Una tumba itinerante

Sabido es que el trastorno neuro-psicológico incurable que de forma abrumadoramente mayoritaria aqueja a la población española desde 1975, es el insomnio. Aquí no hay quien duerma. Mientras no resolvamos la sífilis cuaternaria que nos corroe, todo seguirán siendo pesadillas, sonambulismo y catalepsia. ¿Qué hacemos con los restos mortales del Caudillo? ¿Dónde los ponemos?

Afortunadamente se ha encendido una lucecita más allá de El Pardo: la Ley de Memoria Histórica. Una versión cursi del castizo exordio “¡que no decaiga!”. En su virtud, tan por encima de la Constitución y de otros estorbos carcas, podremos conservar eternamente el recuerdo de Su Excelencia. La memoria, expulsada del ámbito de la educación y la enseñanza gracias a nuestros sesudos pedagogos de lo etéreo, podrá por fin dominar nuestra conciencia ciudadana. ¡Y de forma canónica, para mayor regocijo general!

El camino a seguir es muy sencillo, basta con atender las recomendaciones de una Asamblea General de Comunidades de Vecinos, las instituciones más a pie de calle. Conviene aclarar que en este caso, tan delicado, las Cortes (el “country-club” de una aristocracia política ajena, cuando no enemiga, de España) deberían ser prudentemente ignoradas. De ahí surgirá la única propuesta sensata que aporta solución definitiva: una Comitiva Fúnebre Itinerante (inspirada en lo que hizo la reina Juana con su hermoso) que traslade y aposente, temporal y sucesivamente según periodos a convenir, el ataúd de Franco en todos y cada uno de los pueblos y ciudades de España. Debidamente custodiada por la Guardia Real de la Monarquía que él instauró (muy al margen de trasnochadas disquisiciones dinásticas), esta es la gran ocasión para recuperar y poner en valor las emociones populares reprimidas por la democracia. Surgirán así, de las entrañas mismas del pueblo, los llantos, los sollozos, las injurias, los odios, los insultos y las alabanzas. A lo mejor también la indiferencia. En cuanto a Franco no lo sé, pero nosotros seguro que a partir de ahí, podremos dormir en paz.

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