La dialéctica tecnológica chino-estadounidense

La dialéctica tecnológica chino-estadounidense. Daniel López Rodríguez

Desde hace unas décadas, y especialmente en los últimos años, China ha dado un gran salto adelante económico y tecnológico, y eso es alarmante para Estados Unidos y puede que para eso que llamamos «Occidente» (una expresión que parece que dice mucho para no decir nada). 

El gobierno chino no está sometido a ciclos electorales cortos, como pasa en las democracias occidentales, de ahí que el comité central de gobernantes pueda efectuar una planificación a largo plazo, como se pone en marcha por sus planes quinquenales. Esto ha sido fundamental para que China crezca en educación, salud, infraestructura, investigación y desarrollo. Aquí tenemos una de las claves de por qué China es una de las naciones punteras tecnológicas de este siglo XXI. 

China se quejó y advirtió a Trump de «no crear un campo de batalla en el espacio», pues Estados Unidos «ha estado empujando su estrategia de dominación espacial, yendo más allá en el camino del emplazamiento de armas en el exterior y arriesgándose a convertirlo en un nuevo escenario de guerra» (citado por Alfredo Jalife-Rahme, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, Grupo Editor Orfila Valentini, Ciudad de México 2020, pág. 269). ¿Disputarán la guerra las tres superpotencias tanto en tierra, mar y aire pero también en el ciberespacio y en el espacio orbital? 

En 1967, dos años antes de que el Apolo 11 alunizase, se firmó el Tratado del Espacio Ultraterrestre, firmado y ratificado por 110 países en el que se prohibía la militarización del espacio (entre los países estaban Estados Unidos y la Unión Soviética, y también la China de Mao). Ahora eso parece que es papel mojado, y es más realista hablar de «guerra de las galaxias» que de «paz celestial».     

El sistema misilístico de defensa de Estados Unidos tiene mayor presencia en diferentes países y regiones, teniendo al alcance objetivos rusos y chinos, como por ejemplo el Sistema Terminal de Área de Defensa de Gran Altitud (THAAD, por sus siglas en inglés) construido por el contratista militar Lockheed Martin.

Mientras Estados Unidos gasta 3 millones de millones (trillones en inglés) en gastos militares, cosa que desde luego también hace Rusia aunque a menor escala, China no gasta en guerra ni un solo yuan (sí en construir un buen ejército, que es algo diferente). El Imperio del Centro no entra en guerra desde 1979, mientras que Estados Unidos está en guerra de forma permanente (para mayor gloria y lucro del complejo militar-industrial). China invierte en infraestructuras, ostentando 30.000 kilómetros de ferrocarriles de alta velocidad, el 5G de Huawei y el alunizaje en el lado oculto de la Luna. Precisamente en la Luna China pretende abastecerse de Helio-3, sustancia con la que se podría proveer de 10.000 años de energía (40 gramos de Helio-3 pueden sustituir a 5.000 toneladas de carbón).

También es muy importante para la guerra la Inteligencia Artificial. Eric Schmidt, presidente de Alphabet Inc., filial de Google, ha advertido que «China superaría a Estados Unidos en el rubro megaestratégico de la inteligencia artificial (IA) en 2025 para luego dominar la industria en 2030» (Alfredo Jalife-Rahme, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China). Aunque Estados Unidos haya sido el pionero en IA, parece que será desbancado por China, lo que va a suponer un gravísimo problema para la cábala GAFAT (Google, Apple, Facebook, Amazon, Twitter) de Silicon Valley asociada al Pentágono, en concreto al segmento Defence Innovation Board (DIB). Según dicen los expertos, China ya ha aventajado a Estados Unidos en 5G y IA en un mínimo de 10 años. 

Con la «guerra comercial» Estados Unidos (tanto con Trump como con Biden) intenta debilitar el avance chino en Inteligencia Artificial y robótica, algo en lo que el avance chino parece imparable.Estados Unidos ha ido comprando mucho más a China de lo que ésta compra al país americano, de ahí el superávit comercial que ha ido adquiriendo la nación asiática. Trump le exigió reciprocidad a China, pero mientras tal asimetría ha ido prolongándose China se ha ido superdesarrollándose.

