúa más adelante reprochando al pensador letón que desarrolló una construcción teórica basada en el ethos del liberalismo y que, a contrapelo de ésto, esas grandes culturas podrían afirmar “sin embargo, no quisiéramos que todo el mundo cobre el aspecto de Nueva York, como una cordillera de casas”. En ésta entrevista se manifiesta la cercanía con la hermenéutica disidente, respecto a este punto (la preferencia de sí mismo y la reacción contra el igualitarismo) dice Buela que “cuando uno se prefiere a sí mismo lo hace formando parte de una ecúmene cultural, de tal o cual identidad, de una tradición y un ethos nacional y no aisladamente como, falsamente, se puede suponer” (20). Lo que no nos deja en claro aquí Gadamer es hasta dónde podemos admitir ese pluralismo de lenguas del que habla, porque al no trabajar la idea de mayoría podría parecer que toda pluralidad es admisible por el simple hecho de ser una pluralidad más, y justamente de ésto se sostiene su discípulo Gianni Vattimo cuando introduce el concepto de “dialecto”. Un solo frente sin resguardar y el posmodernismo débil se nos viene encima con su apoteosis de la infinidad dialectal. Pero sería injusto reprocharle a Gadamer no haber aclarado este punto aquí, ya que se trata de una entrevista y no de un libro de su autoría. Además, todo su desarrollo precedente en torno a la tradición debiera sernos suficiente para evitar que, por dar un caso, algunos auto percibidos mapuches financiados por el lobbismo indigenista hicieran del mapudungún un mascarón de proa para hacerse reconocer como una nación legítima soberana de parte del territorio patagónico, a expensas de una mayoría diezmada por la pobreza, el desempleo, el entretenimiento banal, el bombardeo mediático desinformante y un ethos allanado por la técnica moderna que reduce su existencia a un mero engranaje de la maquinaria productivista. Sólo resta agregar, a modo de resumen, una atinada respuesta dada por Martin Heidegger durante una entrevista (¿será que las expresiones más jugadas de los filósofos dan luz en las entrevistas?) concedida al diario der Spiegel: “Si no estoy mal orientado, sé, por la experiencia e historia humanas, que todo lo esencial y grande sólo ha podido surgir cuando el hombre tenía una patria y estaba arraigado en una tradición”. (21)

 

Bibliografía

  • –  Buela, Alberto (2022). Epítome de metapolítica. Buenos Aires, CEES Editorial del Pensamiento Nacional.(2016). Teoría del Disenso, Barcelona, Ediciones Fides.
  • –  Fernández, Graciela y Maliandi, Ricardo (2009). Valores blasfemos. Diálogos conHeidegger y Gadamer, Buenos Aires, Las Cuarenta.
  • –  Gadamer, H-G. (1999). El inicio de la filosofía occidental, Barcelona, EdicionesPaidós.(1999). Verdad y método, Salamanca, Ediciones Sígueme.
  • –  Guerrero, Luis Juan (1981). Tres temas de filosofía en las entrañas del Facundo,Buenos Aires, Docencia.
  • –  Heidegger, Martin (1996). Entrevista del Spiegel, Madrid, Tecnos.
  • –  Perón, Juan Domingo (2011). Conducción política, Buenos Aires, Biblioteca delCongreso de la Nación.
  • –  Riedel, M. (1976). Metafísica y metapolítica, Buenos Aires, Editorial Alfa.
  • –  Sarmiento, Domingo Faustino (2018). Facundo, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación.

1 Es el caso de la interpretación heideggeriana de la filosofía presocrática, en la cual siempre buscó un pensamiento premetafísico: “… para poder afirmar que los primeros filósofos de la época clásica de Grecia se encontraban más allá de la metafísica y que el gran drama del pensamiento occidental, la caída en el abismo de la metafísica, no se había producido en absoluto en la filosofía presocrática. Luego, Heidegger vio que Occidente, en aquella época, había entrado ya por ese camino…” Gadamer, Hans-Georg (1999). El inicio de la filosofía occidental, Barcelona, Ediciones Paidós, p. 64.

2 Riedel, Manfred (1976). Metafísica y metapolítica, Buenos Aires, Editorial Alfa, p. 95. Como menciona el título del trabajo, nos limitaremos a los puntos de encuentro entre ambas hermenéuticas y no nos permitirá la extensión abordar sus diferencias, como es el caso respecto a la metafísica.
3 De ser prejuicios positivos, la autoridad es fuente de verdad.

4 Pueblo ubicado al este de la provincia de San Juan, Argentina.

5 Gadamer, Hans-Georg (1999). Verdad y método, Salamanca, Ediciones Sígueme, p. 347.

6 Ídem..
7 Sarmiento, Domingo Faustino (2018). Facundo, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, p. 114.

8 Ídem.

9 Guerrero, Luis Juan (1981). Tres temas de filosofía en las entrañas del Facundo, Buenos Aires, Docencia. 10 El romántico es un defensor de la tradición por la tradición misma y no por lo que hay de vivo en ella, es

decir, es un tradicionalista.
11 La otra traducción sería “el ser, que puede ser comprendido, es lenguaje”. Pero ésta última resulta incorrecta, ya que como bien dijo Ramón Rodríguez la comprensión del ser nunca es cabal, por lo tanto la oración en castellano no lleva comas.
12 Teoría de la reminiscencia.
13 Gadamer, Hans-Georg (1999). Verdad y método, Salamanca, Ediciones Sígueme, p. 569.

14 Seminario de Metapolítica disponible en YouTube.

15 Buela, Alberto (2022). Epítome de metapolítica. Buenos Aires, CEES Editorial del Pensamiento Nacional, p. 133.
16 Nunca hay una comprensión acabada, en ésto consiste el círculo hermenéutico. Recordemos: el ser que puede ser comprendido es lenguaje.

17 En el Prólogo I de Conducción política Ana María Aimetta de Colotti dice que la política justicialista “se realiza con una concepción nacional y con una actitud abierta al continentalismo y al universalismo”. Juan Domingo Perón dirá en su quinta clase, respecto a la universalidad y a la comprensión de lo político que “Es necesario que el hombre tenga el concepto de la universalidad de la acción política. Esta no se puede dividir: la política forma un campo indivisible e integral… Vale decir, que la política no se aprende por especialidades y por compartimentos: la política se comprende. Es así como hay hombres que han hecho política toda su vida y nunca la comprendieron; así como hay hombres que quizá jamás hicieron política, pero cuando actuaron, lo hicieron bien, porque la habían comprendido.” Perón, Juan Domingo (2011). Conducción política, Buenos Aires, Biblioteca del Congreso de la Nación, p. 173.

18 Fernández, Graciela y Maliandi, Ricardo (2009). Valores blasfemos. Diálogos con Heidegger y Gadamer, Buenos Aires, Las Cuarenta, p. 106.
19 En el artículo sobre la hermenéutica filosófica Bunge dice: “… la hermenéutica filosófica se opone al estudio científico de la sociedad. En particular, desprecia la estadística social y los modelos matemáticos. Dado que considera lo social como si fuera espiritual, la hermenéutica desprecia los factores ambientales, los biológicos y los económicos, al mismo tiempo que rechaza abordar los hechos macrosociales, como la pobreza y la guerra. De este modo, la hermenéutica constituye un obstáculo a la investigación de las verdades acerca de la sociedad y, por tanto, de los fundamentos de las políticas sociales.”

20 Buela, Alberto (2016). Teoría del Disenso, Barcelona, Ediciones Fides, p. 68. 21 Heidegger, Martin (1996). Entrevista del Spiegel, Madrid, Tecnos.

 

 

 

 

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