1.- Protestas en Cuba
La economía cubana atraviesa momentos difíciles. Por un lado está el colapso del turismo debido al coronavirus. Por otro lado, las medidas que Trump instauró y Biden mantiene: prohibición de viajes, reducción de remesas y sanciones a empresas. Como consecuencia, centenares de cubanos han salido a protestar a las calles. Y EEUU ha aprovechado la ocasión para iniciar una movilización internacional contra Cuba. Twitter y Google han denunciado la censura de internet en Cuba (¡Twitter y Google!). Y la BBC, CNN y el New York Times han criticado la manipulación mediática. Y a continuación, han publicado “imágenes de Cuba” que en realidad se corresponden con disturbios en Egipto, EEUU e incluso España.
Según el governorRonald DeSantis, “el pueblo de Cuba no se está manifestando por el covid o por carencias económicas, sino que está exigiendo el fin de la dictadura comunista”. Los políticos estadounidenses lo tienen claro: la urgencia de los cubanos no sería la salud o el consumo, sino el triunfo de la sociedad abierta, la democracia liberal y el fin de la Historia.
Cada vez que Cuba es noticia, el debate se desplaza hacia lo formal (¿democracia o dictadura?) y lo ideológico (¿capitalismo o comunismo?). Cuba encarnaría “lo dictatorial” y “lo comunista”, de forma que Occidente pueda atacarla en nombre de “lo democrático” y “lo capitalista”. Tal planteamiento es problemático de raíz, ya que Occidente no es más que la suma de cultura greco-romana (según criterios actuales: dictadura dura) y espiritualidad cristiana (según criterios actuales: comunismo puro).
Para complicar aún más el debate, desde la caída del muro de Berlín, casi todos los países del mundo decían estar en “la democracia” y casi ninguno quedó en “el comunismo”, de forma que “democracia” y “comunismo” ya solo son un mito y un espantajo (respectivamente). Y la cosa se tuerce aún más con la entrada del siglo XXI: la democracia más antigua (EEUU) se consolida como el país más despótico, mientras que el gobierno comunista más antiguo dirige el mayor auge capitalista del mundo (China). En nuestra década, la confusión se hace absoluta en Occidente: el sentido de ‘democracia’ (‘poder del pueblo’) cambia cada vez más a plutocracia (‘poder de los ricos’) y tecnocracia (‘poder de los expertos’). Y la pesadilla comunista acaba siendo realizada por el capitalismo: “no poseeréis nada y seréis felices”.
En medio del nuevo desorden mundial, ¿qué parámetros pueden aclarar la cuestión cubana? Las respuestas están en la geopolítica.
2.- Geopolítica de la Hispanidad
Solo la geopolítica puede explicar que EEUU critique “la dictadura cubana” pero apoye a otros dictadores (“son unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta”, dijo Roosevelt). Solo la geopolítica puede explicar que EEUU critique “el comunismo cubano” pero haya apoyado circunstancialmente a otros regímenes comunistas (soviético, camboyano, chino…). A la geopolítica yanki no le preocupa si en Cuba la democracia es más amplia o más pequeña; la preocupación es que una isla más pequeña desafíe a una potencia grande. A la geopolítica yanki no le preocupa si en Cuba hay comunismo; la preocupación es que no haya cerca ningún soberanismo, ya sea comunista, más bien nacionalista (el Panamá de Noriega) o más bien liberal (El Salvador de Bukele).
La geopolítica, para sintetizar, estudia las relaciones entre países según el lugar que ocupen en el mundo. Y el lugar de Cuba está en la Hispanidad, es decir, entre las naciones herederas de la lengua de Cervantes. Cada idioma, por cierto, porta consigo una visión del mundo. En nuestro caso, tiene que ver con la virtud católica, la economía social y la política populista (en el mejor sentido de la palabra). Estas tendencias están presentes en cada fragmento de la América Hispana, desde la izquierda sandinista hasta la derecha peronista.
