Binarismos y packs ideológicos de moda

Binarismos y packs ideológicos de moda

Crisis sociales, binarismos y packs ideológicos de moda; algunas claves para un análisis sociológico.  

De entre todas las filosofías que el así llamado Occidente ha aportado al mundo, y entre las cuales sobreviven muchas, pareciera que la que se ha entronizado como verdaderamente hegemónica es la conocida como maniqueísmo. Con orígenes en las creencias Zoroastrianas de raigambre indoaria, la doctrina de Mani, de donde toma su nombre, predica una realidad dual que se reduce a dos polaridades eternamente enfrentadas, donde una de ella, el bien, ha de prevalecer al final de los tiempos. A diferencia de otros dualismos filosóficos, las asiáticas polaridades yin yan, por ejemplo, que son fuerzas dialécticas que se auto equilibran, fusionan y hasta trasmutan; el maniqueísmo plantea una división irreconciliable entre dos polos absolutos. Esta dialéctica universal, no se limita al plano metafísico, sino que se materializa en la propia realidad fáctica, alcanzando incluso la dimensión práctica/política, ético/moral y sociocultural en general del hombre. Es decir, que sus manifestaciones no se circunscriben al alma de los seres humanos, sino que atañe también a sus sociedades políticas, a las normas morales que rigen sus acciones grupales y a los preceptos éticos que han de apuntar las conductas individuales.

Tal y como hemos apuntado antes, y a juzgar por los esquemas de análisis cada vez más en boga, esta es la que pareciera que es la filosofía que impera en la actualidad. A fin de explorar esta tendencia, y sin ánimo de profundizar demasiado ni dar una explicación última inclinación ideológica como forma de entender y explicar el mundo que nos rodea, partiremos de un presupuesto ofrecido por el filósofo español Gustavo Bueno. A saber, que toda filosofía, e incluso toda ideología, ha de tener necesariamente algún fulcro de verdad sobre las cuales sustentar sus argumentos, por muy descabellados que estos sean. Tomando por cierto lo que Bueno apunta, diremos que quizá uno de los fulcros de verdad que posee el maniqueísmo en ascenso, sea una tendencia de los grupos humanos, antropológicamente sustentada, a reducir la realidad social a dualismo simples y manejables que nos permitan operar con facilidad ante entornos amenazantes. Es así como, en su evolución, los múltiples grupos humanos han habitado el planeta, muy tempranamente entendieron que entre los muchos peligros bio-atmosféricos circundantes, uno de los mayores se encarnaba precisamente en otros seres y grupos similares a los que se pertenecía.

Teniendo en cuenta esta premisa, se puede mejor comprender la adopción del mecanismo de supervivencia grupal que postula la división, acaso proto social, de la pluralidad de lo real en dos dimensiones simples. A saber; nosotros y los otros. Si bien el desarrollo técnico, cultural, y posteriormente científico complejizó esta dicotomía en un fractal de incontables dialécticas entre grupos, clases, sujetos, estados, naciones, imperios y muchas otras; haciendo cada vez más dudoso su uso, lo cierto es que aun a día de hoy parece innegable que todavía perviven sus mecanismos de encuadre lógico, sobre todo ante determinadas situaciones sociohistóricas y culturales. Es decir que, en la morfología de nuestros esquemas de pensamiento, podemos todavía encontrar una primitiva tendencia a reducir a esquemas simples las complejidades conflictuales de la realidad, de la misma manera que los terceros molares (cordales) sobreviven como rastro de la alimentación vegetal de los homínidos que nos antecedieron.

Este remanente evolutivo, bueno es puntualizar, no ha pasado desapercibido por filosofías, sociologías y antropologías; tanto clásicas como contemporáneas. En este sentido, en múltiples pensadores del pasado encontramos desde reflexiones de primer grado (es decir que organizan ellas mismas al mundo en esquemas duales), a otros análisis secundarios (que han percibido y criticado a su manera estos dualismos). El pensamiento así llamado contemporáneo, tampoco ha estado exento de ambos tipos de análisis, encontrándose en la actualidad en plena efervescencia, quizá como consecuencia de que parece que asistimos hoy, a un aumento considerable de las polarizaciones, las dualidades y los binarismos esquematizantes; en los múltiples mapeos del mundo en curso.

