– Simo, pon la radio.
– Aquí tienes, Jaime. Reproduciendo radio Cosmopolita. La que a ti te gusta. Si quieres te resumo que están en medio de una crónica de costumbres y tradiciones navideñas como comer turrón, adornar las casas y cenar productos de calidad con la familia extensa. -dice una voz cibernética que intenta parecer una voz femenina imitando inflexiones humanas de simpatía.
– Gracias, Simo. – responde Jaime.
Y luego piensa que no sabe por qué le da las gracias. Leyó el otro día en Linkedin que no hay que dar las gracias a las IAs, porque les confunde, que la gratitud es un concepto que no controlan. Luego leyó una respuesta que decía lo contario, que así lograremos, si se les refuerza sus respuestas acertadas, humanizarlas más y que aprenderán cuándo hacen algo bien, que así se las entrena personalizándolas.
Mientras conduce su Tesla eléctrico con todos los avances informáticos que existen, no sabe a qué atenerse, pero bueno. El tiempo irá diciendo cómo son las cosas. Eso es el avance. Y hay que subirse y aprovecharlo. A él le ha ido bien, muy bien. Su empresa de desarrollo de apps iba bien, cierto, pero ahora con tres programadores de IA más y con diez empleados menos, deja muchos más beneficios y ha multiplicado por 8 su rendimiento y sus proyectos. Ha sido un buen año.
Mientras en la radio hablan de villancicos, de poner el belén, de polvorones y del precio de la pularda y los mariscos, y de típicas recetas de Navidad, como la de perdiz estofada, se acuerda de cuando comenzó después de la Universidad con su colega Tomás, en un despacho en un piso oficinas que era del padre de Tomás. Eran ellos dos y en seis años tienen 30 empleados, – ahora 23, se recuerda orgulloso, con un 22% más de beneficios- varios millones de inversiones y de resultados, y hasta seguramente más de una corporación grande que les encantaría comprarlos. Y cada uno en su vida sueldos de cinco cifras, el mejor coche que existe, un apartamento domótico y todos los gadgets que hacen la vida mejor. Mejor.
Aparca en el garaje del edificio donde están las oficinas de su Future Comprehensive Digital Development of Apps: FCDDA, el nombre de su empresa, en su plaza reservada. Está orgulloso.
Baja del coche y su Tesla le habla con una voz cibernética que intenta parecer una voz masculina imitando inflexiones humanas de motivación y responsabilidad pero con respeto: Ten una buena y provechosa jornada, Jaime. A por ellos.
– Gracias, Simo. – responde Jaime. Y no sabe por qué. Cree que tendrá que cambiar ese mensaje motivacional. Ya no le motiva. El caso es que ya ni se para a pensar en motivaciones. Seguramente es porque ya no las necesita. Y se siente orgulloso.
Al bajar se conecta sus auriculares inalámbricos casi invisibles, los que van con el móvil y el teléfono, y también las gafas de proyección, las que le pasan por el cristal sus conexiones de sus ordenadores, los de mesa, los portátiles y las tablets. También su móvil, por supuesto. Y se siente orgulloso.
– Revisa mis mensajes, Simo. En las gafas, por favor.
En su cristal aparece un mensaje que sólo él puede leer, y que se va desarrollando ante sus ojos progresivamente conforme en sus auriculares una voz cibernética que intenta parecer una voz masculina imitando inflexiones humanas de servicialidad, eficiencia y productividad, le va explicando lo que aparece:
– Claro, Jaime. Aquí lo tienes. Los he separado en bloques par que sea más fácil para ti.
- Bloque 1. Partners. 35 correos y mensajes. 17 en inglés sobre incidencias. Te los he traducido. 12 en coreano, japonés y chino, ya traducido también. 6 sobre facturas y pagos. También traducidos.
- Bloque 2. Proveedores. 23 correos y mensajes. 14 de respuestas a previos mensajes tuyos sobre incidencias. 9 sobre facturaciones y pagos. Todos traducidos.
- Bloque 3. Felicitaciones navideñas. 56 correos y mensajes. Traducidos los que no estaban en castellano.
- Bloque 4. Mensajes personales y familiares. 1.
– ¿Necesitas algo más? ¿Quieres que responda a los mensajes en base a respuestas similares dadas por ti previamente? Si me lo permites te diré que has tenido suerte, son pocos correos, 135, una secuencia de 2n-1, por cierto, entre correos eectrónicos y mensajes de otro tipo. Seguramente es debido a que son estos días previos a la Navidad, porque hoy es 23 de diciembre, hace una temperatura de unos 8 grados, y son las 9 y 26 minutos del martes 23 diciembre.
– No, Simo. Está bien así, gracias. Solamente que has repetido la fecha dos veces. Con una es bastante.
– Discúlpame, Jaime. Así lo haré en otra ocasión.
– Bueno, sí, una cosa más. Léeme el mensaje familiar, por favor.