Pero, ¿por qué hablamos de fragmentos, y no de integridad? Pues porque la civilización hispana lleva siglos troceada, para mayor gloria de los hablantes de la lengua de Shakespeare. El inglés porta consigo una moral protestante, una economía librecambista y una política de élites (nacionales e internacionales). La Hispanidad y la Anglo-américa, por tanto, libran una irreconciliable guerra de contrarios. Donde los cervantinos dicen “Dios ama a los pobres”, los shakespearianos responden “Dios los odia, y ama solamente a los ricos”. Donde los cervantinos dicen ¡bien común!, los shakespearianos ¡bien individual!Donde los cervantinos dicen Pueblo Unido y Madre Patria, los shakespearianos “chilenos como socios, puertorriqueños como siervos, porteños sobre el resto de argentinos, argentinos contra uruguayos”.
Desde el punto de vista geopolítico, Cuba es la primera frontera caribeña entre Nuestra América y la Anglo-américa que quiere devorarla. Esta Anglo-américa lleva 60 años salivando sobre Cuba, con la misma voracidad con que nos muerde en Gibraltar o en las Malvinas. Desde la Revolución Cubana, doce presidentes yankis han bloqueado Cuba, la han amenazado, han tratado de matar a sus dirigentes y la han intentado invadir. Y esta misma semana, el alcalde de Miami Francis Suárez y el comisionado Joe Carollo han solicitado ocupar militarmente la isla. Otros cuatro alcaldes yankis y algún congresista republicano también están considerando las formas de “romper las cadenas del pueblo cubano e intervenir militarmente si es necesario”. Se suman al grito de guerra varios cubano-descendientes que hoy viven de la cultura-basura en EEUU, como el reggaetonero Osmani García o el grafitero Danilo Maldonado.
Cuba, nos guste más o menos, es la línea de choque en este conflicto de civilizaciones. Y donde caiga el muro cubano, avanzará la verja de Guantanamo Bay. Donde cedan las Ciudades Escolares, reconstruirán los Resort-Casino de la mafia Lansky. Cada compás que retroceda la guitarra de Silvio Rodríguez, lo andará el reggateon de Miami. La Habana, rompeolas de todas las Américas. El Malecón es el Katejón.
De todo esto fue consciente hasta el anti-comunista Francisco Franco. Cuando EEUU bloqueó Cuba en los años 60, sólo España siguió comerciando con la isla, igual que la Argentina comerció con España pese al cerco anglo-americano de la década anterior. El espíritu solidario entre naciones de la Hispanidad se mantuvo por encima de ideologías, hasta el extremo de derramar la sangre. En 1964, anti-castristas armados por la CIA tirotearon el buque mercante español Sierra Aránzazu, matando a tres marineros e hiriendo a seis. Pero gracias a estos sacrificios, “la línea aérea española Iberia mantuvo a Cuba conectada con Europa, los niños cubanos pudieron comer turrón Jijona por Navidad y los abuelos pudieron viajar en los autobuses Pegaso” (F. Javier Herrero). «Con Cuba, cualquier cosa menos romper”, dejó dicho el caudillo.
Fidel Castro explicó esta afinidad entre su isla y nuestra península: “Franco creció con la amarga experiencia de la pérdida de Cuba en la guerra de EEUU contra España. Y lo que hicimos en la Revolución Cubana, resistiendo a EEUU, rebelándonos contra el imperio y derrotándolo en Girón, fue visto por Franco como una especie de revancha histórica de España. En definitiva, los cubanos, en la forma en que hemos sabido enfrentarnos a Estados Unidos y resistir sus agresiones, hemos reivindicado el sentimiento y el honor de todos los españoles”.
