A religiones muertas, religiones puestas

André Malraux dijo en el siglo XX que el siglo XXI sería religioso o no sería. La historia, la sociología, la antropología y el periodismo (o lo que queda de él) ya le están dando la razón.

Chiqui Benegas, que fue el Iván Redondo y el Bolaños de Felipe González, llamó Dios a éste en un descuido telefónico que, como diríamos ahora, se hizo viral. Ese palabro, antes de la invasión de la Araña (Internet), era de índole biológica o sanitaria y no se aplicaba a la rapidez de propagación reticular de las estupideces orales y visuales.

Sánchez, Macron, Putin, Den Xiao Ping y gentes así –las que nos gobiernan– son deidades tan despóticas, arrogantes y omnipotentes, y por ello divinas, como lo eran los faraones, con la diferencia de que éstos viajaban en palanquín o a lomos de camello y las deidades citadas lo hacen en Falcon. Pero su poder es absoluto.

Biden, mayorcito ya, es Dios Padre; Putin, según el relato que hacen de él los evangelistas de la prensa occidental, es Lucifer; Soros, el Profeta; y Ursula Von Layen, la Virgen María.

También llevaba razón Julio Caro Baroja cuando escribió en uno de sus libros que expulsar por la puerta a los fantasmas no sirve de nada, porque vuelven a entrar por la ventana.

Nos cuentan los Hunos y los Hotros (Unamuno dixit) que el mundo de nuestros días se ha vuelto laico. ¡Menuda trola! ¿Acaso la Santa Madre Democracia, cuyo Vaticano está en la ONU, no es una Teocracia en la que sus teólogos predican, como antes lo hacía la Iglesia, que fuera de ella no hay Salvación (así, en mayúscula)?

Ahora la llaman Globalización, también con mayúscula, pero el mensaje implícito es idéntico.

Los parangones serían infinitos. Dejémoslos.

Si los he traído a cuento es para ilustrar mi convicción de que los Vedas, que son las Sagradas Escrituras o Libro de los Libros de la religiosidad hindú, acertaron de lleno al desplegar su cosmogonía.

Resumámosla…

Hay, aventuran, una trimurti Brama, Visnú y Sivaque al paso de los siglos (digo yo) trasladarán los cristianos a su propuesta de la Santísima Trinidad. Brama crea el mundo cada vez que respira (ya está ahí el Verbo del evangelista Juan), Visnú lo conserva (así la Providencia en el Sermón de la Montaña, que remeda el primero que pronunció Buda en Sarnath, junto a Benarés) y Siva (los jinetes del Apocalipsis o, si lo prefieren, Internet) lo destruye para que Brama vuelva a crearlo y Siva a destruirlo.

Apliquen al tablero de este Juego de la Oca lo que hoy sucede en el mundo y verán como todas las piezas encajan en sus casillas.

Guerra, pobreza, hambruna, sequía, satanismo y muerte. De oca en oca, tiro porque me toca y vuelta a empezar. Siva tiene, de momento, la palabra. En cuanto a Visnú, Brama dirá, pero fíanse ustedes de la Virgen y no corran.

El Kaliyuga –llámenlo, en cristiano, Apocalipsis– está servido.

¿Suma y sigue? ¿Es una etapa, un ciclo? Eso aseguran los Vedas y eso creen los hindúes. Yo no lo sé.

Top