II concurso de relatos: ¡Perdóname!

Publicamos un tercer trabajo perteneciente al II concurso de relatos “Una carta a un hijo”organizado por la escritora y farmacéutica, Esperanza Ruiz Adsuar, en colaboración con Posmodernia y las Bodegas Matsu perteneciente a la Denominación de Origen Toro. Dicho concurso durará hasta el próximo 31 de octubre de 2020. Bases para la participación en el concurso

Título: ¡Perdóname!

Pseudónimo: Rogelio

Querida Amelia,

¡No sabes cuántas veces he intentado escribirte! Cada vez que termino la carta y la vuelvo a leer acabo rompiéndola, y comienzo de nuevo lleno de ilusión, pero sólo soy capaz de escribir unas pocas líneas para después abandonar una y otra vez mi intento. Cuando parece que todo está claro en mi cabeza y sé lo que te voy a decir me pongo delante del folio en blanco, mi mente se oscurece y ya no soy capaz de escribir.

Pienso, no lo entenderá, no me va a escuchar, no me va a responder. ¿Vale la pena escribir e intentar explicar si tu no vas a contestar?

No sé ni por donde empezar ni cómo terminar. Me paso el día dándole vueltas, cuando leo el periódico o tengo entre las manos un libro, cuando veo la televisión u oigo la radio, ni leo, ni miro ni escucho porque sólo estoy pensando en qué decir y que tarde o temprano tendré que escribirte.

Me despierto de madrugada porque parece que las palabras quieren salir y me sorprende el amanecer, adormilado en el sillón, con el papel y el bolígrafo en la mano y sin nada que escribir. Así un día y otro, hasta pienso que voy a volverme loco. Ya no puedo más.

Y siempre es la misma pregunta la que me atormenta. ¿Cómo pedirte perdón? ¿Son necesarias muchas palabras o es suficiente con una sola? ¿Podrás comprender las razones de lo que hice y de cómo actué? Decir solamente ¡perdóname!, provoca en mi un dolor que me rompe el corazón. Quisiera explicarme y que entendieras, pero no sé si seré capaz.

Desearía tener una máquina del tiempo para volver atrás. ¿En qué momento me equivoqué? ¿Cuándo fracasé? La cabeza se llena de razones, pero son aquellas que no entiende el corazón ni podrá nunca comprender.

Retomo esta carta que nunca debí empezar a escribir. Era tarde. Estaba cansado y pensé continuar al día siguiente, pero ha pasado una semana y aquí estoy, delante del papel sin saber una vez más qué decir ni cómo continuar.

Realmente, ¿esto tiene sentido? ¿Servirá para algo? ¿Me va a devolver el pasado o todo lo que perdí? Sinceramente, no lo creo y, si digo la verdad, tampoco sé si lo espero. Entonces, ¿para qué estoy escribiendo?

Te daría mil explicaciones de lo que pasó. Diría que fue el trabajo, la situación social y económica, los problemas y dificultades familiares, las circunstancias y los otros. Sin embargo, al final tengo que reconocer que son excusas baratas que no convencen a nadie y ni siquiera yo mismo las creo. Sé que tengo que asumir mi responsabilidad y reconocer que el problema no estaba en los demás, sino en mí. Qué fácil es echar la culpa a otros, pero son nuestras decisiones, las mías, las de cada uno, las que nos determinan y escriben nuestro futuro.

Y ahora ya ves. Aquí estoy intentando remendar lo que hice con una carta. ¿Serán palabras que se lleve el viento? No, porque siempre quedan. Pueden ser una caricia o un puñal. Provocan enemistad y amistad, odio y amor. Son una cadena que esclaviza o un lazo que unen. Unas están llenas de sentido y otras tan vacías. Unas son bellas, pura poesía que salen de un corazón agradecido y otras son oscuras porque ese corazón está podrido.

Tantas veces he dicho y tantas he herido. Cuántas tenía que haber callado y sólo haber escuchado. Y no lo hice. ¿Ya es tarde? Muchas veces creo que sí, pero sigo escribiendo. Porque a pesar de todo quizás sí espero que hasta el aliento último haya una oportunidad para pedir perdón y ser perdonado.

Muchas veces echo la mirada hacia atrás. Imagino que te acuno, que te canto, que te cuento esa historia de princesas con un final feliz. Imagino que creces, que juegas, que ríes, que lloras y que te consuelo. Imagino que te abrazo y me haces sonreír. Imagino que estás a mi lado, que nunca me dejas y jamás te vas a ir.

Sueño que llevarías el nombre de tu madre, la mujer a la que un día amé. Sueño cómo sería tu pelo, tus ojos, tus labios, tu sonrisa… Sueño un día y otro con la hija que nunca tuve, a la quenunca mecí, a la que nunca canté y con la que nunca jugué. Te habrías parecido a la mujer que decía amar, a la que de mi vida eché y jamás volverá.

¿Fue mi egoísmo o mi deseo de vivir sin que nadie me quitara mi libertad? No lo sé. Posiblemente esto y mucho más. Y al final todo lo perdí. Mi amor huyó cuando una y otra vez ponía excusas que impedían que tu pudieras venir. No es el momento. Tenemos queesperar. Quizás el próximo año… Razones sin razones que ocultaban un corazón egoísta que no sabía amar de verdad.

Qué me queda mas que estar encerrado en mi soledad y soñar la vida que hubiera querido tener, la mujer con quien hubiese deseado envejecer y la hija que nunca nació y a la que nunca he visto crecer. Estoy solo. Solo con los sueños que nunca cumplí, los proyectos que pensaba que me harían feliz, el dinero que acumulé,

la felicidad que creía tener en amores efímeros y amistades pasajeras, pero incluso eso lo perdí.

Y ahora sólo puedo soñar, añorar, vivir en tristeza y soledad, llorando a la hija que nunca nació y a la que escribo para pedirla perdón.

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