Geopolítica en el archipiélago de Svalbard

Geopolítica en el archipiélago de Svalbard. Daniel López Rodríguez

Para entender la geopolítica en el Ártico, además de Groenlandia, que ya la atendimos en nuestro anterior artículo, hay que tener muy en cuenta el archipiélago de Svalbard, situado en el Ártico a medio camino entre Noruega y el Polo Norte. Se trata de la zona habitada más septentrional del planeta. Para que se hagan una idea, las temperaturas en Svalbard son tan extremas que es imposible acatarrarse porque los microbios no sobreviven al frío. 

Estas islas han sido consideradas por mucho tiempo «tierra de nadie», pero desde 1920 se reconoce la soberanía de Noruega, tras el Tratado de Svalbard en las negociaciones de posguerra, donde se acordó que Noruega no podía utilizar las islas para «fines bélicos». Y desde 1925 es parte del país escandinavo cuando se firmó el Acta de Svalbard. 

Pero la geopolítica en el Ártico está haciendo que el archipiélago cobre mucho interés, como nunca lo ha tenido, para las potencias en disputa. Aunque Noruega sin duda es una de ellas. Y hablamos de un país rico en petróleo y que dispone de un fondo de inversión soberano creado por su gobierno, lo que hace que el país tenga el Índice de Desarrollo Humano más alto del mundo.

En las Svalbard hay uno de los yacimientos de petróleo más grande del mundo (de hecho Noruega es considerada la Arabia Saudita de Europa). Asimismo, las Svalbard pueden ser una de las puertas de una de las rutas más trascendentales del comercio internacional. Las Svalbard son, pues, una de las claves geopolíticas en la lucha que se está llevando a cabo en el Ártico. Si el deshielo del casquete polar se consuma, las Svalbard podrían convertirse en algo así como la capital del Ártico.

El resto de islas de la región pertenecen a Rusia, pero a deferencia de las Svalbard carecen de población. Groenlandia dispone de un caótico sistema legal, pero las Svalbard tienen instalaciones e instituciones consolidadas, que al fin y al cabo son del Estado noruego.   

Según la cadena franco-alemana Arte, el archipiélago de Svalbard es uno de los lugares donde más se está notando los efectos del cambio climático. En el archipiélago viven, según el censo de 2012, 2.642 personas, de las cuales 439 son rusas y ucranianas, 10 polacas y 322 de otras nacionalidades, y los demás son noruegos. Se fomenta el turismo para que éste poco a poco vaya dejando población. La comunidad más grande del archipiélago es Longyearbyen, donde se encuentra la mayor colección de licores del mundo. 

Dado el interés geopolítico que ha ido cobrando la zona, el gobierno noruego procura mantener la población noruega y así contrarrestar la influencia de rusos, ucranianos, polacos y de otras nacionalidades. Aunque no hay disputa por la soberanía de las islas. Muchos geopolitólogos consideran que las Svalbard son el epicentro de una de las mayores disputas con Rusia.

En las Svalbard el gobierno noruego no puede poner barreras al comercio de las islas, ni enviar al ejército ni construir cuarteles y fortalezas. También se le prohíbe poner restricciones a las empresas, y éstas tienen vía libre para explotar los recursos naturales de las islas. En el Tratado de Svalbard se firmó que ningún país cobrase impuestos a las empresas que trabajasen en las islas. Los svalbardenses sólo pagan impuestos para los gastos del gobierno de Svalbard. Hablamos, pues, de un paraíso fiscal y por ello no tiene ni IVA ni impuestos sobre las ventas y el impuesto de sociedades es del 16%, más bajo que el de Singapur. Svalbard es un paraíso fiscal con un salario medio igual que el de Noruega. 

Por esto surgieron dos ciudades en el archipiélago, las dos en la misma isla y a sólo unos kilómetros de distancia. Nos referimos a Barentsburg y Longyearbyen. La primera es de mayoría rusa y la segunda de mayoría noruega. En ambas ciudades la mayoría de sus habitantes son mineros de carbón, pero la mina de carbón de la isla detuvo su producción. 

A raíz de la anexión de Crimea por la Federación Rusa en 2014 se han ido deteriorando las relaciones entre Noruega y Rusia. Ya desde 1977, al establecer Noruega la Zona de Protección Pesquera (FPZ), cosa que satisfizo  a varios países pero no a Rusia, mantiene con el oso una relación tensa. También hay una disputa con la Unión Europea por los derechos de pesca del cangrejo de las nieves en la plataforma.  

Durante la Guerra Fría la URSS estuvo preocupada sobre el uso militar de las islas, pues Noruega había entrado en la OTAN desde que se fundó en 1949. Debido a la tensión entre el Atlántico y el Mar de Barents a causa de la OTAN y Rusia, las Svalbard han sido consideradas zona potencial de confrontación entre Rusia y la Alianza Atlántica, como destacó en un informe de 2017 el Ministerio de Defensa ruso. El Servicio de Inteligencia noruego cada vez está más alerta por la posibilidad de una mayor actividad militar en el Mar de Barents. En 2020 tanto la OTAN como Rusia han llevado a cabo ejercicios militares. Funcionarios rusos y estadounidenses se han lanzado declaraciones provocativas.