3.- Bloqueo de Cuba
¡Cuba como honor de todos los españoles! Pero la actual derecha española ha olvidado todo sobre el honor. Hoy, liberales como Juan Ramón Rallo niegan incluso la existencia del bloqueo que EEUU ejerce sobre Cuba. “No es un bloqueo, es un embargo”, dicen los mismos que no quieren hablar de despido sino de ‘movilidad laboral’. La realidad es que la ley Helms-Burton (redactada por despachos de empresas como Bacardi) no sólo ‘embarga‘ el negocio entre EEUU y Cuba. También ‘bloquea‘ (mediante sanciones) que otros países puedan comerciar con Cuba. Y ‘bloquea‘ (mediante veto) el ingreso de Cuba en la OEA o en cualquier órgano internacional económico.
En España, estos liberales (disfrazados de patriota) son los portavoces económicos de Alemania y Holanda (adversarios clásicos de la Hispanidad). Su versión particular de la Leyenda Negra es que los españoles somos culpables de trabajar poco, endeudarnos mucho o votar mal. Y la misma narrativa aplican a Cuba: los cubanos son responsables de su propio bloqueo, por haberles expropiado a los yankis hectáreas y hectáreas de explotación agrícola, dinero de la droga y la prostitución, empresas extractivas como tabacaleras y azucareras… ¿Quién les mandaba a los cubanos robar al ladrón?
Y con aquel pretexto se mantiene el bloqueo, sostenido en la ONU por dos países (¡solamente dos!): EEUU e Israel, que no en vano son la moderna encarnación nacional de dos enemigos históricos de la Hispanidad. Sin embargo, el bloqueo ni siquiera se puede entender como un mecanismo de EEUU para compensar las pérdidas de las pasadas nacionalizaciones. Aquéllas costaron a los estadounidenses menos de 2.000 millones de dólares, mientras que el coste del bloqueo para Cuba se estima hasta en 753.700 millones.
Semejante desproporción no corresponde a una reparación económica, sino a una medida disciplinatoria que los amos ejercen contra los criados. Los estadounidenses ya embargaban Cuba incluso antes de la Revolución Cubana, por mucho que el general Batista fuese su camello y proxeneta. Las sanciones tienen una dudosa utilidad real para cambiar regímenes, pero una terrible eficacia para castigar a la población más necesitada. No persiguen ningún objetivo idealista, son un mero acto de dominación geopolítica, que puede recaer sobre dictaduras o sobre democracias (Rusia), sobre comunistas o sobre religiosos (Irán).
Lo que más duele a la derecha liberal es que, pese al bloqueo, el Índice de Desarrollo Humano de Cuba siga entre los más altos de Hispano-América. Puntúa alto en accesibilidad a vivienda y transporte, así como en inversión sanitaria y educativa. Puntúa bajo, eso sí, en la trade freedom, la fiscal freedom y la business freedom. Ahí quedan muy por detrás, por ejemplo, de Singapur. Una de cada diez familias singapureñas es pobre, sí, pero si no tienen pan, que coman fiscal freedom.
La alternativa que el liberalismo tiene para Cuba sería algo parecido a dicho modelo singapureño. Su fórmula económica es: rentas altas con alta desigualdad. Se trata de combinar un capitalismo ilimitado con una democracia limitada. Igual que lo que había en Cuba antes de la Revolución: la autocracia de Batista, inflada por el dinero de las apuestas, el golf y las carreras de caballos, pero con un tercio del pueblo cubano en el umbral de la pobreza. La misma plantilla que Pinochet trajo a Chile, donde la desnutrición infantil (que en Cuba está erradicada) aumenta al mismo ritmo que la obesidad infantil.
Un equilibrio semejante, de hecho, es el modelo globalista previsto para el mundo entero. Con la salvedad de que la política ya no estará secuestrada por funcionarios o militares, sino por los CEOs de Amazon, BlackRock o Google. La derecha liberal miente cuando insiste machaconamente en que vamos hacia “el social-comunismo de Cuba y Venezuela”. La tiranía que acecha a Occidente es la de un gran capitalismo que ha sometido al Estado y ha erradicado a la pequeña y mediana empresa. Al menos en Cuba y Venezuela se abren paso los negocios pequeños y medianos, como los restaurantes familiares o ‘paladares’.
