II concurso de relatos: Carta a Flavia

II concurso de relatos: Carta a Flavia

Publicamos el trigésimo primer trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo” organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. La participación en dicho concurso terminó el pasado 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso

Título: Carta a Flavia

Pseudónimo: Livio Andrónico


Aún no has nacido y ya estoy dándote una monserga. Sin embargo, en esta espera feliz, yo quiero decirte unas cuantas cosas. Porque ya te quiero aunque todavía no te haya visto y sobre todo porque, Flavia querida, hoy tengo la oportunidad que mañana quizá no tenga. Y hay cosas que no pueden dejarse nunca por decir a aquellos a quienes amamos. 

Quisiera dejarte por escrito un manual de instrucciones para la vida, ofrecerte la lanza más robusta, el escudo más fuerte, la coraza que ninguna punta afilada pudiera atravesar. Quisiera regalarte el casco de bronce que proteja tu cara, entera, de los embates que vendrán; encargarte las grebas de cuero más finas y las más seguras, enseñarte las técnicas más avanzadas para que salgas al combate de la vida con la fuerza de una diosa y la determinación de un héroe…quisiera ofrendarte un imposible, pero pronto descubrirás que lo que un padre puede hacer es, en realidad, muy poco. Como muestra de esa limitación tendrás esta carta, que espero guardes siempre contigo, cerca del corazón, donde pueda parar, con todo mi amor concentrado en la tinta de estas letras, la bala traicionera, cuando llegue. Que siempre llega. 

Te dirán, yo el primero, que hay muchas cosas importantes en la vida a la que abrirás los ojos. Es mentira. No lo creas, ni siquiera cuando te lo diga tu madre (aunque a ella debes hacerle caso siempre, por lo menos hacerle creer que se lo haces: atiéndeme bien aquí, esto sí es importante). No hay tantas cosas que importen en esta vida. En verdad, te digo, sólo dos: la bondad y el amor. 

El Bien, con mayúsculas, por mucho que te insistan en ello (insistirán, créeme), es un invento. Existe la bondad, que es el único remedio posible contra el Mal, que a diferencia del bien, es muy real. Pero como la naturaleza y los dioses (prometo explicarte esto, no te preocupes) tienen una incorregible tendencia a equilibrarlo todo, tenemos el amor, que es el machete para abrirnos paso en la jungla oscura del mundo: la tea ardiendo que incluso en lo más profundo de la noche, iluminará tu camino y te indicará la dirección correcta. 

Disfruta de cada día que te sea concedido, pues ese será el acto supremo de amor con el que devolverás parte de la inmensa suerte que tendrás por venir a este mundo. Agradece todo lo que tienes, cada mañana al levantarte, cada noche al acostarte. Mantén viva siempre la llama del amor por la vida, por la belleza de las cosas, por la santidad del amor de los que te rodean. Vienes a un lugar extraordinario. No aspires a cambiarlo, sino a entenderlo. Sobre todo, abraza la inmensidad. Hombres y mujeres mejores o más afortunados que tú lo han hecho todo, lo han vivido ya todo y lo han inventado todo. Aprende de ellos. Asómbrate ante el espectáculo que se desplegará ante tu mirada, en todas partes. Jamás desprecies nada considerándolo pequeño o insignificante. La vida es una representación divina. Observa la complejidad lo que te rodea: escucha cantar a los pájaros, admírate de su vuelo, embelésate con las nubes. Mira atentamente los ojos de un gato, asómate al infinito del mar, túmbate sobre la hierba mojada en verano a contar las estrellas.

Lee, mucho, todo lo que caiga en tus manos. Lee poesía, lee a todos esos viejos barbudos de mármol, griegos, romanos, aunque los que te rodeen digan que son aburridos o aunque a nadie más les interese. Lee novelas de aventura, navega por los siete mares, sé vaquera y apache, policía y ladrona, resuelve misterios y atraviesa la selva a lomos de fieras mitológicas. La vida no está en los libros, te dirán, y es cierto. Pero sin ellos, la vida es menos. La historias que nos cuentan amplifican el sabor, la textura, el perfume y la extensión del mundo. Leyendo, vivimos dos veces. Todos los que fueron antes que tú dejaron una huella en los libros: una imagen del mundo, una fotografía, una experiencia, una advertencia y un poco de amor. Quédate con todo, hazlo tuyo. Conserva los libros, ten cerca a todos los fabulosos seres que los habitan. Serán tus mejores amigos, los más fieles. A veces te bastará con tener tus libros cerca como, aunque vivirás en un mundo que renegará cada vez más de ellos y pretenderá sustituirlos por copias digitales y por imágenes: no hagas caso a esas voces de sirena, pon atención al tacto de sus cubiertas, goza sus contraportadas, deléitate con la artesanía de sus ediciones y disfruta imaginando los brazos y las piernas de las criaturas prodigiosas que viven dentro de ellos. Serán tu propiedad más preciada. 

No desdeñes el amor de tus padres, al cabo será lo único que tengas. No digas nunca que ya has llegado, que ya lo sabes todo. No pienses que estás acabada, que no puedes más, que no hay nada nuevo, ni mejor, para ti. Alimenta tu curiosidad, hazlo todos los días de tu vida, incluso el último: es la luz que vence sobre las tinieblas. Rebélate contra la norma pero esfuérzate por entenderla. Sólo comprendiendo, amarás. Camina bajo la lluvia, que no te espante la tormenta. Báñate en el mar, de día y noche, lame tu piel llena de sal. Zambúllete y abre los ojos bajo las olas: serás entonces la invitada de honor en el palacio del sol. Todo está aquí para ti. Todo es tuyo, si lo quieres. Nunca dejes de quererlo. Nunca cedas al desánimo. No entregues la cuchara antes de tiempo. 

Te harán daño, pero recuerda que tu existencia es única y más valiosa que todas las piedras preciosas que contiene el Universo. No hay nadie como tú. Disfrútalo. Y por encima de todas las cosas, no te hagas del Barcelona. O te desheredo. 

Con la voz del pasado proyectándose hacia tu futuro, te quiere, 

tu padre. 

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