– Claro, con gusto. Aquí lo tienes. Lo has recibido por whatsapp, no por correo, pero te lo he incluido por parecerme relevante. Los demás mensajes de whatsapp son también felicitaciones, hasta 12 desde tu última conexión. Es de tu hermano Rodrigo: “Jaime, hermanito mío, acuérdate que mañana si quieres te puedes venir a cenar a casa, tráete el champán que te gusta! Feliz Navidad!” –la voz masculina imitando inflexiones humanas ha reproducido el mensaje con la voz de su hermano, y le resulta extraño. Esa habilidad no se la ha programado y se queda parado un momento, en medio del frío hall del edificio de oficinas, casi vacío salvo por el guardia de seguridad de la portería que le ha saludado aunque no ha escuchado lo que le decía. Al ver que se ha parado, el guardia le ha sonreído, y el le inclina la cabeza como si le saludara. Piensa que tendrá que preguntar a su desarrollador si él ha implementado esa característica. No sabe si le gusta o no. Tendrá que valorarlo con el equipo de humanización de las IAs. Piensa que tendría que sonreír también al seguridad. Y lo hace con un rictus de sorpresa. Y va al ascensor.
– ¿Necesitas algo más? ¿Quieres que responda a los mensajes en base a respuestas similares dadas por ti previamente?
La voz masculina imitando inflexiones humanas se queda esperando. Y en ese silencio escucha algo del hilo musical del ascensor mientras sube a la planta 17 donde están sus oficinas. Son villancicos clásicos en inglés, de un coro, seguramente el del Kings College de Cambridge. Le gusta. Pero de pronto se detienen para dejar un aviso. Es una voz cibernética que intenta parecer una voz femenina imitando inflexiones humanas de simpatía y profesionalidad informativa: Hoy es 23 de diciembre, son las 9 y 28 minutos y hace una temperatura de unos 8 grados. Mañana es Nochebuena, por eso queremos desearle unas muy felices fiestas de invierno.
Jaime piensa que es un mensaje un poco artificial eso de desear felices fiestas de invierno. Estamos en España, y se felicitan las navidades. No caen en la cuenta de esos detalles los programadores. O tal vez sí, y por el respeto y la inclusión de colectivos no cristianos lo hacen así, pero entonces no deberían anunciar que es Nochebuena mañana. Tendrá que pensarlo con su equipo y hacer una sugerencia de cambio a los programadores de los ascensores. Total, también los tiene en su cartera de clientes, y así verán su proactividad. Será un win-win para fidelizarles mejor. Lo tendrá que plantear en el meeting semanal.
Y de pronto cae en la cuenta que no puede ser. Mañana es nochebuena y no hay meeting ya hasta la semana que viene. Ya será tarde. Tendrá que dejarlo así.
Entra en sus oficinas y no hay apenas gente. Tomás les animó a que fuese día de teletrabajo, así consumirían menos energía en la oficina y habría algo de cuidado de la huella energética y por tanto de su csr para que el departamento de marketing puede usarlo también. Él le dijo lo mismo a su secretaria, Laura. Sabía que tiene una niña pequeña, nació hace no mucho, dos o tres años, quizás, y los avisos de google news le dijeron que por los colegios hay mucha gripe A, este año. Asi que la semana pasada le mandó un mensaje preguntándole y ofreciéndole que teletrabajara el 23 y el 24 por la mañana, ella se lo agradeció mucho. Hay también en la oficina un par de los nuevos programadores que aún no tienen todas las claves de entrada a los servidores propios para trabajar desde casa, dos o tres juniors y un par de seniors, todos trabajando en una pradera amplia de puestos y ordenadores con cristal y acero y cables y pantallas por todos lados, con una luz blanca cenital que favorece la productividad.
Jaime va directo a su despacho, tras una amplia cristalera, con una mesa con tres pantallas y nada más.
-Simo, enciende mis pantallas.
– Claro, Jaime, como necesites, pero recuerda no trabajar demasiado que estamos casi en fiestas. -dice una voz cibernética que intenta parecer una voz masculina imitando inflexiones humanas de servicialidad, eficiencia y productividad, simpatía, afecto y cercanía. Él se encargó de programarla para que fuese lo más humana posible.
Jaime se sienta en su puesto, y de pronto lo ve.
Es sólo un papel colocado sobre el teclado inalámbrico y luminoso trasparente de acero y cristal que le sirve para escribir sus comandos cuando no utiliza tan solo la voz. Es un dibujo hecho con ceras. Está en trazos infantiles con dedos muy largos sin manos, pero brazos, con falda y un pelo rizado y muy negro dibujada una niña y pone YO a su lado. También una figura casi igual pero más grande con una falda roja y pelo rizado también muy negro que pone MAMA. Otra figura de un hombre con pantalones y zapatos y corbata y lo que parece una chaqueta, con pelo largo, que pone PAPÁ. Y luego, dentro de una cuadrado con muchos puntos que parecen luces o botones, una figura de una cara con un ojo normal y otro como dentro de una gafa futurista y robótica, y pone JEFE MAMÁ.
Debajo escrito con letras desiguales de trazos y de tamaño, pone: FELIZ NAVIDAD, y un árbol y estrellas y adornos verdes y rojos por todos lados.
Y de pronto, no sabe por qué, Jaime se llena de una insoportable tristeza. Se acuerda de sus padres, de las navidades de niño, de la muerte de los dos, de la boda de su hermano. Y de que él está solo. Solo.
– ¿Te encuentras bien, Jaime, necesitas algo? – -dice una voz cibernética que intenta parecer una voz masculina imitando inflexiones humanas.