El siglo XXI, las periferias y su Liberalismo de Corral (n OTAN libre)

El siglo XXI, las periferias y su Liberalismo de Corral. Facundo Di Vincenzo

Introducción.

El escritor, pianista y compositor oriental Felisberto Hernández (Montevideo, 1902-1964), considera que más allá de nuestra realidad, sueños e imaginación, existe otra dimensión, que tiene que ver con nuestros recuerdos y que él llama “las tierras de la memoria”[1]. Para Felisberto Hernández la memoria no es precisa o, al menos, no es lo precisa que nosotros creemos o queremos, de allí que para el escritor la memoria tenga una suerte de “vida propia”, que opere y accione de forma independiente respecto de nuestros deseos o requerimientos.

Al ver el avance de ciertos “nuevos liberales” e intentando comprender sus argumentos la memoria se me disparo a unos veinte años atrás, cuando con un amigo y mi hermana fuimos a ver a una de nuestras bandas de rock preferidas, liderada por los Cadillacs Sergio Rotman y Fernando Gabriel Ricciardi: Cienfuegos. Por aquel entonces se hablaba de “un nuevo rock alternativo argentino” y se realizaban festivales congregando a estos grupos. En este caso se realizó en la cancha de Excursionistas y también tocaban Lumumba, Todos Tus Muertos, El otro yo, Catupecu Machu y unas cuantas bandas más de las cuales me sorprendió una de Rosario llamada “Carmina Burana”. ¿Qué me llamo la atención? Unas palabras de su cantante, como dice Felisberto Hernández: “desconfiemos de la memoria”, pero el tipo dijo algo así: “En estos tiempos de liberales de corral vamos a tocar para esos animales de corral.” La frase me quedo impregnada en las paredes del cerebro acompañando los pensamientos y las lecturas de varios grandes maestros y pensadores que abordaron el problema de la humanidad y su crisis desencadenada tras las grandes guerras del siglo XX, por mencionar tan sólo algunos: Max Scheler en La idea de paz y el pacifismo [1927]; Doll, Ramón, Liberalismo. En la literatura y la política (1934)[2]; Juan Domingo Perón, en su La Comunidad Organizada (1949)[3]; Nimio de Anquin, Escritos políticos (1926-1972)[4]; Leonardo Castellani en Esencia del Liberalismo (1960)[5]; Carlos Astrada, Metafísica de la Pampa[6] (1921-1963); Arturo Jauretche, El medio pelo en la sociedad argentina (1966)[7]; Alberto Methol Ferré, “Filosofía e Historia tras el colapso del ateísmo mesiánico” (1992)[8]; Byung-Chul Han en Psicopolítica (2000)[9]; Alberto Wagner de Reyna, Crisis de la Aldea Global (2001)[10]; Aleksandr Dugin, Identidad y soberanía: contra el mundo posmoderno (2018)[11]; Alain de Benoist, Rebelión en la Aldea Global (2018)[12]; Francisco, Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social (2020)[13]; Alberto Buela, Pensamiento de Ruptura (2021)[14].

 

El Posmoprogresismo.

En todos los autores antes mencionados encuentro un problema en común, antes de elaborar sus argumentaciones, ideas, hipótesis y pensamientos, deben lidiar con las palabras, más bien, con lo que se dice que expresan o manifiestan esas palabras. Al utilizar términos como libertad, Estado, progreso, Nacionalidad, Patria, humanidad, por ejemplo, los encontramos re definiendo cada uno de los conceptos, ya por no estar de acuerdo con la definición pre establecida, ya por considerar que se ha desvirtuado la sustancia real de ese término. Un especialista en el oficio de la historiografía, el historiador Alejandro Herrero, diría: “quien domina nomina”. Para los autores que escriben desde y para esta región del mundo, como Ramón Doll (La Plata, 1896-1970) por ejemplo, no fue necesario leer a Pierre Bourdieu o a Michel Foucault para dar cuenta que hay un poder detrás de las palabras, ahora bien, ¿Cuál es ese poder? ¿Dónde se radica? ¿Cómo se impone?

