El Derecho Internacional define “Frontera” como la línea que marca el límite exterior del territorio de un Estado, es decir, la línea que determina el ámbito espacial donde un Estado ejerce su soberanía con exclusión de otros. Asimismo, establece como “Integridad Territorial” un principio que evoca el derecho de un Estado de preservar intacto su territorio ante la intervención exterior.
Las fronteras españolas con Marruecos en las plazas de Ceuta y Melilla fueron asentadas en los Convenios de 24 de agosto de 1859 (confirmado por el posterior Tratado de Paz y Amistad entre ambos países) y 26 de junio de 1862. Sin embargo, la realidad existente en los distintos puntos fronterizos es denigrante, de dejadez, produciéndose avalanchas de grupos organizados que asaltan la puerta y las medidas de contención, o trepan por la valla de la frontera ante la pasividad de los agentes marroquís, como denuncian en los últimos años, por medio de sus continuos informes, todos los sindicatos policiales (SUP, UFP, CEP y SPP).
De los controles fronterizos de Ceuta y Melilla se apodera el caos, la desorganización, incluso la anarquía, amontonándose diariamente frente al vallado unas 30.000 personas. Los pocos agentes de Policía Nacional destinados a cubrir este servicio, intentan en unas condiciones lamentables establecer cierto criterio de entrada, perdiéndose vidas humanas como consecuencia de avalanchas ante unas medidas de seguridad insuficientes.
El “porteo” se ha convertido en una forma de esclavitud, sin ningún tipo de control (ni económico, ni sanitario, ni fiscal), con personas de todas las edades cargando fardos a sus espaldas o en vehículos, realizando varias entradas y salidas durante el día, convirtiendo esta actividad en extremadamente peligrosa para la seguridad de la ciudad y del Estado en plena alerta antiterrorista.
La evidente falta de personal se une a las condiciones de precariedad arquitectónica y estructural para proteger la seguridad y salud de los funcionarios del Estado, siendo materialmente imposible realizar un mínimo control de entrada y salida en dichas condiciones.
Nuestras fronteras en el sur deben de ser seguras y disuasorias, siendo imprescindible dotar a lo cuerpos de seguridad del Estado de los medios materiales y humanos necesarios para cumplir con su función en un marco que garantice seguridad y eficacia. También resulta imperativo el cierre inmediato de los polígonos anexos a la frontera y el fin del porteo como solución al caos fronterizo.
España debe de recuperar el control de sus fronteras de manera efectiva con el fin de evitar tensiones diplomáticas en el marco internacional y realizar un radical control de la inmigración en el acceso a través del territorio de nuestros vecinos del sur.
Los últimos episodios dantescos protagonizados por turbas de asaltantes provistos de cal viva, excrementos, cócteles molotov y diversas armas, las agresiones salvajes a nuestros agentes y la connivencia marroquí, nos sitúan de bruces ante una realidad incuestionable que la despreciable casta política que dice representarnos se empeña en ocultar. La distancia entre esa “élite” irresponsable y corrompida, atrincherada en el privilegio inmerecido, en el despacho y el coche oficial, y resguardada tras la escolta que graciosamente sufragamos el resto de españoles, crece exponencialmente respecto al sufrido pueblo, cada vez más abandonado a su suerte y sometido a los dictados e intereses de quienes realmente manejan el mundo y están detrás de todos estos flujos migratorios y sus irreparables consecuencias. Estos politicastros de mordida aviesa y perenne impostura, de palabrería hueca y mano egipcia, no son más que la punta del iceberg; el miserable ejército de mamporreros del verdadero Poder en la sombra que es, en definitiva, el que lleva años avivando las corrientes mundialistas y globalizadoras para arrasar la Culturas y las Identidades de los pueblos, y eliminar así cualquier posible foco de cohesión y resistencia e imponer definitiva e inexorablemente su anhelado “Estado Mundial”, el “sueño húmedo” y totalitario del turbo-capitalismo depredador.