La resurrección militar de Rusia

Al parecer, Estados Unidos no puede detener el ascenso de China, pero sí puede limitar su influencia alejándola de su principal aliado, que aparentemente es Rusia. 

Es muy importante tener en cuenta que el único rival semejante e incluso superior a Estados Unidos en artillería nuclear es Rusia, y en comparación China e India son dos potencias nucleares muy menores (aunque los chinos van a poner todo su empeño tecnológico, que no es poco, en incrementar su arsenal nuclear y en formar un ejército a la altura de tales circunstancias geopolíticas). 

Pakistán (el enemigo de la India desde que ambas naciones se independizaron del Imperio Británico en 1947) posee 10 bombas nucleares más que la India. Pakistán siempre ha sido aliada de China, pues le ofrece una salida al Mar Arábigo con el puerto de Gwadan. Pakistán y China han resultado ser los vencedores de la guerra de Afganistán. Puede que los misiles hipersónicos de Rusia y China hayan hecho retroceder a Estados Unidos en Oriente Medio. 

En un artículo publicado en diciembre de 2018 firmado por Elbridge Colby, uno de los principales autores de la Estrategia de Defensa Nacional del Pentágono, que publicó en Foreign Affairs para el gigantesco y ya centenario think tank Council on Foreign Relations (CFR), se lanza el siguiente mensaje: «si deseas la paz, prepárate para la guerra nuclear: una estrategia para la nueva rivalidad de las superpotencias»; y añade que «toda futura confrontación con Rusia y China podría tornarse nuclear» y «durante una lucha más dura y más incierta, cada combatiente puede estar tentado de tomar la espada nuclear para confrontar el desafío y probar la resolución de la otra parte o aun simplemente para continuar a combatir». Colby añade que «el mejor medio para evitar una guerra nuclear en estar listo a librar una de carácter limitado», por lo que «Estados Unidos está dispuesto a realizar operaciones nucleares eficaces y limitadas» (https://www.foreignaffairs.com/articles/china/2018-10-15/if-you-want-peace-prepare-nuclear-war).   

Cuando el 1 de febrero de 2019 Trump retiraba a Estados Unidos del tratado INF (Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio), Putin sentenciaba que «vivimos en un mundo donde la seguridad depende de la capacidad nuclear […] Estamos mejorando nuestros sistemas de ataque como respuesta a la construcción del sistema de defensa misilístico de Estados Unidos. Algunos de estos sistemas han sido ya instalados y algunos serán puestos en servicio en los próximos meses». Putin advertía que si fuese necesario «estaba dispuesto a usar las armas que posee Rusia… estamos preparados y usaremos armas nucleares sólo y cuando sepamos con certeza que algún agresor potencial está atacando a Rusia». Y concluía: «Cualquier agresor debe saber que las represalias serán inevitables y que será aniquilado. Y nosotros como víctimas de una agresión como mártires iremos al paraíso [¿?], mientras ellos simplemente perecerán porque no tendrán tiempo siquiera para arrepentirse de sus pecados» (citado por Alfredo Jalife-Rahme, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, Grupo Editor Orfila Valentini, Ciudad de México 2020, pág. 248, corchetes míos). Como le dijo en su larga entrevista al cineasta Oliver Stone, «en una guerra caliente nadie sobreviviría».

Putin está haciendo referencia al misil Avangard, el cual viaja a una velocidad 27 veces superior a la del sonido, que como ustedes saben va a 1.238,4 kilómetros por hora, es decir, 344 metros por segundo; luego el Avangard puede alcanzar 33.328,8 kilómetros por hora, como así fue en una prueba realizada a finales de 2018 (para que se hagan una idea, Avangard podría rodear la circunferencia de la Tierra en poco más de una hora). Además puede realizar maniobras impredecibles de deslizamiento y está en condiciones de transportar tanto armas convencionales como nucleares. 

Según el coronel retirado ruso Viktor Baranets «ninguna computadora del mundo, aunque sea del tamaño de la Casa Blanca, podrá calcular la trayectoria del Avangard» (citado por Jalife, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, pág. 255). Y presumía que Estados Unidos va a necesitar 20 años para alcanzar a Rusia. 

