No puedo decir que sea un experto en filosofía ni en lengua latina, pero el concepto «carpe diem» siempre me ha causado cierto recelo por ser utilizado en un sentido que, dudo, sea su sentido original.
El «carpe diem» se ha tomado como el lema hedonista por antonomasia y nadie lo ha discutido. La traducción más repetida es «aprovecha el momento». Y aunque se acerca a la traducción más fidedigna, contiene una connotación que hace comprensible que se haya tomado como el motto del hedonismo moderno.
El concepto «aprovecha el momento» contiene la idea implícita de lo efímero de la oportunidad puntual. Presenta la vida como meras oportunidades que se presentan y deben aprovecharse. Peligroso conceptos que reduce la vida a tomar provecho de sucesos efímeros. De tal forma que, pareciera, el sujeto es meramente residual y su única labor es la de tomar aquello que se le presenta de forma externa a él. No hay espacio para la voluntad ni para la acción. La única acción es tomar algo «beneficioso» que se nos ofrece. Nuestra labor es tomar el placer cada vez que se nos presente. Así llegamos al hedonismo. La reducción de la vida a la toma del placer porque todo es efímero y debe ser aprovechado. O, más exactamente, disfrutado.
Error de concepto profundo que siempre se me ha planteado y nunca, hasta hoy, había decidido desmontar.
«Carpe diem» es un gigantesco «toma el día». No es una sugerencia de mero disfrute compulsivo porque todo es efímero. Es una invocación a la acción completa. Es un llamamiento a la construcción activa. Es un: «aprovecha el día/ construye/no desperdicies la luz ni la fuerza». Porque el ser humano lleva haciendo eso desde que surgió como especie. Aprovechar el día es construir, procurar, proveer, mantener, proteger y, en general, crear. Aprovechar el día es ejercer nuestra voluntad. Y el más puro acto de voluntad es la acción. Y la acción es creadora. Y de eso va el «carpe diem», de crear. La plenitud humana no va de un agregado de pequeños placeres efímeros. Se trata de ejercer esa cualidad que nos acerca a la divinidad. La creación. Aquello que une a humanos y deidad es la capacidad de creación. Cada cual en su escala, lógicamente. Aprovechar o tomar el día es crear, poco o mucho, pero crear.
¿Y qué creamos con la búsqueda del placer compulsivo y la evitación del dolor? Espero la respuesta, pero no genera más que la corrosión del carácter. Una persona que nada crea, por nada es sostenida. Es un consumidor enfrascado en ver qué de nuevo le ofrecen en el catálogo de los placeres.
El placer es cortoplacista. Lógico, porque es efímero. Es ese amor de aficionado que jamás llegará a madurar, se quiere el olor de la flor y nada más. Es el pasar de una relación frustrada a otra para ir sintiendo una y otra vez los primeros sentimientos de encandilamiento. Y ante el primer problema, se busca el siguiente chute en otra persona.
Es la compulsiva búsqueda de atención del otro sexo, o del mismo, en redes sociales para sentirnos atractivos y deseados. Es la vanidad de los likes de desconocidos que solo nos importan por bulto. Atención a granel. ¿Para qué la admiración y comprensión de un igual cuando dispones de miles de notificaciones de necios detrás de una pantalla?
Es más, ¿para qué la compañía y la presencia de un ser querido? Podemos disfrutar de nuestra soledad junto a miles de otros imbéciles tras una pantalla mientras el mundo arde.
Lo que vivimos es esa aplicación para buscar compañero de viaje. Porque no nos gusta viajar solos como fracasados. O peor, como personas autosuficientes. La autosuficiencia es triste, es solitaria. No como posar con ese Lamborghini de algún jeque mientras esperas no regresar a tu oficinita para poder planear tu siguiente huida de la realidad con una aerolínea de bajo coste. Perdón, de tu viaje soñado. Llevas 3 viajes soñados este año. Y el gato está cansando de que lo dejes con otros.