Si nos corremos de Wikipedia y, al mismo tiempo, nos refugiamos del bombardeo tecnológico al que nos tratan de habituar en estas primeras décadas del siglo XXI, cualquier habitante de Iberoamérica puede comprender que desde el siglo XV, y tras un largo proceso de rebeliones, resistencias, revoluciones y guerras; externas, contra los Imperios del Atlántico Norte e internas; contra sus aliados en nuestros países, en la región se impone una cosmovisión (forma de ver-interpretar-comprender el mundo) racionista, liberal, progresista, ateísta, capitalista, individualista. Como puede observarse, no menciono una sola dimensión de la dominación, no es una cosa o un sector/clase social, sino múltiples, ahora bien, como señala Aleksandr Dugin, hay poderes, asociaciones y/o agrupaciones que sirven de conectores para ejercer esa dominación de una forma efectiva, como dice Byung Chul Han, para desplegar un poder “invisible” sobre todos nosotros.

Una de las principales formaciones/organizaciones[15] que actúa como conector de las diferentes formas de dominación de la cosmovisión occidental ejercida desde las potencias del Atlántico Norte (OTAN) sobre el resto del mundo, es el llamado Estado Liberal de derecho, que como explican en sus trabajos Alberto Wagner de Reyna Alberto Buela, Leonardo Castellani, Nimio de Anquin, es un tipo de Estado que nada tienen que ver con la democracia ateniense o con una democracia en donde los sectores productivos encuentran a sus representantes (entiéndase a ellos mismos: sus pares, ejemplo: los trabajadores de la construcción a un trabajador de la construcción, los docentes a un docente) en el gobierno.

En resumen, es un sistema que poco o nada tiene que ver con las formas de participación asamblearia de las comunidades aldeanas, pero tampoco tiene que ver las asambleas universitarias, en donde los docentes eligen docentes, los estudiantes, estudiantes y los no docentes, no docentes o con las asambleas de trabajadores que eligen un representante, aquello que Juan Domingo Perón llamo: “las organizaciones libres del pueblo”. Ahora bien, si no expresa la representación “natural” de los hombres, como fue posible su imposición. Aquí una breve síntesis.

El Estado Liberal de Derecho es un tipo de Estado que se expande por Europa en las mochilas de los soldados de Napoleón tras la Revolución Francesa. En realidad, la Revolución de 1789 termina de consolidar una serie de transformaciones inauguradas durante la Revolución Inglesa (1642-1688), en donde los burgueses anglosajones deponen al Rey Carlos I de Inglaterra para constituir un Estado a imagen y semejanza de sus intereses. Así lo demuestra el aluvión de leyes que favorecieron los cercamientos de las tierras baldías, alodiales y bosques de aprovechamiento comunal. Terrenos que pasaron a manos de la burguesía criadora de ovejas (para fabricación de sus tejidos)[16] o las leyes de comercio marítimo como “el libro negro del almirantazgo”, todas ellas acciones que motorizaron la expansión, conquista y colonización de territorios a lo largo y ancho del mundo[17]. En consecuencia, en Francia, la originalidad de sus burgueses fue tan sólo la de constituir un Estado Nación Liberal[18]. La llamada modernidad lejos de liberar al hombre de un mundo de ataduras nació a partir del sometimiento de los sectores sociales del trabajo (con la prohibición de Gremios y Sindicatos decretada por los revolucionarios franceses: Ley Le Chapelier de 1791[19]) y de los demás pueblos del planeta (como lo manifiestan los mismos jacobinos con su invasión e intento de saturación de la Revolución Haitiana de 1791-1804 en nuestra América[20]).

La Revolución Francesa consolida el poder político del sector del capital (mercantil/financiero/colonizador/esclavista/explotador), pero además para nosotros, constituye el afianzamiento de la explotación de una serie de Estados Nación del Atlántico Norte (Reino Unido, Francia, Holanda, Bélgica, EEUU) sobre el resto del mundo occidental, ese resto que será llamado a lo largo del tiempo de muchas formas: “países atrasados”, “periferia”, “tercer mundo”, “colonias y semi colonias”, en definitiva, como escribe Franz Fanón, quienes de ahora en más serán “los condenados de la Tierra”[21].

En consecuencia, nos encontramos frente a una formación/organización que nos rige pero que no es “natural”. No expresa la voluntad libre de los hombres eligiendo a quienes conocen, con quienes viven y trabajan día a día. En resumen, es una forma impuesta, artificial, ajena.

