Franco y el National Tontographic: análisis de una fabulación, y II

Franco y el National Tontographic: análisis de una fabulación, y II. José Javier Esparza

Mientras algún alma caritativa hace el recuento de las conciencias damnificadas por el engendro, sigamos destripando el documental que el National Geographic (vía Movistar) ha dedicado a Franco en su serie “Dictadores”. Ya hemos visto que su versión de la guerra de Marruecos y del advenimiento de la República es simplemente falaz. El resto de la Historia es todavía más falsario.

Básicamente, lo que nos dice es que España era una democracia plena en la que gana la izquierda –ni una palabra sobre el acreditado fraude electoral de febrero, ni sobre las violencias de la primavera del 36-, para disgusto de los terratenientes, los obispos y los generales. ¿Cómo era esa izquierda? No nos lo dice. Lo único que nos dice es que el nuevo Gobierno no se fiaba de muchos generales y optó por apartarlos. A partir de ese momento el documental habla de los “generales exiliados” como principales motores de la conspiración. Un momento: ¿Exiliados?

Que yo sepa, exiliado sólo estaba Sanjurjo desde su fallido golpe en 1932 (al que Franco, por cierto, no se sumó). Los demás habían sido llevados a destinos lejanos (Franco a Canarias, Goded a Baleares), pero ¿exiliados? ¿Tal vez en el National Geographic ignoran que las Canarias y las Baleares son territorio español? Vaya geografía, la del Geographic… Pero sigamos con lo de los generales. Porque la realidad es que, en el momento del Alzamiento, la mayoría de los generales prefirió plegarse al Frente Popular. El documental de National Geographic tampoco dice ni una palabra sobre el asesinato de Calvo Sotelo, que fue determinante para que Franco –como otros muchos- se uniera a la sublevación. El relato lo limita todo a la preocupación de Franco por las amenazas que se cernían sobre la Iglesia. No es mentira, pero, evidentemente, tampoco es toda la verdad.

El despiadado carnicero

Más caricatura: la versión del National Geographic sobre la proclamación de Franco como jefe del bando nacional es, sencillamente, desternillante. Es difícil glosar una versión en la que nada es verdad. Limitémonos, por tanto, a consignar de forma sumaria lo que en realidad pasó: en una situación militarmente precaria, políticamente incierta y económicamente desesperada, y viendo los estragos que en el bando contrario estaba causando la división de poder, los sublevados deciden elegir un solo mando. Debería haber sido Sanjurjo, pero éste muere en accidente de aviación. Contra la oposición de los generales más vinculados al orden republicano, como Queipo y sobre todo Cabanellas, la mayoría de los jefes escogen a Franco como líder político y militar. ¿Por qué? Por su hoja de servicios y por sus buenos contactos exteriores. Los partidarios de Franco se las arreglarán, además, para que ese liderazgo incluya el mando sobre el conjunto del Estado naciente. No les gustó a todos, pero todos se plegaron. Y todo lo demás es literatura.

Dice el documental que Franco se desvió de su ruta hacia Madrid para liberar el Alcázar de Toledo, en vez de dedicar esas tropas a la toma de la capital. ¿Por qué motivos? Con fines propagandísticos. Vieja historia. Siempre me ha llamado la atención que, cuando se cuenta este episodio, nadie caiga en la cuenta de que allí, asediando el según parece irrelevante Alcázar, había también un buen número de tropas del Frente Popular (15.500 milicianos), y que éstas tampoco acudieron a Madrid, sino que permanecieron en torno a su objetivo. Tan importante era el Alcázar para el Frente Popular, que el propio Largo Caballero se hizo retratar disfrazado de miliciano, al frente de sus huestes, en marcha contra el enemigo toledano. Claro que era un objetivo propagandístico. Lo era para todos.

¿Y la guerra? Bueno, el hecho es que Franco la ganó. El documental admite una sola vez que Franco era eficaz, pero enseguida le añade el calificativo “despiadado”, no vaya a parecer que el malvado general era un buen profesional. Tal y como Preston y sus chicos nos cuentan la cosa, el Frente Popular perdió la guerra porque la Unión Soviética retiró su apoyo militar, pero la verdad es que eso no ocurrió hasta el otoño de 1938 y de hecho no se verificaría  completamente hasta febrero de 1939. Para entonces la guerra ya estaba sentenciada tras el hundimiento del Frente Popular en la Batalla del Ebro. En todo caso, al relato del National Geographic esto le interesa muy poco: su narración se centra en explicarnos que Franco (y “sus moros”) iban pasando de ciudad en ciudad asesinando a la gente. “Masacrando a su propio pueblo”, que es el mensaje machacón del documental. De la gente que moría en el otro lado, ni una mención.