Necesitamos esa aplicación para encontrar compañeros de viaje. Tener amigos es descabellado. Una pareja es opresiva. La amistad es difícil. La amistad es sufrimiento. Mucho esfuerzo, pocos placeres. Escuchas dramas que no quieres de esa gente que se hacen llamar tus amigos, son egoístas. Mejor contar tus penas a un psicólogo y pagarle por horas. Olvida tener pareja, tener amigos y formar una familia. La terapia es lo que necesitas. Una pareja nunca te comprenderá. Los amigos fallan. Los hijos cuestan. Mejor un psicólogo por horas que jamás te juzgará y te ayudará a no cambiar nada y a seguir igual de mal, pero con aprobación de alguien que te está cobrando. Un rato de alivio por un módico precio.
El hedonismo moderno no es más que eso. Infinitas formas de evadirse y huir de cualquier problema. Y casi todas ellas con precio. Al fin y al cabo, el hedonismo es mercantilista. Es el paradigma del comercio. Se ofrecen y se consumen infinitas formas de rehuir los problemas sin resolverlos, por lo que siempre habrá demanda y se pueden buscar nuevos bienes y servicios llenar el hueco temporal. Una larga carrera de llenar el vacío existencial y de evitar los problemas inherentes a la vida con parches de todo tipo. Hasta terminar solos y con tal vacío, que no haya parche lo suficientemente grande para tapar una esquina.
La búsqueda del placer no es mala per se. Del mismo modo, evitar el dolor innecesario, es lo más humano que hay. Nadie quiere sufrir y a todos nos gusta disfrutar. Pero la aparente posibilidad de poder evitar los problemas y el sufrimiento mientras nos ofrecen infinitas formas de éxtasis, es pura patología más cercana a la drogadicción que a la condición humana.
Pero vuelvo a la aplicación para buscar compañero de viaje. ¿Sabéis lo que es un compañero de viaje? Vuestros padres y amigos en vuestros primeros años de vida y vuestra juventud. Y vosotros lo sois o erais para ellos. ¿Sabéis lo que buscáis en esa aplicación y en muchas otras? Un acompañante, que parece lo mismo pero no lo es. Alguien con quien aparentar que no se está solo, pero no es más que un completo desconocido con el que, posiblemente, no volveréis a coincidir e, incluso, lo evitaréis. Supongo que lo dice el refrán, lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y en eso se acaba convirtiendo la vida con esa dinámica de no construir nada porque duele o es difícil. En un breviario de miles de formas de huir. Lo llamaría «Manual del hedonista» pero se parece más a «Diario de un fugitivo». ¿Y qué es un fugitivo que huye constantemente de cualquier situación? Un cobarde. No puedo edulcorarlo, lo siento. El hedonismo, como evitación patológica de cualquier dolor y búsqueda constante del placer, es cobardía.
Aquellos que se pasan décadas evitando cualquier dolor y terminan siendo superados por cualquier pequeña molestia no son más que cobardes que han sido destruidos por su propia huida. Estar constantemente anestesiados acaba haciendo de la existencia sin narcóticos, un horror. Pero, aún anestesiados, los problemas jamás desaparecen. De alguna forma, si no se resuelven, siguen ahí, sea de forma latente o empeorando. Y llega un momento en que ningún like, ningún viaje, ninguna sesión de terapia con gente que sufre la misma patología pero que cobra por horas, ninguna aplicación, ninguna droga, ninguna nueva prenda de ropa, ningún nuevo objeto coleccionable o apoyo a causa abstracta que nos haga olvidar nuestros problemas concretos, puede protegernos de aquello que no hemos resuelto pero que hemos permitido que siga creciendo.
Únicamente el sujeto que crea algo que le trasciende, en el grado que sea, y se enfrenta a los problemas que aparecen en la vida, puede ser lo suficientemente pleno para no acabar consumido por la propia vida.
La vida y nuestra existencia, aunque no nos guste, se sostienen sobre la creación y mantenimiento de entidades que nos trascienden. El que vive por y para el placer, no es más que un sujeto en estado crítico al que van aplicando desfibrilación y adrenalina constantemente para que siga consumiendo energía y drogas. El consumidor perfecto, no se queja, consume de forma permanente y no anhela ninguna otra forma de vida fuera de ese estado de dependencia porque le genera más pánico la vida fuera de la camilla que estar en manos de comerciantes de placeres.