El español como presa

El español como presa. Axel Seib

Creo que ya han pasado días suficientes desde que terminó la cobertura mediática de los acontecimientos en Torre-Pacheco como para hacer una evaluación de la situación sin ruido.

Ahora que ya no está todo lleno de hooligans a sueldo y con micrófono para tapar la violencia sistemática de los «jóvenes» de una comunidad concreta con los clásicos eslogans de «xenofobia», es posible hablar directamente.

Algo que me causa especial ternura es la eterna teoría de la conspiración de medios y gobierno que siempre ven en los manifestantes contra la inseguridad a «gente de fuera». Si, se llenaban la boca de que los manifestantes que no quieren que un lumpen con olor a canuto y ningún oficio apalee a ancianos y mujeres, eran elementos de extrema derecha. Pero tenían que cerrar el círculo. Primero, difamación ideológica con las monsergas de siempre. Y para terminar, combatir la supuesta xenofobia de los manifestantes con el comentario «son de fuera, la gente de Torre-Pacheco está por la convivencia».

Yo no sé qué sucede con los manifestantes, que siempre son de extrema derecha y no son oriundos de ningún lado. Debe ser fascismo flotante. Hay una suerte de población que flota sobre España y que no está empadronada en ningún lado, pero aparece en puntos concretos para mostrar xenofobia. Hoy en Torre-Pacheco, mañana en Santa Cruz de Tenerife, pasado en Sabadell, después en el País Vasco o, más tarde, en Fuenlabrada. Moviéndose tanto, sin ningún arraigo y apareciendo tanto en TVE, más que grupos de extrema derecha, diría que es Pedro Sánchez. Pero dejemos la broma en eso porque bastante ridícula es la situación.     Es absurdo tener que creer que hay gente de ideología radical que aparece y desaparece y dispone de tiempo y recursos para manifestarse allí donde ve oportunidad. Nadie tiene tanto tiempo libre ni forma de transporte. No quieren que se tenga coche y los trenes no funcionan, es difícil creer que grandes grupos puedan llegar a la otra punta de España. Es más fácil entrar en España desde fuera sin documentación ni billete que ir de Madrid a Sevilla con DNI y billete de AVE. Ya no digamos para ir a Torre-Pacheco.

Y es ciertamente poético acusar de xenofobia a gente a la que se intenta difamar tratándola de ser «de fuera». No sé qué concepto tienen los medios españoles sobre «ser de fuera». Pareciera que si eres del pueblo de al lado, eres de fuera, pero los agresores marroquíes son oriundos de Murcia desde hace milenios. Y es por todos sabido que en Torre-Pacheco hay algo muy de la tierra. Que no es exigir seguridad, es que se reúnan tres imanes para pedir a los jóvenes musulmanes que no salgan a la calle de noche. Es la típica conducta propia de gente integrada y que respeta la ley y la autoridad civil. Si no se reúnen tres barbudos en sandalias que se han erigido como autoridad religiosa, no se respetan las leyes. Si, tiene pinta de que el problema es la super extrema ultra-derecha radical formada por familias y vecinos que exigen que no se les agreda por ser españoles en su propio país. Acabáramos. Los pelagatos que salen por las noches a grabar agresiones en grupo a ancianos mientras se ríen, no son el problema. Que esos bípedos sobrevalorados únicamente obedezcan durante unos días el no salir a hacer daño previa orden de autoridades religiosas ligadas, al parecer, con grupos ilegalizados incluso en Marruecos, tampoco es mala señal. El problema es que tenemos radicales que no quieren acabar en ingresados o en la morgue porque algún grupito más similar a una piara, no tenía ese día para fumar ni mejor plan que la violencia gratuita.

Mención especial me merece ese concepto sudado desde los años 90 o incluso antes. El concepto de «cacería». Puede que en algún lugar y en algún momento, hubiera algún grupo neonazi que dijera «hoy salimos a cazar». Puede ser, no lo dudo. Aunque ese concepto se lo he escuchado incluso a Pablo Iglesias como posible referencia a un plan nocturno en Segovia. Y no parece Pablo Iglesias un neonazi. Aunque mucho menos me lo parecen unos vecinos que no quieren que una pandilla de haraganes les arruinen la vida. Es más, me parece que es más propio de «cacería» el salir sistemáticamente de noche en grupo a por españoles, grabarlo en vídeo y que únicamente se obedezca, no a la autoridad civil, sino a unas autoridades étnico-religiosas incrustadas de forma paralegal. Quizás, el problema sea que la invocación a «ir de cacería» si se emplea contra el fantasma de «los fachas», no es un problema. Y salir en grupo a agredir a ancianos españoles o violentar a mujeres españolas, tampoco. La «cacería» problemática es la movilización de vecinos que no quieren que les maten.

No sé, es una teoría, pero diría que hay grupos en España que buscan y atacan única y sistemáticamente a españoles vulnerables. Es más, yo diría que tienen grupos en Facebook y Telegram. Pero dudo que jamás lo vayamos a saber. Por lo menos, por los medios tradicionales. Por otros medios y por las propias redes sociales de muchos desarraigados que agreden a ancianos, se sabe que esos grupos existen. Pero parece que la realidad importa menos que el cuento del pastorcillo y la extrema derecha. La cuestión es pasarse el día gritando «¡que viene el fascismo!» mientras el ganado te lo está devorando un nido de serpientes.

Pero mientras hay grupos organizados que salen a agredir cada día a españoles por diversión y no se ve patrón alguno, grandes intelectos como Ione Belarra únicamente ven dos cosas. Fascistas con micrófono y peligrosos grupos de extrema derecha que salen a patrullar sus barrios para evitar ser apuñalados por ociosos y alegres jóvenes con bula gubernamental. La imagen del fascismo y de la violencia en esas mentes es digna de análisis. Un reportero con polo, náuticos sin calcetines y repeinado, es un peligroso skinhead miembro del fascismo mediático. Y sale a la caza de inocentes armado con un micrófono y Aqua di Gio. Nada que ver con los pacíficos jóvenes con machetes y navajas, mantenidos con recursos públicos y que se dedican a merodear y a hostigar a cualquiera que vean suficientemente desvalido. O eso quieren hacernos creer.

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