Los pueblos en América Latina y el Caribe han reaccionado a lo largo de la historia contra el avance imperial (de los Imperios precolombinos como de los imperios europeos), como lo he desarrollado en otro trabajo[22], el caudillo de las guerras de la independencia y de las civiles (José de San Martín, Simón Bolívar, Gervasio Artigas, Rosas, Vicente “Chacho” Peñaloza, etc…) o los lideres surgidos de movilizaciones masivas o luchas populares: Emiliano Zapata, Cesar Augusto Sandino, Fidel Castro o Juan Domingo Perón, por ejemplos, fueron la expresiones de otro tipo de elección, de otro tipo de democracia diferente a la que se propone en el Estado Liberal de Derecho, ya que allí se llevó a cabo una verdadera elección de los hombres, una elección natural y viva, con movilizaciones y acciones colectivas concretas que determinaron los liderazgos, no es casual que en todos los casos mencionados el líder se constituyó como tal antes de tomar el poder político y no después.

En este punto me interesa resaltar que a diferencia de los burgueses modernos que reaccionaron al absolutismo y a las estructuras de poder feudal proponiendo otro sistema de gobierno, otro tipo de Estado, los posmodernos no discuten al Estado Liberal de Derecho, tampoco proponen otra forma de gobierno. Repasemos, los burgueses modernos que dieron vida al sistema democrático que impera en Occidente hoy en día, como señala Leonardo Castellani: “sabían muy bien lo que querían; querían la libertad de comercio, o sea la libertad para el Gran Dinero a fin de llegar al poder del Gran Dinero o sea al actual capitalismo; y para eso querían gobiernos débiles o sea parlamentarios, división de poderes, sufragio universal y lo demás; y para eso querían una religión débil, el deísmo, y después el cristianismo liberal y hoy día el modernismo.[23]” Ahora bien, ¿Quiénes son los Posmodernos y qué proponen?

Los Posmodernos son un grupo heterogéneo, en su gran mayoría, de intelectuales académicos, es decir: hombres y mujeres excesivamente instruidas (con carreras de grado, posgrado, doctorado y posdoctorado) que intervienen con publicaciones y exposiciones dentro del mundillo científico. En general no se preocupan por la política, la económica o la situación social de sus países, raramente se acercan o participan en encuentros o marchas de organizaciones políticas, son militantes, pero de salón. Participan o manifiestan adhesiones desde sus perfiles electrónicos a las causas “universales”, según ellos: “aún no saldadas por la modernidad”, entre las principales de estas se encuentran: los derechos de los pueblos nativos, el cuidado del medio ambiente, los derechos humanos y las políticas de equidad de género. Más allá de la “buena voluntad” su acción no puede despegarse de dos males de origen. El primero relacionado con la formación académica y científica. ¿Cómo es esto? En el campo de la filosofía, el pensamiento y las ciencias sociales en general, los Posmodernos han surgido y/o transitado su formación en las principales universidades de las potencias del Atlántico Norte. Más allá de las libertades de cátedra y enseñanza, todo docente o estudiante universitario despierto puede dar cuenta que más-menos existe una dimensión de transferencia de poder ideológico que opera, en la superficie o en el subsuelo: detrás de las programas, lecturas y autores seleccionados. ¿Qué quiero decir? Estas universidades transmitieron su aura de poder Imperial, en consecuencia, la crítica a la modernidad de los Posmodernos lejos de discutir las esferas del poder económico de las transnacionales (en más de un 90% situadas en el Atlántico Norte[24]) y el control político militar de la OTAN en Occidente, viraron hacia discutir el legado discursivo de la modernidad, su relato. Con el paso de los años llegaron a cuestionar la validez de la historia, y con ello, la importancia de las tradiciones, costumbres y de la forma de sociabilidad más elemental para los humanos: la familia, institución que llego a estudiarse como el resabio de otras épocas, un mandato, una cadena que imposibilitaba el desarrollo personal y el progreso individual. Observo que tras un momento de auge hacia 1992, con su traslucida crítica a la colonialidad y al eurocentrismo imperante en los relatos históricos, la carencia de una mirada geopolítica y multidimensional (económica, social, cultural) agoto la energía del movimiento Posmoderno, sin embargo, antes de morir, ha logrado diluirse/derretirse sobre dos grupos que llamaré: Los Liberales de Corral y los Progresistas sin nido.

