Esta clásica adivinanza que titula este artículo no solo nos ha servido para sacarle una sonrisa a nuestros inocentes infantes sino que puede servirnos como lección de vida, el resto de la misma, sobre lo evidentes que son algunas cosas aunque intenten camuflarlas.
En tiempos de manipulación masiva, donde día a día nos bombardean con mensajes edulcorados pero llenos de una carga de profundidad que a veces no somos capaces de asimilar, es tan importante el contenido de los mismos como visualizar también al emisor.
La pandemia que estamos viviendo con todos sus giros, sus incertidumbres, sus mentiras y sus oportunidades – sobre todo para algunos – debería habernos permitido abrir los ojos sobre esto que digo. Pero mucho me temo que no.
Pondré dos ejemplos prácticos para no irme por las ramas.
Europa. Y hablo de Europa no como realidad geográfica o histórica ni tan siquiera desde la geopolítica porque hoy es simplemente una superestructura supranacional que desmonta las soberanías nacionales – y populares – de sus estados miembros para sustituirlos por una amplia red opaca de intereses con una aún más amplia amalgama de profesionales de los “europeización” que trabaja incansablemente para dos cosas. La primera, imponer una agenda cultural, política y económica al servicio de los intereses de esos poderosos que llevan decenios impulsando el desmontaje de cuanto tenga visos de colectivo o comunidad para sustituirlo por un eje de individualidades absolutas, no para potenciar la persona – con toda la trascendencia que tiene el personalismo- sino para el consumo de los objetos y modelos de vida que nos están diseñando con tiralineas. Y la segunda y no menos importante, a través de la cual se entiende bien la primera, para garantizarse que esa rueda no deje de girar y se pongan en peligro sus privilegios y cómodo modus vivendi. Europa como institución es un modo de vida en si mismo que solo se entiende como testaferros de terceros.
Pues esos miles y miles de “profesionales de los europeidad institucional” que nos venden como el nuevo Xanadú, llenan esa agencia de colocación que llamamos Bruselas pero se extienden por todos los niveles de gobierno, universidades y medios de comunicación como el ejercito que difunde la buena nueva de que fuera de las directrices de la Comisión Europa que imponen el modo de vida que nos han dibujado los entes supranacionales, no hay oportunidades ni futuro. ¿Pero quienes forman esa tropa? Profesionales muy bien pagados con los recursos de los mismos ciudadanos a los que quieren modular y limitar la soberanía, que forman un élite totalmente alejada sus pueblos. Detrás de cada eurodiputado hay decenas de consultores y asesores que trabajan por la agenda 2030 o las diferentes directivas que nos rigen por encima de lo que nuestros parlamentos legislan. Detrás de cada gran empresa o fundación hay miles de lobbys trabajando, no para ti ciudadano europeo que paga sus impuestos e intentas sacar a tu familia adelante sino para engordar aún más la vaca europea de la desigualdad y el desmontaje de nuestra sociedades como la hemos entendido. Y por tanto detrás de cada mensaje europeista, de cada curso universitario, de cada conferencia, de cada artículo adoctrinando… hay élites protegiéndose a si mismas e inoculando la buena nueva de que fuera de Europa, evidentemente de SU Europa sin naciones-estado fuertes que tengan identidad propia y soberanía plena, solo hay desgracias y pobreza. Falacia sin límites.
Los confinamientos. Para ilustrar la importancia de reconocer al emisor de los mensajes, el recuerdo de lo que hemos vivido con los confinamientos en plena pandemia es ilustrativo. Poca gente o casi ninguna, mejor dicho, cuestionó el cierre total de la economía y de la vida habitual en los primeros momentos. El miedo a lo que nos venía por delante, las informaciones dispares y disparatadas en su volatilidad nos llenó de un docilidad a prueba de bombas – informativas también -, nos sacó a los balcones a aplaudir y nos motivó a aceptar cada giro de guion con una sonrisa crédula en la cara. ¿Pero quienes eran los que decidían en cada momento y proclamaban a los 7 vientos que la salud estaba por encima de la economía, como si no hubiera más que blancos o negros, sin matices? Pues diputados, consultores, periodistas, funcionarios… que o tele-trabajaban percibiendo su suelo íntegro o directamente eran auto considerados esenciales y por tanto no sufrieron en ninguna de sus derivadas la incertidumbre y penurias de quienes no podían pagar sus mínimos gastos al reducir o desaparecer sus ingresos. Una vez más, lecciones doy que para mi no tengo. Y la empatía con quienes si sufrían, además de en lo sanitario, la miseria económica de la pandemia era solo de postal.
Por eso la adivinanza inicial viene muy al caso porque mientras el pueblo llano no entienda que, mirando a los ojos al emisor de los mensajes oficialistas, ni es oro ni lo parece, la mentira y la manipulación de ciertas élites orientando nuestras vidas al albor de sus intereses o de a quienes defienden continuará haciéndonos la vida más difícil.