En caso de que estalle una guerra la zona de las Svalbard es clave porque desde allí se controla el acceso hacia y desde la Flota del Norte de Rusia en la península de Kola, donde se hallan los submarinos nucleares estratégicos rusos. De ahí que en caso de guerra los noruegos teman la invasión de las Svalbard por los rusos. Aunque a Rusia le interesa la estabilidad de las islas y cercanías por sus intereses económicos y políticos que goza en la región. 

El gobierno noruego tiene que equilibrar entre declarar el archipiélago como un «espacio internacional compartido» y defender su posición y soberanía en las islas. Los noruegos describen la situación que prefieren con la expresión «Alto Norte, baja tensión», especialmente con sus vecinos rusos.

Todos los habitantes de las islas Svalbard son subvencionados con 30.000 euros al año por el gobierno de Noruega a fin de poder reivindicar que posee población noruega en el archipiélago. En las Svalbard ni siquiera hace falta un visado para ir a vivir allí. Pero los habitantes del archipiélago tienen que estar preparados para ser autosuficientes y llevar un arma de fuego si abandonan el poblado, porque hay miles de osos polares.

El petróleo de las Svalvard no está en las islas sino en el fondo del mar, que por supuesto pertenece a la plataforma continental correspondiente a Noruega. Por consiguiente, según el derecho internacional, estos recursos pertenecen al país que colinda con dicha plataforma, en este caso Noruega. No obstante, el Tratado de Svalbard afirma que todos los países tienen derecho a explotar las riquezas de las islas, y Noruega no puede impedirlo. Y sin embargo, sobre la plataforma continental y el suelo marítimo en el Tratado no se dice absolutamente nada. Por entonces, cuando se firmó el tratado en 1925, no se llevaban a cabo explotaciones de petróleo en el fondo del mar. 

Cuando Noruega concedió tres licencias de explotación petrolera en el Mar de Barents, Rusia protestó porque consideraba que la plataforma continental de las Svalbard debería ajustarse a lo que se acordó en el Tratado. Pero los noruegos, muy inteligentes, hicieron una interpretación literal del Tratado y se concedieron la soberanía sobre el territorio marítimo. Esto hizo que en 2015 Rusia enviase a las mismas islas a su viceprimer ministro Dimitri Regozin, que se suponía que no podía viajar por el conflicto con Ucrania. Hay que recordar que Barentsburg es una ciudad mayoritariamente poblada por rusos (aunque sólo hay 500 habitantes). Pero en 2015 llegaron a este municipio unos 60.000 turistas.

Greenpeace ha llevado a los tribunales al gobierno noruego acusándolo de violar los Acuerdos de París contra el cambio climático e incluso violar la propia constitución de Noruega, que tiene muy en cuenta la conservación del medio ambiente. El liderazgo mundial noruego en la acción climática queda eclipsado por la producción de petróleo y gas, y estas materias pagan un Estado del Bienestar tan lujoso como es el noruego, al que sus habitantes obviamente no quieren renunciar. 

Ahora bien, Noruega no es tan dependiente del petróleo como Venezuela o Arabia Saudita, pues hablamos de un país abierto a los negocios e invierte todo el dinero del petróleo a impulsar actividades productivas y no han derrochado como sí lo han hecho otros países (hablamos de un país con un Estado fuerte). De ahí que el gobierno crease su gran fondo soberano a fin de invertir esa riqueza comprando activos por todo el mundo. Y se trata ni más ni menos que del mayor fondo soberano del mundo, alcanzando un patrimonio de un billón de dólares (190.000 dólares por habitantes). 

Noruega ha invertido en 9.000 empresas en 78 países. Nos referimos a empresas como Google, Nestlé, Shell o Alphebet, Apple, etc. Asimismo, el gobierno noruego es propietario de parte de Youtube.

Y, ¡cómo no!, China también quiere su parte del pastel y también tiene negocios en las Svalbard. Desde 2004 enviados por Pekín están realizando investigaciones en la estación Artic Yellow, que ellos mismos instalaron en Ny Ålesund. Aunque este centro científico es uno de los ocho que los chinos poseen en el Ártico (de ahí que, entre otras cosas, se consideren una nación «casi ártica»).  

En el año 2000 se instaló en las islas la bóveda global de semillas, que financia Microsoft y la Fundación Bill y Melinda Gates. En esta bóveda se conservan semillas de todas las plantas del mundo. Se conservan en las Svalbard porque se cree que en caso de catástrofe mundial la humanidad (o más bien lo que quede de esa enigmática señora) podría reconstruir toda la flora del planeta gracias al almacén de semillas que está protegido contra cualquier tipo de ataque nuclear. Se trata ni más ni menos que de un arca, aunque esta vez sin animales sino con semillas y su protector no es el tal Noé sino el tal Gates.    

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