El Rif es esa región montañosa del norte de Marruecos que limita con Melilla; una región de escaso valor económico y poblada por tribus bereberes de carácter levantisco y aguerrido que, aunque nominalmente dependían del sultán de Marruecos, en la práctica eran independientes de cualquier poder político. En 1912, España y Francia firman un acuerdo en el que se reparten, en zonas de influencia, el sultanato marroquí, correspondiendo a España el protectorado sobre la zona norte. La resistencia de los rifeños al dominio español provocó lo que se conoce como la Guerra del Rif (con aciagos episodios como el desastre de Annual), que se dio por terminada con la primera operación de desembarco anfibio realizada con éxito de la historia moderna: el desembarco anglo-francés de Galípoli en 1915 fue un fracaso sin paliativos, no así el que se llevó a cabo, en Alhucemas, en 1925. Pacificado el Protectorado y derrotado Abd el-Krim, el líder rebelde rifeño, la zona pudo disfrutar de paz y calma hasta el 7 de abril de 1957, momento en el cual España reconoce la independencia de Marruecos y entrega la administración de la zona norte.
La incorporación al Reino de Marruecos provocó, enseguida, el rechazo entre los rifeños, puesto que eran considerados ciudadanos de segunda, de etnia bereber en un país de mayoría árabe. El sentimiento cristalizó en 1958 en las llamadas “revueltas del Rif”, en las que el aún príncipe Moulay Hassan —posteriormente Hassan II— pacificó el lugar a base de bombarderos de napalm sobre las cabilas y de una atroz represión. En 1984, Hassan II volvió a aplastar otra rebelión rifeña. Mientras tanto, la zona había quedado completamente abandonada por el Gobierno, condenando a su población a la inmigración a Europa o al tráfico de hachís. La llegada al poder de Mohamed VI, en 1999, supuso, en un principio, un cambio de política del Ejecutivo marroquí respecto a los rifeños, materializado en un gesto simbólico con el abrazo entre el monarca alauita y el hijo de Abd el-Krim; sin embargo, en Alhucemas, el 28 de octubre del 2016, el vendedor ambulante Mouhcine Fikri falleció triturado dentro de un camión de la basura cuando intentaba recuperar la mercancía que le acaba de confiscar la policía, y su muerte, grabada por teléfonos móviles, extendió rápidamente el clamor popular, que cristalizó en una serie de movilizaciones y varias reclamaciones al Majzén.
Lo que, inicialmente, no era sino una disputa local, con reclamaciones locales de carácter socioeconómico, ha mutado en el denominado movimiento Hirak. El Majzén ha acusado a los opositores de separatismo y atentado contra la seguridad del reino, lo que ha provocado que el movimiento dé un giro identitario y político. La bandera de la República del Rif ha empezado a aparecer junto a la del símbolo imazighen, que significa “hombre libre” en bereber, mientras que la enseña nacional, roja y con la estrella verde, es rechazada como una imposición del sultán. “¿Sois un Gobierno o ladrones?”, la frase dicha por Abd el-Krim —parecida a la de “Sin la justicia, ¿qué serían, en realidad, los reinos, sino bandas de ladrones? ¿Y qué son las bandas de ladrones, sino pequeños reinos?” de San Agustín de Hipona—, se ha convertido en uno de los eslóganes preferidos del Hirak.
Aunque, en un principio, Mohamed VI pareció dispuesto a resolver el conflicto de una forma pacífica, los viejos hábitos son difíciles de abandonar… y los rebeldes del Rif están pagando el precio: torturas, desapariciones, amenazas a las familias de los opositores, etc. El joven estudiante Nasser Zefzafi fue el primer líder del movimiento; apoyándose en el artículo 221 del Código Penal, que castiga a quienes perturban un culto o una ceremonia religiosa, el Gobierno marroquí lo encarceló el 29 de mayo de 2017, acusándolo de haber desafiado la predicación del imán local, que llamaba a terminar con la revuelta. Cabe destacar que, en Marruecos, los sermones que se dan en las mezquitas son preparados por el Ministerio de Asuntos Religiosos, que depende directamente del Majzén. El líder activista fue arrestado y torturado junto con muchos otros; concretamente, él fue víctima de numerosas descargas eléctricas en el centro de detención de Oukacha, en Casablanca, como se filtró posteriormente. Sorprendentemente, todo ante el silencio de los eurócratas, que no dudaron en alabar a Marruecos como cumplidor de los tan cacareados Derechos Humanos.
La represión efectuada por parte del Ejecutivo no ha logrado desarticular al Hirak, y Nawal Benaissa, una madre de cuatro hijos, ha tomado el relevo. Pese a los esfuerzos de Marruecos, la revuelta del Rif se está enquistando, y amenaza con producirle más de un quebradero de cabeza al corrupto sultán. Es cierto que, con Europa mirando hacia otro lado, podremos comprobar cómo Rabat extinguirá las protestas y tergiversará las reclamaciones en beneficio propio, como hizo con las protestas del Movimiento 20-F, allá por 2011. Lo que está claro es que nuestro vecino del sur está ganando inestabilidad… con las consecuencias que ello puede conllevar para nosotros.