 

Los Liberales de corral.

Los liberales de antes, los del siglo XVIII y XIX, tenían una serie de ideas con cierto fundamento para exigir y gritar a viva voz por la libertad. En aquellos tiempos existían una serie de instituciones y formas que probablemente debían morir porque, en realidad, ya estaban moribundas: el absolutismo de los reyes inventado por los reyes protestantes, el despotismo demasiado cerrado de los gremios y corporaciones medievales, una religión entrada en decadencia por la infiltración del capital, que como señala Castellani, “origino en Inglaterra el deísmo y en Francia, el filosofismo.[25]” Los liberales de la actualidad reclaman por otro tipo de cuestiones, muy diferentes a la de los liberales del siglo XIX, como diría Marx, “la historia se repite dos veces, primero como tragedia y después como parodia[26]”. ¿Cuáles son estas diferencias? Como señala Castellani, desde 1852 hasta nuestros días los liberales han obtenido victoria tras victoria, escribe: “Tenemos constitución -dos por falta de una [1853/1949]-, tenemos Cámaras Alta y Baja -dos por falta de una, y bastante bajas-, tenemos sufragio universal […] Tenemos frecuentes y costosas elecciones -o sea opciones-, tenemos esplendorosos partidos políticos con unas plataformas que no te digo nada, tenemos libertad de culto, libertad de prensa, libertad de reunión, libertad de opinión y libertad de enseñanza […], es decir, tenemos todo el liberalismo entero y verdadero, y esto no marcha: de confesión de todos, hace tiempo que esto no marcha.[27]» Entonces, ¿Qué piden los liberales hoy? Fundamentalmente eliminar al Estado. Vale preguntarse, ¿creen que la libertad plena se logra tras el vaciamiento del Estado? ¿es eso lo que falta para que nos sintamos libres?

En los últimos dos años (2020-2021) el planeta atravesó la Pandemia de Covid, en los centros urbanos de algunas ciudades occidentales aparecieron ciertos grupos y personajes en los medios de comunicación que exigían mayores libertades. Incluso hubo casos en donde se ha cuestionado la existencia del virus mismo. Alegaban que era una trampa, una farsa que buscaba ejercer un control sobre la población por parte de los organismos estatales. Una vez más el Estado era cuestionado con argumentos salidos de libros escritos por los liberales del siglo XIX.

Alberto Buela en un hermoso libro: Virtudes contra deberes (2020) explica que parte del problema actual nace como consecuencia de la anomía que rige al mundo contemporáneo en donde nadie cree en nada. Escribe: “un mundo en donde cada uno hace lo que quiere y donde no existe ninguna certeza. Es más, la única certeza es la incerteza.[28]

