El poder en la sombra detrás el juicio de Rubiales

El poder en la sombra detrás el juicio de Rubiales. Jasiel Paris

Para el feminismo, el “caso Rubiales” es la prueba definitiva sobre la existencia del poder cis-hetero-patriarcal en España, Occidente y el mundo entero. Podríamos decir que hay sectores verdaderamente eufóricos por un episodio que validaría sus visiones. Es esa alegría un poco turbia que a veces se le escapa al feminismo, cuando el sufrimiento de alguna mujer parece confirmar los temas de su agenda política.

Mona Eltahawy, escritora en el Washington Post y el New York Times, decía: “¡Gracias, Luis Rubiales, por ser la prueba de cómo el patriarcado privilegia la dominación masculina! He escrito dos libros e incontables artículos sobre ello, pero mucha gente me niega aun su existencia o su poder”. La pobre Eltahawy, que ha dedicado media vida a exponer el contubernio falocéntrico ante las desagradecidas masas de ignorantes y negacionistas, finalmente obtenía su recompensa. Puesto que en la ciénaga de los “estudios de género” no se trabaja con método científico ni dato cuantitativo alguno, solo queda esperar la llegada de “apariciones” estelares o “revelaciones” mediáticas como el “pico” de Rubiales puesto a juicio. Un juicio que -parece ser- contribuirá de forma definitiva a esclarecer los orígenes de la familia y la propiedad, la desaparición del matriarcado neolítico, la acumulación originaria en la caza de brujas y ¡quién sabe qué otras cuestiones fundamentales!, dependiendo de la cantidad de dinero y atención que se destine a ello.

Para la Eltahawy y para otros sesos sorbidos por el feminismo, cualquier fenómeno va a demostrar su sesgo. Para el nazi todo va a ser culpa de los judíos, para el comunista culpa de la burguesía y para el liberal culpa de nazis y comunistas. La ideología es una disociación mental que, durante años, llevó al feminismo a despreciar el futbol como cosa de “machirulos” (con el machunísimo “Manolo el del bombo” y la machistísima “bandera rojigualda” pintada en la cara), para repentinamente fingir un interés desmedido por el futbol femenino (y pretender que tú también dediques a ello el suficiente tiempo y dinero). Son los mismos, curiosamente, que han querido destruir el deporte de mujeres a base de “cuotas trans” (como denunció nuestra campeona Ana Peleteiro).

Desde las “gafas moradas” de la “perspectiva de género” se goza ahora el futbol femenino, no con la pasión sana del deporte, sino con la intensidad alienante de una militancia política. Como quien se pone a invertir en criptomonedas para ser consecuente con su ideología “liberal”, o el nieto de andaluces que se hace “indepe” y deja de hablar con su familia, o la feminista que se mete al “lesbianismo político” por compromiso militante. Las ideologías tienen un interés meramente fingido por el mundo y la vida, solamente en la medida en que confirmen o no sus dogmas. Desde ellas se puede odiar con sinceridad absoluta, pero es imposible amar nada de una forma auténtica.

Cualquier que tenga la mente libre de prejuicios y esquemas preconcebidos puede ver que el “caso Rubiales” no es la prueba de ningún poder patriarcal, sino todo lo contrario. Es precisamente la confirmación de aquello que escribía Marx en el Manifiesto Comunista: los nuevos poderes del capitalismo han pisoteado al viejo patriarcado hasta extinguirlo. Baste ver la brutal campaña (mediática y empresarial, deportiva y política, social y judicial, nacional e internacional) que se desató contra Rubiales por un hecho comparativamente menor, hasta lograr su cese y actual juicio. El “patriarca” se ha quedado solo.

He escrito una y otra vez que seguramente no estamos ante un caso de agresión sexual no consentida, sino más bien de un abuso de poder que vicia cualquier consentimiento. Por mucho que pueda adoptar una forma sexista (o racista o blasfema o gerontofóbica según el caso), el abuso no emana de un ancestral pacto entre primates varones, sino de la relación jerárquica entre jefe y subordinad(a).

Pero hay un poder mucho más grande, un capitalismo de mayor escala que el que vincula al ex-presidente de la federación española con una de sus jugadoras. Es el poder de los grandes conglomerados mediáticos (Euronews, The Guardian, New York Times) que han atizado a Rubiales y a nuestro futbol. Es el poder de las potencias occidentalistas que, desde la alcaldía de Londres al parlamento de Suecia, aprovecharon para reavivar los tópicos de la “leyenda negra” y el “machismo” de los españoles. Es el poder de Hollywood y el circuito de las celebrities, para proyectar copias de su farandulero #MeToo y tomar como oráculos mundiales a Natalie Portman o cualquier otro millonario moralista. Es el poder de multinacionales como Meta o Pepsi que han financiado en cada rincón del planeta las “causas de la progresía” para tapar su explotación laboral.

Mucho se ha dicho sobre el poder ejercido por Rubiales: para presionar a sus jugadoras, para presionar a la prensa, para presionar a sus socios. Y sin embargo nada de ello le ha servido finalmente de nada; luego tal poder es dudoso. Seleccionadores, jugadores, políticos, cabecillas de las federaciones, incluso aquellos que parecían ser fieles a Rubiales, todos le han dado la espalda, movidos por un poder superior al de Rubiales: más estructural, impersonal, más líquido, más global. Es el espíritu moralista del capitalismo tardío, que ya no tiene nada que ver con la primacía masculina, la escala nacional, el eurocentrismo o la moral conservadora, si es que alguna vez lo tuvo. Hace décadas que ha virado hacia lo “transgénico y transgénero, transespecie y transedad, drogadicto y abortero, posmoderno y poshumano, apátrida y luciférico” .

En un mundo en que verdaderamente existiese el patriarcado, además estando maridado con el capitalismo, las primeras presiones de Rubiales sobre Jennifer Hermoso habrían bastado para dar rápido carpetazo al tema. Pero las cosas son diferentes en el mundo real, donde el capitalismo es todo cuanto existe, especialmente divorciado de lo masculino (un recurso despreciable para el mercado). En esta realidad, la opción más atractiva en esta situación para una mujer como la Hermoso es enfrentarse a su propio jefe. Firmar incluso manifiestos y presentar denuncias (para lo cual sin duda habrá recibido presiones iguales o mayores que las ejercidas por Rubiales, pero de las que no se habla). El juicio es la prueba.

Y la Hermoso puede hacer todo esto sin miedo porque tiene detrás el respaldo estructural de un sistema económico internacional que está dispuesto a apoyar a sus “iconos de la emancipación”. En algunos casos compran su imagen con sumas capaces de compensar el riesgo de perder cualquier empleo. Así ha sido con deportistas (tanto en EEUU como en España) que se han enfrentado a clubs y aficiones para denunciar el “racismo” , siendo compensados con millonarios contratos por parte de mega- corporaciones como Nike .

Las verdaderas “pobres chicas”, las “mujeres que no se atreven” y las “víctimas bajo presión” son aquellas anónimas: las que no ganan mundiales ni hacen entrevistas en medios de comunicación ni veranean en Ibiza. A ellas no las apoya ni Meta ni Pepsi ni Nike ni ningún poder estructural. Ni a ellas ni a los hombres, ni a blancos ni negros, jóvenes o mayores, moros o cristianos o miembros de cualquier “colectivo”, mientras tengan la desgracia de pertenecer a las muy poco rentables clases bajas. Para todos ellos nunca hay justicia.

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