Muertos a mansalva y niños robados

El documental da como cierta la cifra de 450.000 víctimas de la guerra civil. Es un ejercicio muy temerario. A fecha de hoy, nadie está en condiciones de decir con total precisión cuánta gente murió en nuestra guerra, ya fuera en combate o ya en la represión, y sólo por aproximación podemos hacernos una idea de las víctimas de la represión posterior (ésta, sí, imputable al régimen de Franco). ¿Por qué es tan difícil cerrar el número exacto de víctimas? Por múltiples razones. En la época nadie tenía DNI, que es un invento de 1944. Muchos de los censos y padrones fueron quemados por la “justicia revolucionaria” durante los primeros meses de la guerra, tanto en edificios oficiales como en iglesias que ardieron por entero (porque en las iglesias no había sólo los “altares de oro” que dice Preston). Hay también numerosos ejemplos de gente que cambió de identidad después de la guerra, de personas que aparecen repetidas en varias listas de víctimas, incluso de gente que aparece como víctima de un bando y de otro a la vez. ¿Cifras aproximadas y provisionales? Unos 140.000 caídos en combate, a los que hay que añadir alrededor de 60.000 víctimas del terror rojo y en torno a 80.000 víctimas de la represión de los vencedores (hasta el año 1959). Esas son las que más o menos suscitan algún consenso. Nada de 450.000 muertos. Y el otrora famoso “millón de muertos”, como todo el mundo debería saber ya, no se refiere a los muertos reales, sino que suma el número de nacimientos que se habría producido en condiciones normales y que la situación de guerra frustró.

A propósito de cifras, el documental se abona a la tesis de los 300.000 “niños robados” por la dictadura, tesis completamente disparatada que, una vez más, ha quedado objetivamente refutada por la realidad: el caso de Inés Madrigal, fallado en julio de 2019, demostró que esa mujer, de niña, no fue robada, sino entregada voluntariamente en adopción. Y es relevante porque es el único caso –el único- que ha llegado a juicio; los demás ni siquiera han pasado la primera criba. Pero también esto da igual: lo que el National Geographic nos cuenta, en la línea inaugurada por el ex juez Garzón, es que el régimen de Franco diseñó un sistema para arrebatar sus hijos a las prisioneras republicanas embarazadas y entregárselos a familias adictas al régimen. ¿Es verdad? ¿Es mentira?

Veamos: el régimen de Franco, después de la guerra, optó por entregar en adopción a los hijos de mujeres presas, pero eso era una práctica habitual en la época y sigue siéndolo hoy en día en numerosos países (los Estados Unidos, por ejemplo). Lo mismo ocurrió con los huérfanos de guerra. Además, está el asunto de los “niños de la guerra” que fueron deportados por el Frente Popular a otros países europeos para alejarlos del conflicto bélico y que enseguida se encontraron con que la guerra llegaba hasta allí. A esos niños se los devolvió a España y en muchos casos no se encontró a sus padres. Y luego está, en fin, el asunto de los niños dados a luz por madres con problemas (o sin ellos) y entregados en adopción de forma irregular; son estos casos los que alimentaron la sospecha de una trama, pero, en general, se trata de episodios muy posteriores al final de la guerra, incluso ya en época post-franquista. Si mezclamos todo con todo y prescindimos del apoyo documental, puede salirnos, en efecto, la hipótesis de que el régimen de Franco montó una trama organizada de captura de niños, pero eso se cae en cuanto uno pide una prueba de que tal trama existiera. Hasta el momento, no ha aparecido ni resulta probable que vaya a aparecer. O sea que todo es mentira. Pero vaya usted a contarle todo esto al National Geographic.

Y llegamos al delirio

A los audaces constructores del documental, este asunto de los supuestos “niños robados” les sirve para sentar una tesis sorprendente, a saber: Franco –dicen- implantó un sistema de ingeniería social (sic) para criar jóvenes adictos con aquellos rapaces robados a sus madres. Cualquier español que haya vivido en la época sabe que eso es una invención (y además, muy reciente), pero cada vez quedan menos compatriotas que puedan atestiguarlo, así que, una vez más, al National Geographic le da igual. Siempre igual. 

