Es cierto que ningún tiempo pasado fue mejor. Esa añoranza vacua es solo la melancolía del envejecimiento. Pero igual de cierto es también que ningún tiempo presente es mejor que los pasados. La idea de progreso es una pamplina de los débiles de espíritu: impotentes de su hoy, se consuelan con el desprecio de su ayer. Satisfechos de su nada, presumen de haber sido todavía menos. El hombre-gusano capaz a duras penas de procesar su porquería. Barro por delante, mierda por detrás.
Eso sí, todo muy bien argumentado de gráfica infinita: crece la riqueza, el PIB, la renta per cápita, el bienestar pensionado, la salud, la educación, la cultura, el capital acumulado, la renta despilfarrada, los comercios superfluos, los buñuelos de viento, la expectativa de vida y las crecientes posibilidades de llegar a morir como un perro abandonado en una residencia de ancianos. Los piojos han desaparecido, ahora son “políticos” de mucho más postín y picor insoportable. No hay HAMBRE: quedan pícaros, lisiados, vagos, maleantes y, muchos, muchos débiles sin P.A. (progreso adecuado). En cuanto limpiemos los márgenes, esta flamante autopista nos llevará a la misma cochambre del principio, la de siempre. La GUERRA ya no existe, la PESTE tampoco. Y nos morimos porque queremos (en algunos sitios, muy clarividentes, hasta te multan por ello). ¡No entiendo cómo no estallamos de júbilo por tanto como hemos conseguido!
Quiero resaltar, como es cada vez más evidente, lo muy inevitable de este imprescindible ajuste de cuentas que estamos consintiendo y produciendo: las VICTIMAS son culpables (promiscuos e irresponsables) y los VERDUGOS inocentes (alitas de seguridad, mascarillas y tactos al látex) meros ángeles extirpando la cizaña por el bien de todos. ¡A morir por el Corona-31, republiquita del Polifemo, del chepa y del fraudillo! ¡Demos muchas gracias a los asesinos y guardemos dieciséis horas de respetuoso silencio en su homenaje (las otras ocho, las de la talla que me aprieta, son para reponer resignación)!
Donde más se nota la mejora manifiesta es en las llamadas “libertades”. ¡Cómo será de excesivo este florecer incontenible, que cualquier país puntero de inquisiciones como España, necesita al menos entre 200.000 y 250.000 folios de normas nuevas todos los años para que no nos salgan las libertades por las orejas y nos revienten la sesera! Si yo hiciera ahora la tercera parte de las cosas que hacía en mi adolescencia, durante la “oprobiosa”, estaría ya condenado a prisión perpetua revisable según a no sé quién la salga de los cataplines. He pasado de “retro-delincuente” a “tardo-caponcete”. Mientras, seguimos más igual de esclavos cada día pero, para nuestro solaz y contento, nos han regalado una pajarita de papel para echarla en urna cada vez que nos lo manden (si después no se cuentan de verdad, como ha ocurrido siempre, a quien leche va a importarle cuando previamente vamos castrados de impugnaciones como nos enseñó STALIN: no importa lo que voten, sino quién cuenta los votos). ¡Y no pongan esa carita, que las Juntas Electorales Provinciales no han contado nunca las cuarenta, ni siquiera las diez de últimas! ¡Están en las Siete y Media! ¡Y me planto!
Así pues, tras este asalto al Estado que con tanto provecho estamos disfrutando, conviene recordar un par de reglas básicas que, si este nuestro pueblo español no fuera de tanta mansedumbre y contumaz estupidez, podrían quizás ayudarnos a distinguir con claridad.
1ª- Todo es mentira. También este lamento y el consuelo que fingirán traer caras extrañas. A nadie le importamos nada. Cuando el Barquero dice que las niñas bonitas no pagan dinero, está buscando la forma de metértela. Los regalos están siempre envenenados. Y en tiempos de guerra todavía más. Aunque tengan aspecto de caballo.
2ª-Solo la Vieja sabe contar. Si tengo cinco y gasto tres, me quedan dos. Si tengo cinco y gasto dieciocho, al grito de “te la hinco” me van a dejar en bragas y me van a correr a collejas. La Bolsa, las opciones de futuro, los fondos de cristales transparentes, los fornidos “mastrozotes” financieros del FMI y de la UE: una procesión tontina de fantasmas. ERTES, ERES, EPAS, ROSQUILLAS y PUÑETAS. ¡Un mero trabalenguas! A la ruina únicamente se le hace frente trabajando y ahorrando. Después de una gran limpieza general, eso sí. Tenemos pendiente una Gran Colada. ¡Háganle caso a la Vieja!