El proyecto Made in China 2025 comprende la Inteligencia Artificial, la robótica, la computación cuántica, los nuevos vehículos de energía autónomos, dispositivos médicos de alto desempeño, componentes high-tech de los barcos y otras industrias emergentes para la defensa nacional. Con toda esta alta tecnología Pekín busca la autarquía, pero en un mundo globalizado (nos referimos a la globalización positiva realmente existente que hemos esbozado en las páginas de Posmoderniahttps://posmodernia.com/globalizacion-positiva-y-globalizacion-aureolar/) con cada vez mayor interdependencia, sobre todo entre China y Estados Unidos, la autarquía es algo que se antoja imposible, aunque se trate de una «autarquía tecnológica» como se presentó en forma de plan quinquenal en el quinto pleno del Partido Comunista de China (PCCh); porquesiempre habrá confrontaciones corticales, e incluso inevitablemente acuerdos puntuales y por ello intercambios tecnológicos y de todo tipo. Aunque, como decía Kissinger en 2018, China y Estados Unidos están casi destinados a los conflictos, y ahí la interdependencia sería una lucha, como un batallón de hoplitas. Sea como sea, lo que las autoridades de Pekín pretenden es convertir al Imperio del Centro en una superpotencia tecnológica, aunque eso para el temor de mucho es algo que ya se puede afirmar sin reservas.

Huawei es la única marca de teléfono que pone en aprietos a Samsung y Apple, siendo la marca abanderada del ambicioso proyecto Made in China 2025. De ahí el veto de Estados Unidos a Huawei, y por ello el consejero legal de la empresa, Song Liuping, arremetió  contra Trump por «ir contra el libre mercado y la libertad de elección de los consumidores» (https://www.naiz.eus/es/hemeroteca/7k/editions/7k_2019-12-08-06-00/hemeroteca_articles/la-guerra-fria-del-siglo-xxi). Huawei es una empresa privada, pero Trump insistía en que trabajaba para el gobierno de Pekín (lo que ni mucho menos es una afirmación disparatada del rubiales, como caricaturescamente se le presenta en la prensa globalista). 

Como dijo el fundador consejero de la empresa, Ren Zhengfei, «No deja de resultar irónico que Estados Unidos, del que sabemos a ciencia cierta que espía a sus ciudadanos y a otros en el extranjero porque lo desveló Edward Snowden, acuse a una empresa china de colaborar con el gobierno chino sin que nadie haya encontrado relación alguna. Vender que China es malvada se ha puesto de moda» (Ibid.). Y eso es algo que concierne tanto a la élite globalista financiera (Soros no se ha cortado a la hora de señalar a China, aunque también a Rusia) como a la élite nacionalista que está detrás de Trump. 

En diciembre de 2018 fue detenida en Canadá la directora ejecutiva de Huawei, Meng Wanzhuo, por fraude, conspiración y usurpación. Los estadounidenses vieron en la red 5G una tecnología para el espionaje chino, aunque el espionaje no ha sido algo ajeno a Estados Unidos, y si no que se lo pregunten al citado Snowden. Para evitar el espionaje estadounidense los chinos han creado sus propias redes sociales, como WeChat o Weibo.

Xi Jinping se propone «la construcción de una China digitalizada y de una sociedad inteligente» incrementando «las fuerzas científicas y tecnológicas estratégicas» (http://spanish.xinhuanet.com/2017-11/03/c_136726335.htm).     

El ministro de Ciencia y Tecnología, Wang Zhigang, afirmó que China entra en una nueva fase en la que «es la primera vez que un plan quinquenal se consagró al capítulo específico de la tecnología» (citado por Jalife, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, pág. 375). El pleno del Comité Central del PCCh se celebró justo antes de los tensos comicios estadounidenses entre Joe Biden y Donald Trump, como si los chinos quisiesen dejar un mensaje al vencedor (que resultó ser no sin polémica el candidato demócrata). 

Trump catalogó el liderazgo de China en la red 5G como amenaza a la «seguridad nacional de Estados Unidos». Según estrategas estadounidenses, «cualquier país que domine el 5G ganará ventaja económica, de espionaje y militar la mayor parte de este siglo», pues el 5G o internet de las cosas va a ser todo una revolución: «será más importante que la electricidad» (citado por Alfredo Jalife-Rahme, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China). 

Pero más preocupante para dicha seguridad es el alunizaje. Y al mismo, al 5G y a la Inteligencia Artificial hay que sumar los misiles supersónicos, como el misil Dong Feng-17, que al sistema de detección de Estados Unidos le será difícil contrarrestar y por ello es la gran esperanza militar china para los próximos años. No obstante, al parecer, China no tiene intención de expansión militar aunque sí comercial (como se está viendo en África y también con las rutas de la seda en buena parte del mundo). Pero como la economía es siempre economía-política no hay que descartar las resoluciones militares y sus correspondientes consecuencias geopolíticas. 

En lo que a la tecnología cuántica se refiere, que también supone un problema de seguridad nacional para Estados Unidos, China dispone del doble de patentes que Estados Unidos. Pero éste tiene tres veces más de computadoras cuánticas, aunque ni mucho menos China se queda rezagada y podría en 2030, como se propone, arrebatarle el liderazgo también en esto.

Asimismo, China dispone del 20% mundial de la construcción de cables submarinos que construyen una especie de autopista de la información conectada a Europa y África (cable Peace, que se espera que esté finalizado para finales de 2021).

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