Mucho ha cambiado la gestión forestal y la de prevención y extinción desde aquellos años 80 en los que pasaba mis veranos, para costear mis estudios universitarios, formando parte del retén de Montes Claros en la Sierra de Ayllón, por el Cañón del Jarama entre parajes fantásticos como el Cañón del Jarama, el cerro de San Cristóbal, el Collado de la Vihuela, cabeza del Viejo y entre pueblos como La Hiruela, Bocígano, Colmenar de la Sierra, Corralejo, La Vereda, etc.
Conducía una vieja carroceta, un vehículo autobomba de museo, y formaba parte del retén y de esas cuadrillas realizando tareas de podas, clareos, desbroces y demás tareas selvícolas y participando en la extinción de los incendios forestales de esa amplia y boscosa zona.
Mucho han cambiado los medios contra el fuego en estas décadas. Los equipos, vehículos y conocimiento han evolucionado mucho; también el músculo, potencia y profesionalidad. Ahora tenemos a la Unidad Militar de Emergencia (UME), brigadas nacionales del Estado contra incendios, son la élite. Disponemos de sistemas digitales y satelitales, así como otros medios de vigilancia y lucha activa, como drones.
Disponemos de cuadrillas helitransportadas y una flota aeronáutica inmensa: aviones anfibios de gran capacidad, aviones de carga en tierra, helicópteros de transporte de brigadas y bombarderos, aviones de coordinación y observación. Tenemos habilitados retenes de maquinaria pesada y un sinfín de maquinaria para apertura de cortafuegos. Disponemos también de vehículos autobombas muy modernas.
Muchos medios de extinción y mucho conocimiento al respecto. Pero lo que falta es prevención para evitar estos fuegos de nueva generación. Cada vez hay más combustible disponible en el monte y por eso, cada año hay más ‘mega- incendios’.
Hay que trabajar en su gestión, en hacer políticas forestales correctas, políticas de prevención, políticas que incentiven el uso de los recursos del bosque, de esos residuos forestales y aprovechar la biomasa térmica y eléctrica, incluso gas. De esta forma reduciríamos la masa del bosque con menos gasto.
El bosque español crece a mucha velocidad, se va acumulando y es un combustible que puede arder. Esta es la causa de estos enormes incendios, no se está reduciendo ni eliminando combustible. Hay que evitar que se superen rangos peligrosos que puedan arder. Más plantas de biomasa y menos demagogia porque cada vez hay más combustible disponible en el monte y por eso cada año hay más ‘mega-incendios’.
Gran parte de la gestión forestal del mundo rural se perdió en los años 70. El monte se empezó a llenar de matorrales, sotobosque y maleza, que año tras años se está acumulando. La maleza hay que eliminarla y el sotobosque, que son parte de la biodiversidad y del que dependen un sinfín de especies de animales y vegetales, hay que controlarlo, protegerlo y reducirlo. Debemos crear ecosistemas diversos biológicamente para que la fauna silvestre puedan actuar de bomberos, pero también hay que reducir la densidad de la vegetación.
Escucharán a nuestros responsables políticos siempre con sus excusas y sus absurdas justificaciones por no admitir su culpa. Tienden a evadir su responsabilidad: que si el calor, que si el cambio climático, que si el viento, que si pirómanos… Menos cambio climático y más cuidar los bosques, que hay toneladas de combustible muy seco sin recoger dejados años tras años y por fenómenos meteorológicos como ‘Filomena’.
Por otro lado no hemos sido capaces de sustituir este trabajo que hacían en el mundo rural por políticas forestales que palien este abandono. La despoblación, la política de protección de los espacios naturales y el cese de actividades del primer sector de producción agroganadera agravan el problema. Las políticas conservacionistas y ecologistas radicales son nefastas; esas políticas activistas de solo se puede mirar y no tocar nada son erróneas. Hay demasiado proteccionismo con multas y problemas al mundo rural. No podemos perseguir a los pocos que limpian nuestros montes. Su aprovechamiento es necesario. Hacen una gran labor de preventiva. Tiene que haber zonas de aprovechamiento ganadero.
Debemos hacer más cortafuegos, las superficies continuas de los bosques cada vez son mas grandes. Hay que romper con esas grandes masas y crear discontinuidades en el combustible.
Por otro lado, habría que devolver las competencias al Estado en extinción. Fue un error las transferencias. Son competencias que, dadas las dimensiones y la intensidad, deben ser del Estado. Con un centro de mando de coordinación único. Debemos de acabar con la descoordinación entre comunidades autónomas a la hora de aplicar protocolos o dispositivos.
Este monstruo de nueva generación de los incendios forestales es un monstruo con vida propia, que va por libre, con mucha voracidad. Es una nueva realidad que hay que tener muy presente y que hay que combatir y luchar partiendo de la dura realidad y del elemento clave, que no es otro que la gran cantidad de combustible que hay en nuestros montes, campos y vegas de los ríos.