4.- Más allá del capitalismo y el comunismo
Los fracasos económicos de la economía cubana, que son varios, poco tienen que ver con el fantasma del comunismo. Por ejemplo, Cuba hizo depender su economía de exportar mono-cultivos a potencias petrolíferas como la URSS y Venezuela (paises que además acabaron quebrando). Pero este rol de exportador barato es el de todas las naciones de la Hispanidad. Cuba ha sido poco más que la exportación de azúcar, pero ni siquiera Chile es mucho más que la exportación de cobre.
Otro error cubano es la carencia de industria, que deja a la isla sujeta a factores tan volátiles como el turismo. ¡Pero esa es la misma situación en que se encuentra toda la Hispanidad, empezando por la propia España! No hemos tenido capacidad de fabricar respiradores, ni una economía capaz de mantenerse a flote sin la hostelería. Quien celebre la crisis de Cuba como un posible fin del régimen, debería estar igualmente preparado para que la crisis española sea el fin del Régimen del 78. Cuando las barbas de tu vecino Castro veas cortar…
Hay que tener una cosa clara: la Hispanidad no está dividida porque seamos naciones pobres, sino que somos naciones pobres por estar divididos. El socialismo funciona tan mal en Cuba como el capitalismo en Haití. Todos los modelo político-económicos fracasarán mientras no planifiquemos una política industrial para los hispanos del mundo, con una economía insumisa a las potencias extra-hispánicas.
Cuba sí intentó hacer esto último en los años 60, cuando se puso al frente del Movimiento de Países No Alineados: naciones que no querían ser títeres ni de EEUU ni de la URSS. El Egipto de Nasser, la Ghana de Nkrumah o la Yugoslavia de Tito se convirtieron en pioneros del pan-arabismo, el pan-africanismo o el pan-eslavismo. Y Cuba podría haber sido la pionera del pan-hispanismo, si la dialéctica bipolar de la Guerra Fría no hubiese sido tan absorbente.
Hoy se está decantando el tablero mundial de una nueva bipolaridad: o con EEUU o con China. Y China no es ninguna alternativa para nosotros: es, como lo fue la URSS, un imperialismo de sustitución. En estos momentos de re-alineamiento, la Hispanidad tiene una ocasión para reconstruirse a sí misma, con el propósito de ser una tercera posición, capaz de hacer valer aquel trilema cervantino: el catolicismo de liberación, la soberanía económica y el patriotismo continental.
5.- La derecha hispánica contra Cuba
La ideología anglo-americana, enemiga de nuestro trilema, ha calado con fuerza entre las derechas hispano-americanas. Los protestantes evangelistas están detrás del brasileño Bolsonaro y del chileno Piñera. La escuela económica de Chicago es el faro que guía a Chile y Colombia. La derecha brasileña prefiere apuntarse a la OTAN que fortalecer el Unasur (Unión de Naciones Suramericanas), la derecha mexicana prefiere un acuerdo de comercio con EEUU que con la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños).
Es cierto que las izquierdas hispano-americanas también han comprado mercancía intelectual anglo-americana, como el independentismo indigenista o la Leyenda Negra sobre el Imperio Español. Pero no pasan de ser intoxicaciones académicas reversibles. El mismo Che Guevara llegó a escribir: “realmente impresiona pensar que Valdivia y su puñado de hombres recorrieron 60 kilómetros sin encontrar una gota de agua ni un arbusto; su hazaña está a la altura más notable de la conquista española”. Sin embargo, las derechas hispano-americanas han renunciado a lo esencial: nuestra estructura espiritual, económica y política.
