Título: «Así empieza todo. La guerra oculta del siglo XXI»
Autor: Esteban Hernández
Editorial: Editorial Ariel, Barcelona, 2020, 272 págs.
Una lectura imprescindible
Si alguien quisiera escribir en nuestros días una nueva obra acerca de la decadencia de Occidente no tendría más remedio que acercarse a Así empieza todo, el último ensayo de Esteban Hernández Jiménez, y darse cuenta de que ya está escrito. Y no desde una posición optimista, tampoco pesimista ni fatalista; más bien deberíamos decir que está escrito con frialdad y, a su vez, aunque parezca paradójico, con jovialidad. Con una mirada casi, podríamos decir, chestertoniana. Pero si debiéramos destacar tres cualidades de lo expuesto por Esteban Hernández en Así empieza todo serían la lucidez, la mesura y la claridad.
Si por lucidez entendemos claridad y rapidez mental, en los razonamientos, en las exposiciones y expresiones, el ensayo de Esteban Hernández lo es. Porque, a pesar de la multiplicidad de temas que trata a lo largo de sus páginas, como no podía ser de otro modo en un ensayo como éste, y de la multiplicidad de tesis que el autor expone, defiende y critica, siempre es capaz de llegar al núcleo del problema. Es capaz de rastrear, desandando el camino de la historia, la raíz de las teorías y acciones (o dejaciones) que nos han llevado –y en ese nos hablamos principalmente de Europa y de España– a la situación de debilidad y emergencia en que nos encontramos. Y, al mismo tiempo, es capaz de indicarnos en todo momento que, a pesar de que así empezó todo y así estamos ahora, hay posibilidades para cambiar la situación, todavía podemos hacer algo. No se trata de meter miedo ni de aportar esperanza –de ahí también la lucidez–, sino de, al modo de Espinosa, recordarnos nuestra potencia de acción, nuestra capacidad de reacción en el marasmo de determinaciones que nos rodea, en la necesidad de perseverar en el ser. Nuestra libertad. Sin miedo ni esperanza. Sin reírnos, sin burlarnos y sin lamentarnos, sino entendiendo. Y para ello Así empieza todo es una lectura imprescindible.
Si por mesura entendemos moderación y compostura, pero también medida y templanza de nuevo podemos decir que el último ensayo de Esteban Hernández está atravesado de principio a fin por la virtud de la mesura. Desde su primer capítulo, La trampa de la historia, en el que nos habla, por ejemplo, de la conocida trampa de Tucídides, pero también de la menos conocida trampa de Pericles. Es decir, de cómo en la política, en la historia y también en nuestro presente hay fuerzas, instituciones, sistemas… que están por encima de nuestra voluntad, que nos determinan y a veces nos arrastran sin remedio, pero que también hay un papel para el individuo en la historia, que determinismo no es fatalismo y hay franjas de libertad en las que el juicio y las acciones de determinados sujetos, tomando un rumbo u otro, es decisivo. El segundo capítulo nos va a mostrar cómo Occidente alimentó a la sierpe en su seno, que diría Cervantes; una sierpe, China, inteligente, paciente y con larga vista que ha aprendido de nuestros errores y los ha aprovechado y aprovecha muy bien. Como es normal.
El tercer capítulo, en el que se aborda la cultura –aunque no nos ofrece el autor una definición expresa de qué es la cultura, pero por los temas tratados podemos decir que se trata de la cultura circunscrita tal y como se entiende desde el materialismo filosófico–, de nuevo se nos hace un repaso histórico mostrando cómo poco a poco esta ha ido perdiendo los límites y cómo sin estos hemos llegado al delirio sin freno de ideologías e identidades que tenemos hoy. Una falta de límites que, de nuevo, a pesar de ser producto de Occidente le está haciendo perder el pie.
La misma lucidez y la misma mesura encontramos en el cuarto capítulo, dedicado a las cuestiones territoriales. A las dialécticas entre el campo y la ciudad, y entre las megaurbes y entre Estados. Unas dialécticas, en las que siempre hay ganadores y perdedores, que podemos ver en las luchas de clases –y de Estados– que nos expone en el capítulo quinto.
A dichas dialécticas entre territorios, clases y Estados hay que aportar, como nos enseña en el sexto capítulo, otro elemento: el eje monetario de las esferas económicas, el poder del mercado financiero. Que en las cuatro últimas décadas ha adquirido tal poder y tal magnitud que está absorbiendo cuando no esquilmando a la economía productiva; y que a través de los gigantescos monopolios y la concentración creciente, la digitalización y la tecnología está barriendo del mapa a los pequeños propietarios –y no tan pequeños–, produciendo un mercado laboral cada vez más mísero y hasta controlando en gran medida las políticas económicas de los Estados –principalmente de los Estados occidentales–. Todo lo cual, como nos dice Esteban Hernández en el capítulo siete, ha llevado a una serie de conflictos y guerras silenciosas, ocultas, pero cuyos efectos podemos ver ya hoy en plena pandemia, aunque también antes.
La misma mesura con respecto a los peligros y causas de nuestro presente, pero también de las posibilidades de rectificación que en él hay, podemos observar en los últimos capítulos. En el camino de salida y en el momento realista del leninista qué hacer de los capítulos ocho y nueve el autor nos vuelve a recordar los distintos caminos por los que hemos llegado al presente, cómo en determinados momentos la elección ha sido errónea, pero también cómo hacer que esa decadencia occidental no sea tan inevitable. En definitiva, y de nuevo recordando a Cervantes, que no tiene aquí fortuna parte alguna, sino que cada cual se fabrica su propio destino. Y a pesar de todo lo que está mal en el mundo, como nos comenta en el último y chestertoniano capítulo, no hay por qué repetir una y otra vez en los mismos errores. Podemos aprender y ver cómo hemos llegado hasta aquí, cómo empezó todo, y cómo tomar otro rumbo.
Por último, debemos destacar la virtud de la claridad en el estilo de escritura del autor. Una claridad quizá corolario de la lucidez y mesura que hemos comentado. Porque como se habrá podido ver en lo dicho la maraña no es fácil de recorrer, es necesario separar bien unos temas de otros y, a su vez, mostrar los puntos de conexión que unos puedan tener con otros –aunque no todos con todos–. Son muchas las tesis que se han de manejar y mucha la documentación que se maneja, pero en ningún momento se hace farragoso. Al contrario, es posible recorrer página a página reformando el entendimiento, comprendiendo cómo hemos llegado a aquí. Y es que incluso a pesar de que existan nudos en la trama en los que se pueda estar más o menos de acuerdo, hay una última cosa que es muy de agradecer en este ensayo, a saber: que a través de la claridad en su escritura Esteban Hernández aporta a sus lectores claridad sobre su presente.
En manos del lector queda.