Referéndum en el colegio de abogados de Granada

Referéndum en el colegio de abogados de Granada

Colectivo La Marea

El pasado 19 de abril, con todas las formalidades requeridas, tuvo lugar el referéndum convocado por la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Granada, a iniciativo del Grupo de Abogados de Violencia de Género, sobre el posible cambio de nombre de esta institución, con propuesta de sustituirlo por el de “Colegio de la Abogacía de Granada”. El resultado de la consulta fue de 138 votos a favor del cambio de nombre y 564 en contra. Durante las semanas anteriores a la votación hubo un debate amplio, extendido a los ámbitos social y cultural (y naturalmente, el político). El desenlace de la votación, aparte de lo abultado de los refrendos contrarios al cambio de nombre, supone una excepción en este tipo de iniciativas, las cuales se han impuesto por abrumadora mayoría en colegios profesionales de otras provincias; en Madrid, por ejemplo, el cambio de nombre triunfó con más de 2500 votos a favor y menos de 20 en contra.

Naturalmente, la palabra “abogacía” no habría supuesto ninguna ventaja clarificadora ni aportado precisión conceptual a la anterior designación, pero habría servido para algo fundamental al propósito de quienes defendían el cambio de nombre: eliminar el término “abogados” por cuanto “las abogadas no se sienten representadas en la actual denominación”. Introducir la propuesta “abogacía” en lugar del mucho más ideologizado “abogados y abogadas” ha sido una especie de fórmula consensual, para no tensar un debate que ya de por sí suele presentarse polarizado. En otras provincias, como antes se señalaba, ha tenido éxito la propuesta, pero los abogados de Granada y los partidos judiciales de la provincia han preferido mantener el prestigio histórico de un nombre con más de dos siglos de presencia en la sociedad civil antes que cambiar a un término abstracto, sin duda lleno de significado teórico pero sin raigambre como referencia a la actividad profesional de los colegiados y, sobre todo, interpuesto como elemento suplantador del verdadero objetivo de los promotores del cambio de denominación: borrar la palabra “abogados” de su colegio profesional.

Aducir que el género neutro no representa a la totalidad de un colectivo, además de un error gramatical de parvulario —error consciente, promovido, revisionista de la norma, qué duda cabe—, supone además un despropósito ideológico, en la medida en que “la ideología” es consciencia sobre la realidad percibida y el modo de representarla. Si “los abogados” son suplantados por “abogados y abogadas”, dejamos de referirnos a un colectivo profesional identificado por el ejercicio de una función concreta para nombrar insustancialmente a un grupo de personas divididas por su sexo. El género neutro tiene el valor, extraordinario en estos tiempos, de poner en activo la capacidad humana de pensar los abstractos, lo conceptual. En resumen: “los abogados” es representación psicológica de un sujeto; “abogados y abogadas”, señalización de un hecho biológico; “abogacía”, invocación de una actividad profesional y de quienes la ejercen. Para entendernos: una cosa es la medicina y otra son los médicos; una cosa es la ingeniería y otra los ingenieros; una cosa es el fútbol y otra los futbolistas.

El argumento presentado por algunos dinamizadores de la campaña en favor del Sí en el referéndum, según el cual si el Colegio de Abogados se denominase Colegio de Abogadas la mitad de los integrantes de la institución, los hombres, no se sentirían representados en dicho nombre, como siempre peca de bienintencionada puerilidad: en tal caso, quienes no estarían representadas específicamente en el término “abogadas” serían las mujeres, por cuanto el término integraría a hombres y mujeres sin distinción. El malentendido ya cansa: en pro de la “visibilidad” de lo femenino en nuestro idioma, el único género gramatical excluyente es, justamente, el femenino. Lo cual está muy bien. Lo que no está bien es distorsionar la realidad y retorcer la lógica del idioma en aras de intereses ideológicos que, por lo general, van mucho más allá de una mera cuestión lexical. En el fondo, todo es política. En Granada, y de momento, el sentido de lo razonable se ha impuesto. Se puede ir a más, pero hay que ponerse a la faena.

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