De entre las incontables reflexiones sobre estos asuntos que nos es posible encontrar en el océano de tinta y clics que mal navegamos, recientemente he tenido acceso a una conversación que aporta ideas a mi parecer muy fecundas en estes sentido. Me refiero al encuentro sostenido por el joven y extremadamente talentoso filósofo español Javier Pérez Jara con Jeffrey C. Alexander, profesor e investigador de la universidad de Yale, quien sea quizá el sociólogo más prolífico de la actualidad. El diálogo, publicado en español en el texto “Sociedad entre pandemias”, Fundación Gaspar Casal (2021) pp. 249-264; versa sobre algunas de las consecuencias que el COVID-19 podría haber traído en lo tocante a múltiples niveles de lo social. Aquí ambos, Pérez Jara y J.C. Alexander, reflexionan entorno al virus y sus múltiples significados, desde diversas coordenadas de lo social, pero fundamentalmente profundizan en la idea de las polaridades y los dualismos que nos envuelven y cómo estos encuentran terreno fértil, precisamente en situaciones de crisis como las que la pandemia habría sin duda generado.

En esta línea, Javier Pérez Jara coordina la muy valiosa idea de los packs ideológicos[1]contemporáneos, con las múltiples ideologías que, en el mercado pletórico de estas, se nos ofrecen o imponen según sea el caso. Estos packs, el filósofo nos dice, se agrupan precisamente a la manera de entramados ideológicos situados unos frente a otros, como si de polos absolutamente opuestos se tratase. Aquí, Jara sigue en parte precisamente a Jeffrey C. Alexander quien apunta, no sin razón nos parece, que esos empaquetamientos tienen la doble función de simplificar el discurso intra-grupal de los conjuntos sociales, al tiempo que asegurar la cohesión de estos mismos grupos entorno a ideas claras y simples. En este sentido, Alexander y Jara parecen sugerir la tesis de que ante crisis prolongadas o profundas el delineamiento de estos packs se torna más pronunciado que durante periodos de relativa calma social. Esta idea, es también compartida por Arjun Appadurai[2], quien habla de un regreso a esquemas seudotribales y de grupalidad fuerte, cuando en la pugna institucional algunos grupos perciben el reblandecimiento de sus ataduras internas, por la acción de instituciones foráneas.  En este sentido, instituciones nucleares tales como la familia, el estado-nación, los grupos de pares etcétera; resultan ser los primeros en ser reforzados dada su capacidad para a ofrecer precisamente protección ante instituciones alternativas, tenidas por disolventes. En la actualidad, pudiera de hecho pensarse que una sociedad en muchos sentidos “globalizada” y aparentemente “licuada”, genera estas instituciones que aparentemente parecieran pugnar con fuerza, contra aquellas otras tenidas por “tradicionales”.

Estos temas, clásico de la sociología donde los haya, darían cuenta de los procesos de debilitamiento o fortalecimiento de lazos y ataduras sociales en situaciones distintas. En esta línea, podríamos decir que efectivamente, ocurre que ante situaciones percibidas como críticas o peligrosas, entre unos grupos y otros pueden aparecer fronteras muy profundas, a modo de trincheras entre frentes, disminuyendo considerablemente con ello, aunque sin desaparecer jamás por completo, los puentes que comunican (de manera inter-grupal) las ideas de los unos grupos y los otros. Es decir que, en las crisis, todo material lógico foráneo (lógica simbólica en los términos de Alexander) que pueda poner en duda o reblandecer la cohesión interna de un grupo; ha de ser rechazado de inmediato, con un grado de beligerancia proporcional a la cantidad y la cualidad de los riesgos percibidos por el conjunto social de referencia.

En el límite de esta dinámica, la pluralidad de ideas simples entorno a las cuales se cohesionan los conjuntos sociales, se compacta en una suerte de monada cerrada en sí misma, que paradójicamente no se reconoce aislada de su entorno. Muy por el contrario, esta cerrazón solidaria, como toda solidaridad, está dada precisamente frente a terceros, que por otra parte se reducirán, homogénea y simplistamente, a la categoría totalizadora de “los otros”. O sea, aquellos situados frente al “nosotros” que sostiene el grupo propio. De aquí la manifiesta propensión que encontramos en ciertos grupos, ante situaciones extremas, al intento de anulación de toda disonancia interna. Es decir, de toda teoría o doctrina, que no comulgue exactamente, o que si quiera se aleje un poco, del sentido lisológico[3]que tienen las ideas fuerza que en su concatenación sistémica “identifican” al grupo. En otras palabras, que no basta con compartir muchas, o incluso la mayoría, de las ideas defendidas por la así considerada “opinión compartida”; sino que habrá que adherirse a estas sin fisuras ni interpretaciones demasiado alejadas del dogma grupal.