En junio de 2020 Putin afirmaba que nadie puede interceptar un arma hipersónica, pues «se trata de una velocidad tal que no es posible interceptarse» y «por lo cual nuestra situación actual es única» (citado por Jalife, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, pág. 291). De ahí que proclame a Rusia como «rey de los cielos».  

También los rusos han construido a Poseidón: un dron submarino que puede alcanzar los 185 kilómetros hora a mil metros de profundidad, equipado con una ojiva termonuclear de 100 megatones. Putin reveló esta nueva arma estratégica el 1 de marzo de 2018. Armas como Avangard o Poseidón van a cambiar la guerra.

La televisión estatal rusa llegó a advertir que el Pentágono y la Casa Blanca serían «blancos de un ataque nuclear» en sólo cinco minutos (https://taskandpurpose.com/news/russian-media-nuclear/).

La rabiosamente globalista prensa estadounidense, el New York Times y el Washington Post, sostuvo que los anuncios del presidente ruso eran vanos alardes, en contra del criterio de alguien que sabe, como el general de la Fuerza Aérea John Hyten, a cargo del Comando Estratégico (Stratcom), que advirtió que había que tomarse los adelantos armamentísticos rusos muy en serio.

Mark Esper, secretario de Defensa de la Administración Trump, comentó que «China y Rusia han colocado armas en los satélites y desarrollan armas energéticas dirigidas para explotar los sistemas de Estados Unidos y así desgajan nuestra ventaja militar». Y añadía que ambas potencias «buscan erosionar nuestro duradero dominio de poder en los cielos mediante fuegos de largo alcance, sistemas antiacceso/antiárea de negación y otras capacidades asimétricas diseñadas para contrarrestar nuestras fortalezas», mientras que «en el espacio, Moscú y Beijing han convertido la otrora arena pacífica en un dominio de guerra» (citado por Jalife, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, pág. 267). Como si Estados Unidos tuviese en el espacio sólo intenciones pacíficas (o tal vez sea así, pero ese pacifismo es el que pide el mantenimiento del statu quode la pax americana). 

Putin advertía a Estados Unidos no usar «el espacio como teatro de guerra» y añadía que «el liderazgo militar-político de Estados Unidos considera el espacio ultra-terrestre como un teatro de operaciones militares» (citado por Jalife, Guerra multidimensional entre Estados Unidos y China, pág. 267).

En julio de 2021 Rusia presentaba Checkmate (Jaque Mate), su más avanzado avión de combate; aunque su vuelo inaugural se pretende llevar a cabo para 2023, con objeto de comercializarlo en 2026. El avión puede alcanzar una velocidad máxima de Mach 1.8, su rango es de 2.800 km, su carga explosiva es de 7.400 kg y su costo es de 30 millones de dólares. Por los mismos días Rusia también mostraba el misil hipersónico Tsirkon y el sistema de misiles antiaéreos S-500 Prometeo.  

Vladimir Putin es señalado por la rothschildiana revista The Economist como el «nuevo zar» (https://www.economist.com/leaders/2017/10/26/a-tsar-is-born), justo cien años después de la revolución comunista en Rusia y de desaparecer por completo la institución del zarismo al ser liquidada la familia real. Es cierto que Putin se parece más a un zar que a un secretario general o un chequista, por muy miembro de la KGB que fuese y por mucho que diga -como así lo hizo el pasado 21 de octubre en el Foro de Valdái en la ciudad rusa de Sochi- que «las contradicciones socioeconómicas se han agravado hasta el punto de que en el pasado hubo conmociones a escala mundial: guerras mundiales, cataclismos sociales sangrientos. Todo el mundo dice que el modelo de capitalismo existente -que hoy es la base de la estructura social en la inmensa mayoría de los países- se ha agotado. Dentro de su marco, ya no hay forma de salir de una maraña de contradicciones cada vez más enredadas» (https://actualidad.rt.com/actualidad/407908-puntos-clave-discurso-putin?fbclid=IwAR3rC7WZc1nsciKMWNG1_C5s-IHExuhM-7lMJnd4RojW_S4TtL3toan48A). 

