Un 22 de noviembre de 1949 el Poder Ejecutivo constitucional presidido por el general Juan Domingo Perón sancionó el decreto 29.337 por el que se estableció por primera vez, la gratuidad de todas las universidades nacionales. Esta hazaña generó como impacto inmediato que la matrícula estudiantil trepara de 66.212 estudiantes en 1949 a 135.891 en 1954.
Pero el justicialismo que había emprendido una insubordinación fundante iría a marcar una fisura epistemológica con el imaginario colonial. En ese sentido entendería que la conducción de la universidad no podía quedar en manos de camarillas clasemedieras con caprichos académicos exóticos desvinculadas del verdadero acaecer del pueblo sino que debía ser conducida estratégicamente por la nación. La elite dirigencial del momento guardaba en su memoria que los claustros universitarios que se apropiaron de la Reforma Universitaria de 1918, habían apoyado el golpe de Estado de 1930 contra el gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen y cantado La Marsellesa junto al embajador norteamericano Spruille Braden en 1945 contra la Revolución de los Coroneles.
Esta situación antinacional academicista sería brillantemente resumida por ese gran historiador que fue Jorge Abelardo Ramos reivindicando nuestro pensamiento greco-romano: «La historia de la universidad es la historia de la oligarquía». Y puesta de manifiesto con mayor largueza por Hipólito Yrigoyen: “Yo soñé que la Universidad habría de ser la cuna del alma argentina (…) que esa cultura argentinizada en justicia se convertiría en un ejemplo para las juventudes de América. Pero me he equivocado (…) he visto que lo que nos llega no toma nuestra forma y que corremos el riesgo de esclavizarnos con modelos ajenos (…) que no habrán de servir para profundizar nuestro destino”.
Es por ello que el gobierno nacional promovió las universidades obreras, los contenidos industriales y a los profesores provenientes del pensamiento nacional como Arturo Sampay, Ramón Carrillo, Carlos Cossio, Tomás Casares, Nimio de Anquín, Hernán Benítez, Carlos Astrada, Luis Juan Guerrero, Carlos Disandro, y un largo etcétera.
1949 sería un año vibrante para el pensar nacional. Allí se produciría también el Congreso Internacional de Filosofía de Mendoza que alumbraría el libro más famoso del justicialismo: “La Comunidad Organizada”, la Reforma Constitucional, la fundación del Partido Justicialista Femenino, la aparición por primera vez en la historia de un Ministerio de Salud, el gasoducto mas largo del mundo (Comodoro Rivadavia-Buenos Aires) y el debate Cossio VS Kelsen.