“Arévalo a través de sus plazas”, así reza la convocatoria de la visita nocturna a esta ciudad histórica y monumental en este verano 2025. El alma mater de esta cita que cumple su cuarenta edición es Ricardo Guerra Sancho, Cronista Oficial, investigador apasionado de la historia y el arte de ese rincón de Castilla.
Al norte de la provincia de Ávila, en lo alto de un promontorio entre los ríos Adaja y Arevalillo, se erige Arévalo, plaza estratégica y defensiva, con importancia clave y decisiva en la historia de Castilla y de España.
En el siglo VIII la caída del Reino Visigodo y la invasión musulmana, impulsan el desplazamiento de la población cristiana hacia el norte de la Península Ibérica, buscando refugio al amparo de la Cordillera Cantábrica. La Meseta Castellana se convierte entonces en tierra de nadie, aunque está documentada la existencia de asentamientos de población más o menos estables.
Será en el siglo XI hacia 1080 cuando Alfonso VI reconquista el sur del Duero, ordenando oficialmente la repoblación del territorio a su yerno Raimundo de Borgoña. Entonces llegarán del norte los nuevos pobladores y Arévalo entra en la historia, con los Montalvo, Sedeño, Briceño, Tapia y Berdugo, a los que el Rey otorga los privilegios pertinentes como agradecimiento a su lealtad, la nobleza local que la convierten en “la ciudad de los cinco linajes” y en capital de la Comarca de la Moraña o Tierra de Arévalo.
El legado de aquellos tiempos es el magnífico patrimonio histórico artístico que, el viajero contemplará en su visita, una interesante muestra de edificios de estilo mudéjar, fusión de formas y técnicas árabes y cristianas, que en Castilla se consolida en el empleo del ladrillo con muros de gran espesor reforzados con arquerías ciegas visibles en el exterior, como soporte se utilizan pilares y cubiertas de madera, los bellísimos artesonados mudéjares, en el cuerpo del templo y bóvedas de horno en los ábsides. La decoración se consigue sobre todo mediante hileras de ladrillo en zigzag. Las plantas son románicas de una o tres naves con ábsides semicirculares, torre en la cabecera o en el crucero, con planta cuadrada gruesa de varios cuerpos.
Ricardo Guerra, elige un tema como hilo conductor de la visita, de manera que no hay dos iguales, cada una significa una ocasión diferente para sumergirse en la historia.
Este año en compañía del historiador Francisco Javier Sánchez Conde, son las tres plazas históricas, el argumento que fundamenta el recorrido, “Arévalo a través de sus plazas”, de la Villa, del Real y del Arrabal. Sus piedras son testigos de la historia y la vida cotidiana de los arevalenses desde la Edad Media.
La Plaza de la Villa es el punto de partida elegido, bellísimo ejemplo entre las castellanas, con soportales y edificaciones en adobe, ladrillo y entramados de madera.
Su irregular planta se cierra con dos iglesias emblemáticas muestra del más selecto estilo mudéjar, San Martin y Santa María, la Casa de los Sexmos, una especie de tributo en forma de cereal, gestionado por ediles, los sexmeros, en la actualidad el edificio es la sede del Museo de la Historia de la Ciudad con una interesante exposición permanente, y alguna temporal.
Tres imponentes torres mudéjares, la de la Iglesia de Santa María y las dos de San Martín, llaman inmediatamente nuestra atención, y bajo la de los Ajedreces de San Martín, en un plano inferior la Fuente de los Cuatro Caños que, durante siglos cumplió con la función de abastecimiento de agua a los vecinos, punto de encuentro de las arevalenses, porque las mujeres eran principalmente las encargadas de llenar los cántaros de tan precioso e indispensable elemento.
San Martin es un templo que combina los estilos románico, mudéjar, renacentista y barroco, extremo que hace suponer que, sobre la edificación primitiva románica se fueron añadiendo corriendo el tiempo elementos propios del gusto de cada época.
El resultado es un conjunto único destacando la ya citada Torre de los Ajedreces mudéjar del siglo XII, el atrio románico de finales del citado periodo, y la Torre Nueva del XIII, ambas denominadas como torres gemelas, imponentes y distintas.
En el XIV y el XV se levanta el cuerpo superior de la Torre de los Ajedreces, posteriormente se van añadiendo capillas, hacia 1750 se corta el ábside románico construyéndose una cabecera con cúpula barroca.
La Iglesia de Santa María de nave única, ábside circular como cabecera, y una esbelta y elevada torre muestra del arte mudéjar de la zona, constituye una de las imágenes emblemáticas de Arévalo, que todo visitante conserva en su memoria.
En su interior destaca un artesonado mudéjar de factura moderna que sustituye al antiguo, y en la cabecera una serie de pinturas murales con un Pantocrátor descubierto en una restauración de estilo tardo románico que representa a Dios en majestad y alrededor el tetramorfo o representación de los Evangelistas y sus símbolos.
Salimos de la Plaza de la Villa y enfilamos las calles de Arévalo empapándonos de su encanto, para llegar a la Plaza del Real, llamada así porque en la parte oeste se encontraba el Palacio de los Trastamara o Casas Reales, tristemente víctima de la piqueta en 1975.
En el Centro el templete de la música flaqueado por los monumentos en honor de dos arevalenses ilustres, el periodista Emilio Romero, y el poeta romántico Eulogio Florentino Sanz.
Atravesando el Arco de Alcocer o Puerta de la Villa, ejemplo del mudéjar militar defensivo, llegamos a la Plaza del Arrabal, el ensanche extramuros de Arévalo, y allí nos espera Isabel, escultura en bronce erigida en 2004, quinto centenario de su muerte.
En Arévalo vivirá Isabel desde 1454 cuando muere su padre Juan II, hasta 1461 cuando su hermanastro Enrique IV decide que tanto ella como su hermano Alfonso deben vivir en Segovia, seguramente para no estar tan apartados de la corte.
La Isabel de entonces es la infanta que no tiene posibilidad alguna de acceder al trono, su relación con Arévalo es de afecto y cariño, porque era el señorío de su madre Isabel de Portugal, a lo largo de su vida vuelve con regularidad a “la mi Villa de Arévalo”.
Y en la parte de la barbacana el monumento al Tostón de Arévalo en bronce obra de Carmelo Sansegundo, en honor a esa delicia gastronómica con denominación de origen, con la que repondremos fuerza después de nuestro paseo.
Allí en la Plaza del Arrabal en el monumento a Isabel terminó la visita nocturna de este verano. Pero Arévalo es mucho más, para tener una idea te recomiendo amigo lector la publicación “Arévalo, Histórico, Artístico y Monumental” de Ricardo Guerra Sancho, en su segunda edición. Y por supuesto, acudir a la cita del próximo verano 2026, seguro que nos aguarda una experiencia inolvidable, un plan veraniego perfecto y diferente.