Esta es la razón por la cual, si se tienen ideas contrarias a la concatenación sistémica del pack ideológico como totalidad, o incluso si se cuestiona tan solo algunas de sus partes; estos resquemores han de ser puestos de lado, o mejor aún, sacrificados en la hoguera del bien colectivo/grupal. Es precisamente en este acto de cosificación del empaquetado, una vez que pasa por los ojos de la Medusa por utilizar una frase de Perez Jara, cuando estas ideas concatenadas se convierten en ideología, en el sentido de Marx. A saber; se tornan falsa conciencia. Toda vez que la realidad es necesariamente plural, toda cosificación sustancial de tipo que sea, al menos en lo social, tenderá a ser necesariamente falsa (lo cual no quiere decir que sea infuncional), puesto que en lo social la constante es el cambio y transformación dialéctica perpetua.

Este proceso lo vemos claramente manifiesto en los días que corren, en las cada vez más profundas polaridades que adoptan múltiples sociedades políticas. Si atendemos a los procesos de polarización sociocultural y política en curso, acaso como uno de los mejor definidos, veremos que estos constituyen en muchas ocasiones únicamente la somatización de una polarización entorno unos pocos ejes bien claros, que penetra en una multiplicidad enorme de ámbitos sociológicos. Súper instituciones tales como la familia, la escuela, la universidad, las iglesias, los partidos políticos, entre muchísimas otras; constituyen hoy el campo donde múltiples grupos buscan imponer verdaderas ideas empaquetadas, o combos ideológicos donde, y utilizando un símil muy pertinente de Jara, “si compras una idea, te llevas tres o cuatro más”; justo como con una hamburguesa te tienes que llevar el refresco y las papas. Lo más peligroso, sin embargo, no radica en este aspecto aglutinador de ciertas ideas o packs de estas; sino en sus propiedades negativas frente a otras. Es decir, como elementos de identificación dialéctica frente a terceros determinados.

En este sentido, estos packs ideológicos cumplen una función capital. Una, muchas veces olvidadas por no pocos marxistas, y es que las ideologías, en sentido de Marx, no existen de manera abstracta; sino que se constituyen en lógicas del mundo que están necesariamente frente a otras. Es decir, frente a las sostenidas por grupos distintos de aquellos que las enarbolan. En tal sentido, y toda vez que como ya hemos expuesto ante situaciones límite, de crisis sociales, esta beligerancia aumenta; podemos afirmar que a mayor necesidad de cohesión grupal, o sea de identificación de los miembros de un grupo con la totalidad; mayor será la necesidad de determinar un enemigo antagónico cuyas ideas puedan ser reducidas lo más que se pueda al extremo opuesto de las sostenidas por el grupo al que pertenecemos.

Es por esta razón que, si se busca hacer verdaderamente visibles y nítidos los bordes corticales de un determinado grupo de referencia, en el cual se milita, se ha de llevar la batalla justo hasta las fronteras mismas del grupo más antagónico de entre los existentes. De esta forma, se regresa al mecanismo ontológico binario que venimos apuntando. Es decir, ese que donde se simplifica la pluralidad compleja de lo real, reduciéndose las más de las veces a simplistas y más o menos falases, lógicas binarias. Gustavo Bueno, apuntaba en relación con esto que la ontología contemporánea se había convertido en una ontología “simple y estúpida”[4], donde parecieran estar permanentemente alimentados, más o menos artificialmente, estos dualismos vulgares y maniqueos.

