Llevamos unos meses viendo noticias en todos los medios de comunicación sobre el escándalo que está aconteciendo por los arranques de olivos para la instalación de plantas fotovoltaicas en Andalucía. Mucho se habla y escribe sin tener poco o ningún conocimiento del asunto (no lo digo en el plan técnico como industria eléctrica), y mediante este artículo me gustaría hacer una serie de reflexiones para situar el origen del problema y la salida que están tomando alguno de los agricultores a los que les afecta esta situación.
Hace unos días acudí para apoyar una concentración en protesta por la instalación de una mega planta fotovoltaica en Córdoba, en el término municipal de Cabra (Huertas Bajas) que ocupará una superficie de 800 hectáreas, de las cuales 500 son de olivar que habrá que arrancar.
Mi primera sorpresa fue el escaso poder de convocatoria en una localidad de más de 20.000 habitantes, el resultado no fue el esperado por los convocantes y tan solo acudieron un centenar de vecinos. Posteriormente, analizando los discursos que se pudieron escuchar, entendí, que para que la opinión pública, los vecinos y las partes contratantes de estos proyectos de ejecución tengan interés en el caso, los discursos no pueden estar basados exclusivamente en lemas apocalípticos y en una amalgama de datos económicos que poca compresión tienen para el público en general y que seguramente no den por ciertos las partes enfrentadas en este conflicto.
Estuvimos allí a título particular varias asociaciones (agricultores, ganaderos, cazadores) y hasta políticos del PSOE y PP, que por supuesto no se les caía la cara de vergüenza siendo ellos los que legislan a favor de esta destrucción del sector primario desde Bruselas, Madrid y Sevilla. Eché de menos a asociaciones ecologistas y sobre todo a los representantes de las empresas de servicios a la agricultura y en este caso particular del olivar (empresas de fito sanitarios, distribuidores de abono, empresas de servicios agrícolas, consejos rectores de cooperativas, talleres de reparación de maquinaria..). Todas estas entidades verán mermados sus negocios si finalmente arrancan 500 hectáreas de olivar. Los que somos agricultores y técnicos en la materia sabemos los millones de euros que se perderán en la zona tanto directa como indirectamente.
A mi entender, la clave está en hacer pedagogía con los propietarios que voluntariamente ponen a disposición sus tierras para la instalación de estas planta fotovoltaicas. Los otros, los de las expropiaciones forzosas, son legales y están reguladas por ley. Esto implica que la fuerza del pueblo sólo puede ir destinada a que los políticos y gobernantes cambien las leyes en esta materia, y visto el poder de convocatoria de ese día, poca fuerza de presión se conseguirá si no se cambia tanto de táctica en los argumentos como de enfoque a quien va destinadas sus reivindicaciones. Hablando con afectados y curiosos les comenté que, por supuesto, hay que luchar contra esas expropiaciones forzosas, pero la clave está en la pedagogía que hay que hacer con el propio agricultor que SÍ está dispuesto a ofrecer sus tierras a estas empresas eléctricas. Si buena parte de estos agricultores se echaran para atrás, os aseguro que la administración evitaría el problema de expropiar tantas hectáreas sólo por el eco social que produciría.
La falta de pedagogía ante este problema desde la política (por desconocimiento o por desenfoque profesional) debe de ser corregida por perfiles técnicos que sean capaces de analizar el origen, y de una forma lo más llanamente entendible para el agricultor medio, hagan entender a los propietarios de las parcelas de olivar que venden o arriendan sus terrenos que la eliminación de esas superficies agrícolas es mucho más que un simple arranque de olivos.
El origen de que haya agricultores que pongan sus olivares a disposición, por venta o arrendamiento, de las empresas eléctricas, son las políticas agrarias europeas a través de la PAC, Pacto Verde y Agenda 2030 aplicada al sector primario. Un cultivo que cada vez está más regulado a través de directivas, leyes y decretos, sin relevo generacional para su explotación, con un aumento exponencial de los precios de consumo y unos precios de venta en origen cada vez más bajos (por debajo del coste de producción), en gran medida por culpa de la importación de aceites que provienen de Túnez, Argelia y sobre todo Marruecos, cuyos olivares están subvencionando todas nuestras administraciones, hace que los agricultores, sobre todo los de mayor edad, pierdan toda esperanza en seguir gestionando sus explotaciones de forma rentable y sostenible.