Es un absoluto disparate -como lo jalea todas las mañanas el locutor de esRadio Federico Jiménez Losantos- afirmar que Putin está reconstruyendo la Unión Soviética y por tanto al comunismo en Rusia, cuando, en todo caso, lo que está haciendo Putin es reconstruir el Imperio Ruso, tomando a la Iglesia Ortodoxa como el guardián de la ideología oficial del Imperio (que no es un Imperio expansivo universalista, a diferencia de la Unión Soviética y su internacionalismo frustrado y su imposible revolución mundial, que sólo quedó en mera retórica y como teoría escatológica, sobre todo en los primeros días de la Revolución de Octubre, que ciertamente conmovieron al mundo). Para ello buena parte del presupuesto ruso va a parar al incremento y reforzamiento del poder militar.  

Aunque es cierto que, etic y en retrospectiva (desde luego no emicin medias res), la Unión Soviética puede reinterpretarse como un episodio del Imperio Ruso, y su expansionismo no llegó más allá de Berlín y por el otro extremo hasta las islas Kuriles al norte de Japón, lo que tampoco era precisamente peccata minuta. De hecho la victoria en la Segunda Guerra Mundial (que las autoridades soviéticas, en alianza con la Iglesia ortodoxa, denominó Gran Guerra Patriótica) salvo a Rusia de ser colonizada por Alemania (el Lebensraum); así como tras la Revolución de Octubre la victoria en la guerra civil de 1918-1920 salvó a Rusia de la colonización del Imperio Británico, de Francia e incluso de Japón y de otras naciones interesadas, pues bajo el férreo mando de los bolcheviques se pudo reunificar Rusia. «Perdimos pero ganamos -escribió el derechista Shulgun en 1920-. Los bolcheviques nos vapulearon, pero levantaron la bandera de una Rusia unida» (citado por Orlando Figes, La revolución rusa (1891-1924), Traducción de César Vidal, Edhasa, Barcelona 2000, pág. 762). 

Gorbachov, aunque no él exclusivamente, hundió dicho Imperio balcanizándose en quince débiles repúblicas; y Yeltsin profundizó aún más la crisis que vivía la nueva Rusia, hasta que llegó Vladimir Putin y el oso empezó a mostrar nuevamente sus zarpas (golpeando primero a los separatistas chechenos). Como se dice en los medios oficialistas rusos, «la Rusia de hoy ha superado con creces la crisis de los años 80 y 90 del siglo pasado, cuando estuvo al borde de la guerra civil, la división y tal vez su desaparición» (https://mundo.sputniknews.com/20200710/la-nueva-constitucion-rusa-a-occidente-no-le-gusta-la-rusia-fuerte-y-firme-1092040277.html). Hay que tener en cuenta que tras la caída de la URSS Rusia se quedaría más o menos en la insignificancia geopolítica que tenía antes de Pedro el Grande.     

En 2014 la crisis de Ucrania y la anexión de Crimea mostraron el genio geopolítico de Putin, y supuso un freno para la expansión de la OTAN hacia oriente, que se fue expandiendo tras la caída del gigante con pies de barro, que ahora Putin pretende hacer de acero. El indiscutible líder ruso aprovechó que Crimea quedaba lejos del alcance del poder de la OTAN. Y a raíz de esta anexión y de las consecuentes sanciones impuestas por Estados Unidos, Rusia se ha acercado a China y parece que el acercamiento es mutuo.

China dispone de 280 ojivas nucleares, frente a las 1.400 de Estados Unidos, pero Rusia podría ser el escudo de China al ser la máxima potencia nuclear al disponer de armas supersónicas, hipersónicas y subsónicas; y por ello durante estos años ha ido forjando una asociación estratégica con China de la cual desconocemos las cláusulas secretas militares. En junio de 2019 ambas superpotencias firmaron una «asociación estratégica integral de coordinación global». 

Aunque esta alianza en cualquier momento se puede romper, pues las relaciones internacionales a veces incluso son más efímeras que los noviazgos o algunos matrimonios, y obviamente están marcadas por la coyuntura y los intereses de los actores. Aunque en el Foro de Valdáis Putin afirmó que «a diferencia de la OTAN, Rusia y China no crean un bloque militar, no tienen tales planes».

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