Naturalmente, y para que no falte de nada en el repertorio de tópicos, el documental nos cuenta que el Valle de los Caídos fue construido con “mano de obra esclava” de presos políticos (republicanos), se sugiere que condenados a trabajos forzados. Como eso es una falacia que ya no se sostiene, en el mismo documental aparece acto seguido, y sin temor a la contradicción, un arqueólogo del CSIC para explicarnos que en realidad era un sistema de redención de penas que permitía al recluso reducir cinco años de condena por cada año de trabajo, y que por eso muchos pedían tal destino voluntariamente. “Pero no porque les gustara, sino porque lo otro era peor”, añade de inmediato el arqueólogo, por si no lo hubiéramos entendido. Tampoco nos dice el National, naturalmente, que además de reducir pena cobraban un sueldo, y que los reclusos sólo eran una pequeña parte del personal que en el Valle trabajó, pero es que el guión no aguantaba más contradicciones.

¿Más cosas? Sostienen los doctos guionistas del National Geographic que Franco congeló (sic) a España durante cuarenta años, e ilustran el aserto con unas estridentes imágenes de una carroza dieciochesca dando la vuelta a un ruedo taurino. Es notable, porque, se mire como se mire, esos cuarenta años fueron el escenario de la mayor transformación socioeconómica que ha vivido España en toda su Historia, incluidos los cuatro últimos decenios en democracia. Datos del Instituto Nacional de Estadística sobre sectores productivos: a la altura de 1940, el sector primario (agropecuario) ocupaba al 50% de la población, el secundario (industria) al 22% y el terciario (servicios) al 28%, proporciones muy semejantes a las de diez y veinte años atrás; pero a la muerte de Franco, en 1975, esas proporciones eran, en cifras aproximadas, del 22%, el 37% y el 36% respectivamente. O sea que España se había convertido en un país industrial. Eso por no citar otros muchos cambios que cualquier español mayor de 55 años podrá recordar como parte de su propia vida: el impresionante crecimiento del PIB en los años 60, la vivienda en propiedad, las vacaciones pagadas, la Seguridad Social, la práctica desaparición del analfabetismo, etc. O la nacionalización de Telefónica, la compañía madre de Movistar, que es la plataforma televisiva donde emite National Geographic (qué cosas…). 

A propósito de analfabetismo: el documental del National, para sustentar su propia falacia de la “España congelada”, termina contándonos que las primeras elecciones democráticas después de 1975, que fueron las legislativas de 1977, las ganó “el ala izquierda”. O sea que España, en cuanto murió el terrible tirano (de viejo y en su cama de un hospital público), volvió al Frente Popular. La verdad es que, en aquellas elecciones, entre la UCD de Suárez y la AP de Fraga (ambos, por cierto, ministros de Franco) cosecharon cerca de 8 millones de votos, mientras que el PSOE, el PCE de Carrillo y el PSP de Tierno Galván no alcanzaron esa cifra. En las legislativas siguientes, en 1979, las proporciones fueron muy semejantes. ¿Dónde está el “ala izquierda”? ¿Quién carajo ha documentado este documental?

Paro ya, porque no hay por qué aburrir al respetable. Sólo cabe una pregunta: ¿Qué hemos hecho para merecer esto?

Una última nota: el jefe de National Geographic es un señor que se llama Gary Knell, que dirigió durante muchos años la productora de Barrio Sésamo y que es miembro del Council of Foreign Relations, célebre think-tank vinculado a los Rockefeller y enteramente consagrado desde hace un siglo a proveer de munición intelectual a la política exterior norteamericana y a eso que se llama “gobernanza global”. Quizá sólo sea casualidad que el tono general de los documentales históricos de National Geographic transmita siempre, siempre, la idea de la culpabilidad europea en todos los males del mundo. ¿Y en qué puede interesarle a esta gente –se preguntará usted- que prevalezca la versión ultraizquierdista sobre Franco y la Historia de España? La respuesta es tan interesante que merece otro artículo. Aquí ya no cabe. Pero a lo mejor usted ya ha sacado sus conclusiones.

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