Siendo éste el origen del problema, a mi entender y estoy seguro de no equivocarme, en un plazo de diez años se realizarán todas estas concentraciones o manifestaciones como herramienta de presión de los propios agricultores a los políticos con el fin de incentivar aún más la construcción de estas mega plantas fotovoltaicas…. Será la única vía de salida para disponer de unos ingresos que no son capaces de obtener como agricultores.
Podemos comparar esta situación con las actuales políticas de vivienda. Los tenedores de una segunda residencia o propiedad en la que invirtieron su futuro ven como las trabas existentes a día de hoy para obtener una rentabilidad por alquiler (okupación, impuestos, leyes del alquiler, expropiación…) hacen caer en la desesperación y terminan por vender esa propiedad para “huir del sistema” y de su posible pérdida de patrimonio. Pongase el lector en esa situación cambiando el tenedor de una segunda residencia por un agricultor de olivar.
Si desapareciese el olivar de las comarcas donde económicamente dependen de ello, desaparecería cualquier esperanza de supervivencia de nuestro mundo rural. El abandono de la agricultura y la ganadería (planificada y con una hoja de ruta clara elaborada en Bruselas) es la excusa perfecta de los políticos para dejar agonizar nuestra forma de vida, y antes de nuestra última exhalación, arrojarnos ese salvavidas convertido en talón nominativo como forma de pago del arrendamiento o compra por parte de grupos de inversión o empresas del sector eléctrico.
Hay datos curiosos sobre los perfiles de las explotaciones y agricultores que son aducidos por los arrendamientos de estos olivares que van a ser arrancados (pasarán a ser suelos catalogados como improductivos que ya no volverán a tener uso agrario). Se da la casualidad que las localizaciones de estos proyectos fotovoltaicos suelen estar en zonas de olivar tradicional (el más expuesto actualmente a la rentabilidad), de amplios marcos de plantación, árboles centenarios y casi siempre con propietarios con una media de edad que está en el alambre de la jubilación, o ya lo está, y los tiene arrendados “al tercio” porque no dispone de relevo generacional familiar (aprovechando su vulnerabilidad emocional y viendo el destino de sus ingresos como una ayuda a sus descendientes debido a la situación actual de emergencia económica ante la falta de trabajo y vivienda). Por lo que he podido ver hasta ahora (no quiere decir que no los haya), no existen proyectos de instalación de plantas fotovoltaicas en explotaciones de olivar de marcos intensivos o super intensivos pertenecientes a grandes capitales o fondos de inversión ya establecidos, grandes regadíos o cerca de parques naturales en los que haya que destrozar la flora autóctona.
A veces me pregunto si no sería mas conveniente y de menos alarma social el ubicar estas plantas en lugares sin productividad agraria, se me viene a la mente desiertos de Almería o Granada. Aunque parezca una idea conspiranoica, creo que las ubicaciones y el fin que se pretende está muy bien estudiado y detrás de todas estas decisiones hay una gran obra de ingeniería social y económica que muchas veces no alcanzamos a ver. ¿Por qué no se instalan estas plantas en las zonas del Parque de Doñana, el litoral andaluz o alrededor de las grandes urbes?
¿Qué argumentos o herramientas tenemos a mano para intentar convencer a estos propietarios, que en su pleno derecho, deciden arrendar o vender su olivares para la instalación de mega plantas fotovoltaicas?, bajo mi punto de vista, hacer pedagogía de lo que supone el abandono de la actividad agraria en las comarcas rurales, que no consiste sólo en arrancar unas hectáreas de olivos. Esta desaparición del olivar lleva intrínseco la pérdida de toda esperanza para los jóvenes que no ven un futuro en las zonas rurales. Unas explotaciones que han dejado de ser rentables y sus propietarios, padres y abuelos, recomiendan a sus descendientes huir a las capitales a labrarse un futuro que allí no encontrarán. Una pérdida de arraigo por la falta de futuro.