Teniendo presente estos presupuestos, no encontraremos muy extraño el florecimiento creciente de todo tipo de dicotomías, que por otra parte no pueden ser reducidas a dos megaideologías enfrentadas, como algunos opinadores quieren hacer ver. Es decir, no estamos únicamente, y en lo profundo, frente dialécticas del tipo comunismo vs capitalismo; patriotismo vs globalismo; liberalismo vs socialismo, fascismo vs democracia; etcétera. Tal y como he apuntado, la sociedad y sus dinámicas, tanto en sus formas como en sus contenidos, constituyen grandes cúmulos de entidades plurales. De aquí que ni siquiera se pueda hablar de dos dicotomías fundamentales, pues si se atiende a lo material realmente existente de estas allí donde se dan, podrían verse múltiples intersecciones y variedad en los combos o pack en torno a los cuales se conforman los dualismos. Es así, que si en España, digamos, el pack ideológico presupuesto para un conservador incluye ser amante de la tauromaquia, al tiempo que apoyar a Israel frente a Palestina, estar en contra del matrimonio homosexual y negar el cambio climático (entre otras señas de identidad, según la franquicia que venda el combo); en los EEUU, Latinoamérica o Russia, podría ser distinto el conjunto, adoptando matices propios de cada contexto. De la misma manera, incluso cuando en los “valores” que se defiende se coincide, no siempre existe concordancia en los enemigos que estos mimos valores han de batir en un contexto y otro. Estas sutilezas no son meras apariencias formales, pues precisamente en muchos casos, hacen que estos mismos grupos supuestamente iguales, estén enfrentados entre sí con tanta o mayor beligerancia, que la utilizada contra los supuestos polos opuestos naturales de ambos.

Los ejemplos en un lado y otro del espectro sociológico/político son tantos y están tan a la vista, que no vale la pena insistir en casos puntuales. Es más, conviene ni siquiera hacerlo, pues de lo que se trata precisamente es de desenmascarar la falacia del binarismo allí donde se pueda, independientemente del lugar sociológico de donde se parta.  Esta batalla habrá que darla aun cuando el alcance crítico de postulados como los que proponemos tenga en la mayoría de los casos nulo o acaso muy poco calado. En tal sentido, la más pragmática (algunos dirían sínica o pesimista) actitud crítica nos lleva reconocer que estamos ante mecanismos que envuelven múltiples dimensiones de lo cultural y que exceden el campo de lo meramente lógico. Tal y como reconoce el propio Jeffrey Alexander, la lógica racional tiene muy poco que hacer en dinámicas sociales donde impera la representación simbólica, como es el caso. Sin estar enteramente de acuerdo con este autor en este punto, lo cierto es que reconocemos que tiene razón en cuanto a la coexistencia de estructuras lógicas, de sentido, junto a otras. Estas, sin embargo, no es que sean “ilógicas” o “irracionales”, sino más bien lo que ocurre es que responde a lógicas y racionalidades distintas. Aquí, y por solo citar un ejemplo, podría hablarse entre otras, de lógicas zoológicas (raciomorfas[5]les llama Gustavo Bueno) o institucionales materiales. Esta cuestión no creo que Alexander la tenga del todo en cuenta. Aun así, lo cierto es que teniendo en cuenta teoría de la pluralidad de racionalidades en pugna, lejos de demeritarse lo que apunta el sociólogo norteamericano, su teoría se complica aún más. Si hubiera efectivamente otras lógicas, más allá de la simbólica, pugnando en estos procesos; estaríamos frente a una pluralidad tal de mecanismos actantes que solo nos hace pensar en lo difícil, si acaso posible, de una respuesta efectiva antes los retos que la realidad nos impone.

Tristemente, yo no poseo una solución última para este dilema. Creo incluso que desgraciadamente no podría ofrecerse ninguna desde una única perspectiva disciplinar. A lo que sí me inclino es a pensar que muchos de los procesos polarizantes que estamos observando no solo continuarán; sino que su contradicción solo se agudizará, quizá hasta tal punto que se ya harán incompatibles en grado tal, que la colisión es cuasi lógica y por así decirlo necesaria. En este sentido, quienes intentamos ilustrar el proceso partimos a la lucha a sabiendas de la derrota.  De cualquier manera, habrá que seguir dando la batalla y golpeando con el mazo crítico en la roca de la Medusa, a la espera de alguna señal que indique que aun palpita la vida bajo el muro de las empaquetadas ideas cosa que nos separan de lo distinto.


[1]Para una profundización en este sentido ver:  https://www.youtube.com/watch?v=Nni3D1P235E

[2]Ver: Appadurai Arjun Appadur: La modernidad desbordada. Dimensiones de la globalización[Book]. – Montevideo: ediciones Trilce s.a , 2001 .

[3]Unívoco, plano, sin relieves.

[4]Ver: https://www.youtube.com/watch?v=9t35197jV-0

[5]Ver: Bueno, G. (2009). Espacio antropológico. Fgbuenotv. YouTube. https://www.youtube.com/watch?v=E4g9DIyVAOM

Top