Permítanme que me presente, aunque sea brevemente, ya que lo considero necesario para defender el contenido del artículo. El 27 de marzo de 2014 –hace ya tiempo-, fundé Vox en Palencia y participé, en Madrid, en la Asamblea Constituyente de la organización. En las pasadas elecciones generales de abril de 2019, encabecé la lista al Senado por esta provincia. Actualmente soy afiliado de base y votante activo.
Les puedo asegurar que no he desfallecido en el empeño de defender las propuestas políticas promovidas por la organización. El coste profesional, social, económico y el trabajo desarrollado han sido verdaderamente extenuantes. Afirmo categóricamente que, sin ninguna exageración, el precio que he pagado por posicionarme de forma tan decidida frente al Partido Popular ha sido muy alto. En todos los niveles y esferas personales las repercusiones han sido muy negativas. No tendré que recordar que Pablo Casado –del que he siso profesor y amigo- es natural de Palencia, y que en una provincia pequeña las cosas no se olvidan, se atesoran y se cobran, con intereses, de cualquier manera. Me he jugado TODO en mi empeño, convencido de la necesidad de un cambio en la forma de hacer en la política española. Por descontado, no he tenido beneficio económico ninguno, más al contrario, he gastado recursos personales de manera constante. Tiempo, trabajo, relaciones personales, dinero, contactos profesionales y, sobre todo, mucha, muchísima ilusión he invertido en ello. No me arrepiento, tengo principios y valores en los que creo, que defenderé hasta que el cuerpo aguante. Me duele España y, como no, vivo con profunda amargura la tragedia en la que nos encontramos; el drama que sufren millones de personas sin trabajo, sin recursos; el hundimiento del presente y la ruina de nuestro futuro como Patria; el ataque brutal por parte de la izquierda radical, y los complejos de la oposición, tan dada al escapismo y la huida; me entristece la abulia, la indolencia y la apatía generalizada ante la catástrofe que estamos sufriendo; me preocupan nuestros jóvenes –nuestros hijos y sus familias- y nuestros mayores, que han sido maltratados y abandonados en momentos tan brutales. No hay nada que me resulte indiferente. Me duele España y sufro por nuestros compatriotas.
Llegado a este punto surge la pregunta que daba título al artículo ¿Qué sentido tiene votar a Vox? Voy a ser muy claro y directo. Soy un veterano al que creo que merece la pena escuchar y leer. No pretendo sentar cátedra, tampoco aspiro a crear dogmas. Todo lo contrario, planteo una reflexión íntima, personal, con la mano derecha en el corazón y con argumentos muy meditados.
Vox no es una nueva versión del Partido Popular, ni en el fondo, ni en la forma. No es una refundación de Alianza Popular, ni la recuperación de aquella organización que presidiera José María Aznar. Que nadie se equivoque con respecto a esto. Vox no surgió para este menester. Su nacimiento vino motivado por la orfandad de millones de españoles que no se sentían representados por los partidos que existían en el panorama nacional. No es ninguna versión de nada, ni de nadie. Es un partido original con postulados originales, valientes y decididos en lo social, económico y político.
Desde el primer momento de su fundación, las hostilidades que se dirigieron contra la organización fueron muy virulentas, desde la izquierda al centro, pasando por el Partido Popular. Se nos impuso el apagón informativo en los medios de comunicación afines a los azules, sostenidos por la publicidad institucional que aquellos pagaban. Desde la derecha timorata, se impulsó un cordón sanitario entorno a las personas que, de manera altruista, en cada provincia defendíamos al nuevo partido surgido. De esto les puedo hablar largo y tendido, pues he sufrido en carne propia el veto y la exclusión, pese al trabajo que siempre desarrollé en prensa.
Vox no surgió para regalar sus apoyos al Partido Popular, incapaz de dar respuesta a los miles de votantes a los que abandonó. Mucho menos nació para impulsar las coaliciones de Pp y Ciudadanos, máxime cuando, tanto unos como otros, siempre han proferido gravísimas descalificaciones, incluso insultos, contra las propuestas e iniciativas que se pudieran hacer. Para este viaje no fue creado –al menos así lo pienso yo-. Trabajar duro, muy duro, para alcanzar los resultados electorales cosechados no puede desvanecerse por el sumidero del lavabo sin más. Es estúpido y estéril. Para eso, no nos presentamos a las elecciones, dejamos libre el campo a los de siempre y, desde la maldita aritmética parlamentaria, o la tan controvertida ley electoral (Ley d´hont), les garantizamos mejores dividendos y réditos en las urnas. Esto es lo que vulgarmente se llama voto “útil”. Es decir, no apoyo que se nos excluya de los gobiernos autonómicos, municipales o locales que se configuren con nuestros votos. Si se necesita de nuestro apoyo para garantizarles su llegada al poder, debemos estar dentro. ¿Qué es eso de auparles en su conquista y luego reírse de nosotros descalificándonos? De eso nada. Debemos participar dentro, que es una tarea de control mucho más eficaz que desde fuera. Esto sí da un verdadero sentido al voto depositado a favor de Vox, éste si es un voto verdaderamente útil.
Hay un dicho muy castellano que se puede utilizar para ilustrar lo que yo defiendo: “Arar pa ná es de tontos”. Sencillamente, tanto faenar para no tener cosecha es absurdo. Ya pasó el tiempo del apoyo regalado, para que después te escupan a la cara, te insulten y te desprecien. No señores. Vox es un partido que nace con la vocación de gobierno, de poner en práctica medidas y políticas activas, no para sostener los palos del sombrajo de nadie, hacerle guiños y carantoñas a los de siempre, o ser vilipendiados en declaraciones en prensa contra nuestros dirigentes y sus votantes. Yo, por lo menos, no lo voy a aguantar, no estoy por esta labor.
La experiencia vivida es fuente de un conocimiento incontestable –créanme-. Están muy bien los discursos desde la tribuna del Congreso; son fantásticas las intervenciones en prensa; mejor aún los mítines multitudinarios repletos de españoles sedientos de esperanza e ilusión. Pero la estrategia debe ser otra, ya no nos podemos ausentar voluntariamente de la presencia activa en los gobiernos que se puedan crear con nuestro apoyo. No se trata de intercambiar cromos, lo que se debe pretender es actuar de manera más eficaz desde dentro, con responsabilidades importantes. No hacerlo es estar condenados a estar vociferando desde la puerta, sin más resultado que tener un titular o una “victoria moral”. Los votantes de Vox piden más, no quieren que su voto sea entregado para que gobierne aquel al que se le negó como opción. Para eso se lo doy directamente, y sin intermediarios, se evitan desaires, tomaduras de pelo, menosprecios y patadas en el trasero. Dignidad y coherencia. No pido tanto.