Aleksandr Dugin, en su libro Teoría del mundo multipolar[1] hace una interesante descripción de los diversos paradigmas que pueden operar en las relaciones internacionales. Voy a ocuparme únicamente de dos de ellos, que son los que nos interesan a los efectos de este artículo.
Nos ocuparemos en primer lugar del llamado paradigma liberal, que es el que ha estado vigente hasta ahora en las relaciones USA/UE/Rusia y que ha determinado los posicionamientos respecto a la guerra de Ucrania. El dogma fundamental del paradigma liberal es de linaje progresista: creen que la naturaleza humana, y, a partir de ella, su expresión política en la forma de Estado, está sujeta a un cambio cualitativo, asumiendo que es a mejor.
Desde estas perspectivas, se deduce que las formas políticas pueden evolucionar, y pueden ir más allá de las fronteras de los estados y del egoísmo nacional. Así se asume la posibilidad de colaboración e integración entre diferentes estados sobre la base de ideales “morales” y valores comunes.
Esta supuesta “moralización” de las Relacione Internacionales hace que los liberales pongan el foco en la cuestión: que tipo de régimen político hay en uno u otro estado, y dependiente si este régimen es liberal-democrático (el único “bueno”) o no, su idea de relación será completamente distinta.
En consecuencia, la relación de los países “democráticos” entre sí tendrá una estructura completamente distinta de las relaciones con los “no-democráticos”. El dogma de que las democracias no se combaten entre sí está en el ADN de este paradigma de las RI.
Hay que aclarar que para que un régimen político se considere “democrático” no basta que haya elecciones, parlamento y partidos políticos. Es necesario que en el núcleo central de este régimen se asuman los “valores democráticos”, es decir, ideología de género, neofeminismo, ideológica climática, “derechos humanos”, cosmopolitismo, y toda la ensalada ideológica que representan los supuestos “valores occidentales”.
Con los regímenes “no-democráticos” no cabe componenda, pacto ni negociación. Solamente vale la “cruzada ideológica”, la destrucción del adversario, la “guerra santa”.
Este paradigma es el que ha dominado en el Occidente colectivo (USA más UE) desde el inicio de la guerra de Ucrania. Es curioso, pues antes del inicio del conflicto, muchos países de la UE tenían buenas relaciones diplomáticas y económicas con Rusia.
Es bastante evidente que detrás de este paradigma se esconde una enorme dosis de hipocresía y de discrecionalidad. También es bastante evidente que detrás de estas “multilateralidad” (término iniciado bajo la presidencia de Obama) se esconde una absoluta sumisión de la UE a los dictados de USA.
El globalismo que se deduce del paradigma liberal tiende, por un lado, a diluir (aparentemente) el liderazgo de USA como estado-nación, y a defender la idea de un “gobierno mundial” que implementará su proyecto en toda la Tierra. Cuando hablan de un mundo “basado en reglas” se olvidan de especificar quien va a poner estas reglas.
Cualquier estado que se oponga a este proyecto es un “estado canalla”, no es realmente “democrático” (aunque tenga parlamento, elecciones y partidos políticos) y debe ser combatido, pues es una amenaza a la “seguridad”. Alguien dijo una vez que no hay nada como el “pacifismo” para alimentar las guerras más sangrientas.
La indiscutible victoria electoral de Trump en USA ha trastocado complemente este paradigma. Quiero aclarar que el autor no participa de este entusiasmo acrítico con Trump del que hacen gala algunos sectores “patrióticos”, sino que trata de analizar las consecuencias de esta victoria y el impacto que puede tener con respecto a los intereses de España, de la Hispanidad y de las naciones europeas (que no la UE).
La política de Trump rechaza el paradigma liberal de las RI y se adscribe al paradigma realista. Veamos en que consiste.
Desde esta perspectiva los estados-nación son los principales actores de las RI y esto implica la ausencia de cualquier autoridad regulatoria por encima de los estados. Cuando existe algo con este nombre (ONU, tribunal de la Haya) responde, en realidad, a los intereses de un estado poderoso. El comportamiento de un estado determinado en la arena internacional está sujeto a la lógica de los intereses nacionales (“América, o sea USA, primero”).
Para los realistas en RI el lado factual de los procesos en las RI es más importante que el lado normativo, y lo más importante es la identificación de los hechos y las regulaciones objetivas que tiene una base material racional.
Todas las decisiones que Trump y su equipo están tomando respecto al conflicto de Ucrania responden a este paradigma. En primer lugar, hay un abandono absoluto de cualquier estrategia de “multilateralidad”. El protagonista es el estado-nación USA, y los supuestos “aliados” (léase vasallos) no interesan ya para nada.
En segundo lugar, los regímenes políticos que imperen en los estados que juegan en este conflicto no importan para nada, pues lo fundamental son los intereses del estado-nación USA. El principal adversario de USA es China, no por su régimen político, sino por su potencial económico. Rusia no es ningún adversario para los intereses de USA, por eso hay que hacer las paces con Rusia, darle lo que quiere (estatus de potencia regional) y centrarse en China. Además, la aproximación USA-Rusia puede debilitar los lazos de unión Rusia-China. Es algo parecido a lo que hizo Henry Kissinger (otro realista) pero al revés: este lideró una aproximación a la China de Mao para contribuir al enfrentamiento de esta con la URSS.
La tercera, y quizás la más importante de las consecuencias de la adscripción realista de Trump es que revienta el proyecto globalista desde dentro. El poner los intereses del estado-nación USA por encima de todo le lleva a una política de aranceles que constituye un ataque frontal al libre comercio, que es una de las patas del globalismo. Su política anti-inmigración es una nueva baza contra otra de las patas del globalismo: la “libre circulación de personas”.
A pesar de todo ello, hay que aclarar que no todos los ítems de la política exterior de USA se han visto alterados por Trump, y algunos de ellos interfieren directamente con los intereses de España y de la Hispanidad.
Trump sigue apoyando (igual que Biden), sin fisuras, al estado de Israel y su política de exterminio y de limpieza étnica contra los palestinos. El estado sionista es una cabeza de puente para los intereses de USA de oriente medio, y no van a renunciar a ella.
Un corolario importante a esta alianza es el eje USA-Israel-Marruecos, que afecta directamente a los intereses de España. Marruecos es aliado preferente de USA, que ha reconocido su soberanía sobre el antiguo Sahara español. En un hipotético conflicto España-Marruecos ya sabemos en que lado estaría USA.
Por otra parte, el proyecto de una plataforma continental hispanoamericana o iberófona (que incluiría a Brasil) ha tenido y tendrá siempre en USA su principal enemigo, y esto no ha cambiado con Trump.
El autor ha defendido siempre el paradigma de la multipolaridad en RI, paradigma que no es el de Trump. El análisis de como este paradigma puede beneficiarse o ser perjudicado por la política internacional de Trump lo dejamos para otro artículo.
[1] Dugin, A. (2017) Teoría del mundo multipolar. Tarragona, Ediciones Fides, colección geopolítica.