Repasemos. El liberalismo del siglo XVIII y XIX motorizado por la burguesía industrial/mercantil/financiera de las potencias del Atlántico Norte avanzo sobre toda obturación posible a la circulación del capital bajo la aureola de una idea fuerza llamada “Progreso”. En el siglo XX esta tendencia –Liberal/Progresista- continuó hasta generar una competitividad entre las burguesías del Norte por el acceso a los mercados y los recursos que le han costado a la humanidad dos Guerras Mundiales más un cuestionamiento profundo a las iniciativas colectivas, comunitarias, integracionistas, nacionalistas y orgánicas en Occidente. Poco tardo en recuperarse el poder del capital, qué tras las guerras, supo preparar un escenario en donde la única vía, proyecto y modelo a seguir era constituirse como un sujeto productivo, de hiper rendimiento, generador de más capital (para uno y/o para otros), claro está, al mismo tiempo para ello es necesario alivianar toda carga posible: familia, hijos, amigos; probablemente ello explique el furor de las mascotas en las primeras décadas del siglo XXI, con un perro/gato no se discute y tampoco hay que dejarle ningún legado. Aquellos que no podían lograr ser productivos pasaban a formar parte de los excluidos, marginales, otra vez, “en los condenados de la tierra”. Ahora bien, estos nuevos liberales del siglo XXI, como dice Byung Chul Han, no accederán nunca a la libertad, aunque si podrán llegar a rascar “la sensación de libertad”, dice: “el sujeto del rendimiento, que se pretende libre, es en realidad un esclavo. Es un esclavo absoluto, en la medida en que sin el amo se explota a sí mismo de forma voluntaria. No tiene frente a sí un amo que lo obligue a trabajar. El sujeto del rendimiento absolutiza la mera vida y trabaja. Por ello al esclavo neoliberal le es extraña la soberanía, incluso no comprende la libertad del amo que no trabaja y únicamente goza.[29]” En resumen: el sujeto productivo ya no trabaja para sus necesidades sino para el capital. La vorágine tecnológica del siglo XXI planteo una nueva dimensión para el sujeto del rendimiento / para el hombre hiper productivo, al ocupar (debería decir sobre ocupar) el tiempo antes destinado a los seres queridos (familia, hijos, amigos) con dispositivos inmediatos, próximos, íntimos, personales con un sinfín de aplicaciones para cada necesidad, aplicaciones que uno puede elegir, de allí “la sensación de libertad”. El capital genera las necesidades del sujeto “liberal” hiper productivo, a pesar que él, de forma equivocada, perciba como necesidades propias. Observo que en los últimos dos años la Pandemia lejos de acercar al hombre con su verdadero ser, social-comunitario-colectivo por naturaleza, acrecentó el aislamiento y la dependencia de los dispositivos, que permanecieron en nuestras casas encendidos a tiempos completo (24hrs), genuinos dispositivos del capital. En estos tiempos de auto explotación, el sujeto “libre” cuando es despedido o baja su rendimiento, dirige la agresión hacia sí mismo, no puede identificar el lugar que ocupa él/su país/su región en el ecosistema del capital a nivel mundial. el explotado no se convierte revolucionario, sino en depresivo. No es casual entonces que los liberales del siglo XXI reaccionen violentamente cuando su amo, el capital, debe ceder ante el Estado o ante los gastos que se destinan hacia los enemigos del capital (aquellos no productivos, los excluidos, marginales, los condenados de la tierra), es en ese momento cuando ellos explotan, gritan, patalean. Cuando claman por una libertad, pero no debemos confundirnos, esa libertad es una libertad de corral.


[1]Hérnandez, Felisberto, “Las tierras de la memoria”, en: Cuentos reunidos, Buenos Aires, Eterna Cadencia, 2009.

[2]Doll, Ramón, Liberalismo. En la literatura y la política, Buenos Aires, Claridad, 1934.

[3]Perón, Juan Domingo, La Comunidad Organizada [1949], Buenos Aires, Adrifer Libros, 2001.

[4]De Anquin, Nimio, Escritos Políticos [1926-1972], Santa Fe, Instituto Leopoldo Lugones, 1972

[5]Castellani, Leonardo, Esencia del Liberalismo [1960], Buenos Aires, Dictio, 1976.

[6]Astrada, Carlos, Metafísica de la Pampa [1921-1963], Buenos Aires, Ediciones de la Biblioteca Nacional, 2007.

[7]Jauretche, Arturo, El medio pelo en la sociedad argentina, Buenos Aires, Peña Lillo Editor, 1966.

[8]Methol Ferré, Alberto, “Filosofía e Historia tras el colapso del ateísmo mesiánico”, Conferencia en Lima, 1992. En: http://metholferre.com/bibliografia/

[9]Byung-Chul Han, Psicopolítica [2000], México D.F., Octaedro, 2016.

[10]Wagner de Reyna, Alberto, Crisis de la Aldea Global. Ensayos de Filosofía y fe cristiana, Córdoba, Ediciones del Copista, 2000.

[11]Dugin, Alekandr, Identidad y soberanía: contra el mundo posmoderno, Buenos Aires, Nomos, 2018.

[12]De Benoist, Alain, Rebelión en la Aldea Global, Buenos Aires, Nomos, 2018.

[13]Papa Francisco, Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y la amistad social, Buenos Aires, Editorial Santa María, 2020.

[14]Buela, Alberto, Pensamiento de ruptura, Buenos Aires, CEES Editorial del Pensamiento Nacional, 2021.

