Ley del embudo, pero ley

Ley del embudo, pero ley. Lomas Cendón

¿Qué peor crimen en estos tiempos que sacar a relucir a Fiodor Dostoievski, y qué justo castigo merece citar en 2022 a El Gran Inquisidor? ¡Pues que me quemen en la hoguera! En esta obra, un obispo jesuita vuelve a condenar a Cristo, con fallo fundamentado y sentencia firme, por el imperdonable pecado de arrogancia de rechazar la oferta que el Diablo tentador le ofreció. El inquisidor advierte y recrimina a Jesús: “Las ovejas se reunirán de nuevo, el rebaño volverá a la obediencia, y ya nada le dividirá ni lo dispersará. Nosotros, entonces, les daremos a los hombres una felicidad en armonía con su débil naturaleza, una felicidad compuesta de pan y humildad. Sí, les predicaremos la humildad -no, como Tú, el orgullo.” Que traducido del ruso decimonónico al inglés macarrónico del Foro de Davos sería “en 2030 no tendrás nada y serás feliz”.

El gran genio ruso desmonta la falacia de que la ley es dura pero es la ley. Porque el poderoso sabe que lex dura sed lex sólo sirve para someternos como borregos ignorantes. La verdad oculta que esconde el tirano es que lex dura ergo lex, es decirque es la dureza, la crueldad, el agravio, lo que da fundamento al ejecutivo (¿por qué no al ejecutor?) para aplicar leyes que, en última instancia, se redactan como pretexto para imponer una voluntad de poder. Dostoievski codificó esta sabia visión de la dinámica política en su literatura, sin ser consciente de las dos guerras mundiales que vendrían en su siglo siguiente, ni de la tercera de la que muchos de mis contemporáneos tampoco son, ni viviéndola en presente continuo. Todas las atrocidades, genocidios, infiernos del siglo XX, fueron legales. Y si alguno no lo pareció -legal, lícito, me refiero-, lo fue porque hubo que dar un escarmiento, no al criminal frente a la ley, sino al desobediente ante una única voluntad de poder definitivamente más fuerte. Cuando se trata de crímenes contra la humanidad, sólo hay dos leyes vigentes: la ley del más fuerte, y la ley del embudo redactada por ese más fuerte. 

¿Ejemplos de esto último comprensibles por todo el mundo? Invadir Polonia es un casus belli si eres alemán; si eres soviético, no. Al contrario: te premian con el dominio del país cuando acaba la guerra. Gasear millones de judíos y construir campos de exterminio no tiene perdón, ni de Dios, ni de Sus Señorías de Nuremberg; pero todos podemos echar pelillos a la mar frente a los campos de muerte de Rheinwiesenlager, la matanza de Katyn, o la violación masiva de alemanas a manos del Ejército Rojo. Bombardear Londres es un crimen; pero pulverizar Dresde, Hiroshima y Nagasaki, ciudades llenas de mujeres, ancianos y niños, cuando ya estaba todo perdido (o ganado, según el demente que lo mire), fueron acciones estratégicas necesarias para establecer la paz, y están justificadas éticamente y legitimadas por la comunidad internacional. 

Ser el redactor y el ejecutor de esta ley del embudo permite también cambiar las formas jurídicas y permutar los roles de acusado, reo, víctima y fiscal, al antojo de tus intereses. Nadie te va a toser, ni nadie te va a recriminar descaro, desfachatez o hipocresía. Así, los rusos buenos y aliados que invadieron Polonia en 1939, hoy son los rusos malos y dictatoriales que invaden Ucrania. Los nazis malos y criminales que también invadieron Polonia en 1939, hoy son los nazis buenos y democráticos de Ucrania que rinden homenaje al genocida Stepán Bandera, exaltan el origen ario y nórdico de la nación ucraniana, y masacran a la población eslava a través del Batallón Azov. El símbolo de libertad y solidaridad en la figura del líder ruso, al que los periodistas europeos hacían la pelota y los poetas exaltaban, como Pablo Neruda en su Oda a Stalin, hoy es un terrible sátrapa psicópata de ambición sin límite llamado Vladimir Putin. Y, de la misma manera, el presidente de los Estados Unidos que liberó a Europa y al mundo, devastando Alemania, desvelando las cámaras de gas, y perpetrando el único ataque con armamento nuclear contra población civil, hoy se presenta con el nombre de Joe Biden, imponiendo sanciones económicas que vuelven a devastar Alemania, garantizándoles el suministro de otro tipo de gas, y amenazando con las mismas armas de destrucción masiva que poseen y que llevan veinte años prohibiendo obtener a todo el mundo. 

Alguien dijo que todo esto que estamos viviendo no tiene sentido. ¡Se equivoca! ¡Vaya si lo tiene! Lean a Fiodor Dostoievski.             

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