En España ha surgido una derecha que afirma querer unir a los españoles de ambos hemisferios, cuando en realidad solo busca la alianza de las dos derechas atlantistas. Desde el libro “Imperiofobia” de Elvira Roca Barea hasta el diario digital “La Gaceta de la Iberosfera”, su plan consiste en revitalizar la Hispanidad… poniéndola al servicio de los intereses geopolíticos y geoeconómicos de EEUU. Se trataría de que los brotes hispanos creciesen a la sombra del pine treeyanki. Ignoran que, como dijo Constantin Brâncuși, “nada crece bien a la sombra de un gran árbol”. ¿Cómo va a reconstruirnos EEUU, el mismo país que destruyó la Hispanidad desde Cuba a Filipinas? Es la misma lógica de los judíos sionistas que creyeron que el Tercer Reich nazi les ayudaría a reconstruir el Israel del Antiguo Testamento.
También se puede comparar el ‘hispanismo filo-yanki’ con las decadentes élites griegas que aceptaron pagar tributo al César, con la esperanza de que el Helenismo renaciese al calor de Roma. Roma se quedó con la cultura griega, sí, pero las polis no pasaron de ser ciudades-vasallo. El proyecto era absurdo, porque la esencia del viejo Helenismo estaba en no pagar tributo a nadie. De la misma forma, la esencia de la Hispanidad es la mismísima negación de EEUU, desde los territorios robados a México hasta las bases militares en nuestro suelo español.
Dejemos de hacer el ridículo celebrando la OTAN como una garantía de la seguridad española frente a Marruecos o Turquía (¡socios preferentes de EEUU!). No seamos como los argentinos en 1982, cuando pidieron ayuda a EEUU para defender las Malvinas. Los argentinos invocaron la Doctrina Monroe: “América para los americanos”. Y los estadounidenses apoyaron a los británicos, porque saben que Monroe significa: “Anglo-américa para los anglo-americanos, e Hispano-américa también para los anglo-americanos”.
El ‘hispanismo filo-yanki’ es, en definitiva, la enésima repetición de la estrategia fallida de Aznar y Zapatero: elevar la posición internacional de España a base de someterla a Bush y Obama. Como intentar ponerse de pie y de rodillas al mismo tiempo. Y decimos estrategia fallida, porque poner nuestro cuello en Irak y en Libia no otorgó más recompensa política que atentados y barcos de refugiados.
Nada más logrará el ‘hispanismo filo-yanki’ por presentar bajo el nombre de ‘Carta de Madrid’ lo que realmente es una ‘lista negra de Washington’. Esta Carta busca boicotear a las naciones del Foro de São Paulo (que agrupa desde la socialdemocracia hasta movimientos católicos, en busca de alternativas al neoliberalismo). Lo cual implicaría excluir de la Hispanidad a la mitad de sus países, algunos tan imprescindibles como Argentina o México. Y supone posicionarse contra el Brasil de Lula da Silva (que puso el castellano como lengua obligatoria junto al portugués) y a favor del Brasil de Bolsonaro (que retiró el castellano y puso en su lugar el inglés).
El papel de esta derecha española es ser el Caballo de Troya de la injerencia estadounidense en Hispano-américa. Como ejemplo, tenemos a Vox reconociendo en Venezuela a un ficticio ‘presidente legítimo’ (algo más propio del independentismo catalán) o apoyando el golpismo en Bolivia (algo más propio del Grupo Prisa). ¡Y pidiendo auditar las elecciones en Perú para deslegitimar a Pedro Castillo! Castillo, un candidato proteccionista en lo económico y conservador en lo cultural, debería ser el favorito de Vox si el programa geopolítico del partido no hubiese sido redactado por neoconsvenidos del PP.
En fin, la consigna del verdadero hispanismo debería ser: que Cuba mantenga su soberanía y pueda desarrollar pacíficamente el camino hacia la apertura política y económica. Y que los cubanos se sumen a una corriente que, desde los trabalhistas brasileiros hasta los peronistas argentinos, armen la Hispanidad que soñó Manuel Ugarte: patriótica en vez de acomplejada, socialista en vez de individualista y anti-imperialista en vez de pitiyanki.