No podemos exigir buenos servicios públicos, comunicaciones e infraestructuras cuando nosotros mismos estamos haciendo desaparecer el tejido empresarial y la actividad económica por el abandono de la actividad agraria (la mayoría de los casos por la asfixia de las administraciones), lo que lleva consigo una despoblación que no hace rentable estas inversiones en servicios para los políticos. El mantener un pueblo “de viejos”, aunque duela decirlo, no tiene sentido para la política actual, somos un lastre para ellos y un foco continuo de problemas.
Como comentó el diputado de VOX Carlos Quero en una conferencia donde coincidimos en la Asamblea de Extremadura, la despoblación de las zonas rurales (agrícolas y ganaderas) y su falta de relevo generacional hacen perder el arraigo de sus habitantes a sus lugares naturales de origen, y esos pueblos se terminarán convirtiendo en grandes asilos y residencias de ancianos abocados a la desaparición.
Estos jóvenes que abandonan nuestros pueblos para labrarse un futuro en las capitales, fuera del sacrificio que una explotación agrícola supone, no tardarán en volver a sus raíces. Sobre todo cuando vean la realidad de sus salarios, los precios de la vivienda y el costo de la simple subsistencia económica en la gran urbe. La frustración ante esa tan soñada vida en la gran ciudad, les hará volver y ahí es donde hay que darles su gran oportunidad.
Estos agricultores que ponen sus tierras a disposición de fondos de inversión y de empresas del sector eléctrico deben de conocer y saber que están lastrando el futuro de los jóvenes y de sus comarcas. Abandonan al empresario, con el que desayuna en el bar de la plaza antes de ir a la finca y que ponía a su disposición la maquinaria (conocido de toda la vida, cuando no familiar), comprometen el futuro del joven que ha abierto un negocio de proveedor de fitosanitarios y abonos (seguramente estudió con su hijo en el colegio), e influye en el despido de plantilla del taller mecánico y de la gasolinera por falta de ventas.
Mi última reflexión sobre este análisis es que la hoja de ruta está clara, bien definida y con unos plazos concretos. La ideología climática, en la que Juanma Moreno es alumno aventajado de Von der Leyen, va a anteponerse al interés agrícola y ganadero de los países miembros. Los agricultores somos las víctimas de un arma geoestratégica (lo vemos con la importación de productos marroquíes y de otros lugares de África sin cláusulas espejo) y prescindibles para la actual casta política de gobernantes europeos. Abandonaremos la ganadería porque seremos abastecidos por Mercosur y las proteínas de insectos, acabarán con el cereal nacional y europeo porque con la excusa de la ayuda al desarrollo preferiremos importar cereal y proteína de Sudamérica y África, y si nos quedamos sin aceite de oliva, llegará de Túnez, Argelia o Marruecos (para ello estamos subvencionando sus olivares y regadíos).
Muchas comarcas agrarias volverán a convertirse en los nuevos “pueblos de colonización” a semejanza de los años 50, absorbiendo a la población inmigrante desechada de las grandes urbes y utilizándola como solución a la despoblación rural y el abandono del sector primario.
Y la pena será ver como esos agricultores se deshacen de sus tierras por el hostigamiento y la asfixia de una casta burocrática que terminará alcanzando sus objetivos, arrancando a través de talonarios al portador los sueños de aquellos viejos del pueblo que siempre quisieron que sus hijos y nietos explotaran su olivar con el mismo cariño, arraigo y sacrificio que cuando lo recibieron de sus padres y abuelos. Será una lástima ver a estas personas, que honradamente han luchado por sus anhelos y por sacar una vida adelante, solos en sus pueblos siendo visitados por hijos y nietos en periodos vacacionales, será una lastima ver como sienten de primera mano que sus actos pasados hicieron perder todo arraigo familiar y cultural de los suyos a estas poblaciones olvidadas por una casta política que sabe que UN PUEBLO DE VIEJOS NO RENTA ELECTORALMENTE.
Vivirán en la soledad a la que le llevaron sus actos pasados y pasarán sus últimos días hundidos en el arrepentimiento, y mientras, los políticos de turno dormirán tranquilos por el deber cumplido.