[15]En este caso se menciona al Estado como una formación/organización en el sentido que lo señala Alberto Wagner de Reyna, quien explica: “Al racionalizarla [habla del proyecto, la idea] la obra tiende a marchar independientemente de la razón que le dio empuje: se hace organismo. La organización es así la penetración de lo racional, evidentemente en lo no racional, para emanciparlo del hombre […] organizar es lo mismo que racionalizar. Racionalizar tiende a suprimir el suprimir el uso de la razón en la indiscutida vigencia de la razón. En: Wagner de Reyna, Alberto, Crisis de la Aldea Global. Ensayos de Filosofía y fe cristiana, op., cit., p. 23.

[16]Trías, Vivian, Imperialismo y geopolítica en América Latina, Buenos Aires, Editorial Jorge Álvarez, 1969; Hobsbawm, Industria e Imperio. Una Historia económica de Gran Bretaña desde 1750, Buenos Aires, Ariel, 1982; Hill, Cristopher, El mundo trastornado. El ideario popular extremista de la Revolución Inglesa del siglo XVII, Madrid, Siglo XXI Editores, 1983; Campagne, Fabián, Feudalismo tardío y revolución. Campesinado y transformaciones agrarias en Francia e Inglaterra (siglos XVI-XVIII), Buenos Aries, Prometeo Libros, 2005; Methlo Ferré, Alberto, Los Estados Continentales y el Mercosur, Buenos Aires, Ediciones del Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche, 2009; Gullo, Marcelo, La insubordinación fundante. Breve Historia de la construcción del poder de las Naciones, Buenos Aires, Editorial Biblos.

[17]Serna Vallejo, Margarita, “El océano Atlántico: de marca o espacio fronterizo a “territorio” dividido y sujeto a distintas jurisdicciones”. En S. Truchuelo & E. Reitano (Eds.), Las fronteras en el Mundo Atlántico (siglos XVI-XIX), La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Colección Hismundi, 2017; Truyol y Serra, Antonio, “Las fronteras y las marcas. Factores geográficopolíticos de las relaciones internacionales”, en Revista Española de Derecho Internacional, número 10, 1957, pp. 105-123; Di Vincenzo, Facundo, “De espaldas a nuestro Mar. Algunas observaciones sobre la Cosmovisión Liberal (OTAN) y sus artificios, en: Revista Movimiento, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial Arkhos, Número 25, mayo 2021, pp. 74-80. https://www.revistamovimiento.com/historia/de-espaldas-a-nuestro-mar-argentino-algunas-observaciones-sobre-la-cosmovision-liberal-otan-y-sus-artificios/

[18]Rosanvallon , Pierre, El modelo político francés. La sociedad civil contra el Jacobinismo, de 1789 hasta nuestros días, Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2007.

[19]Buela, Alberto, La organización sindical, Buenos Aires, Editorial Rioplatense, 1982.

[20]Gruner, Eduardo, “Un Bicentenario reprimido. La Revolución Haitiana o la modernidad maldita”, en Revista Razón y Revolución, Buenos Aires, 2015, pp. 1-5.

[21]Fanón, Franz, Los condenados de la Tierra [1961], México D.F, Octaedro, 2006.

[22]Di Vincenzo, Facundo, “Los Caudillos, la Historiografía Argentina y la política. Un acercamiento a la Batalla de Cepeda de 1820, Buenos Aires, Revista Movimiento: https://www.revistamovimiento.com/historia/los-caudillos-la-historiografia-argentina-y-la-politica-un-acercamiento-a-la-batalla-de-cepeda-1820/

[23]Castellani, Leonardo, Esencia del Liberalismo, op., cit., p. 137.

[24]Hay varios trabajos que reúnen datos sobre esta desproporción, por mencionar tan solo tres de ellos: https://www.bbc.com/mundo/noticias-42327754 https://www.cepal.org/es/publicaciones/11919-transnacionales-la-industria-paises-desarrollo https://www.eude.es/blog/companias-grandes-mundo/

[25] Castellani, Leonardo, Esencia del Liberalismo, op., cit., p. 145.

[26] Marx, Karl, El 18 Brumario de Luis Bonaparte [1852], Buenos Aires, Editorial Claridad, 1950.

[27] Castellani, Leonardo, Esencia del Liberalismo, op., cit., p. 138.

[28] Buela, Alberto, Virtudes contra valores, Buenos Aires, Carlos Tonelli Banfi Ediciones, 2020, p. 23.

[29] Byung Chul Han, Psicopolítica, México D.F., Octaedro, 2016, p. 6

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