Una de las características de los seres humanos, especialmente en cuestiones sociales y política, es que tenemos muy mala memoria. Recordar hechos, no muy lejanos, para compararlos con acontecimientos actuales, es un ejercicio de gran valor pedagógico.
Hace un poco menos de 8 años vivimos el nacimiento del llamado “movimiento 15-M”, pues se inició en unas manifestaciones que tuvieron lugar el 15 de mayo. Fue un movimiento social de respuesta a la crisis económica, a los recortes sociales y a los rescates bancarios. No tenía ninguna conexión con el poder, ni con ningún partido político. Fue un movimiento auténticamente anticapitalista, pues no se dirigió contra la policía ni contra España, sino contra los bancos, la bolsa, la especulación y contra la clase política (sin distinción de partidos), a la que veían como servidora de las fueras económicas.
El movimiento tuvo especial fuerza en las grandes ciudades españolas, especialmente Barcelona y Madrid. En la Ciudad Condal miles de jóvenes (y no tan jóvenes) acamparon en Plaza Cataluña. No cortaron el tráfico, no quemaron contenedores, no bloquearon carreteras ni aeropuertos. Iniciaron formas simbólicas e imaginativas de lucha, desde quemar billetes de banco (falsos) en las puertas de la Bolsa de Barcelona (una de las protagonistas acabó en la cárcel), hasta el profesor que entro con sus alumnos en una sucursal bancaria e intentó dar allí una clase, en protesta por los recortes en educación.
En Cataluña, y desde el primer momento, el movimiento despertó las iras de los nacionalistas (hoy separatistas) en el poder. Furiosos porque en las reivindicaciones del movimiento no había una sola palabra sobre el “tema” catalán (no hay mayor desprecio que no hacer aprecio), y porque les disputaban el control de la calle, los nacionalistas (hoy separatistas) les acusaron de ser “antisistema”, de “españolistas” y de “haber sido traídos en autocares desde Madrid”.
Felip Puig, conseller de Interior (del sector separatista de Convergencia) mandó a los Mossos a desalojar Plaza Cataluña, desalojo que se realizó con una violencia inaudita, y sin orden judicial al respecto. La respuesta del movimiento fue rodear el Parlamente, justo el día en que el gobierno del Sr. Más, con apoyo implícito del PP catalán, iba a aprobar unos presupuestos tremendamente restrictivos. Los manifestantes increparon e insultaron a los diputados (de todos los partidos), e intentaron dificultar su entrada y salida del recinto parlamentario, que el Sr. Más abandonó en un helicóptero.
La respuesta de la Generalitat fue draconiana. Varios detenidos fueron juzgados y acabaron en la cárcel, después de un juicio en que el propio gobierno catalán se presentó como acusación particular. Algunos de los actuales “presos políticos”, como el Sr. Rull y el Sr. Turull, acusaron al 15-M de “querer dar un golpe de estado”. Algunos de los actuales corifeos y pelotas del separatismo, como el “filósofo” Graupera, exigían mano dura.
¿Tiene todo esto algo que ver con el autodenominado “Tsunami Democratic”? Nada en absoluto.
El “Tsunami” ha sido creado, auspiciado, financiado y alentado desde el poder.
El “Tsunami” ha realizado acciones que han perjudicado, sobre todo, al ciudadano de a pie: cortes de carreteras, bloqueo de trenes y del aeropuerto.
El “Tsunami” ha actuado con una violencia inusitada, y ha sembrado el caos, especialmente en Barcelona.
El “Tsunami” no ha defendido ninguna reivindicación social ni popular.
El “Tsunami” no ha atacado ni a los bancos ni a la Bolsa, únicamente a la policía y a todo aquello que pueda representar a España.
El “Tsunami” es una creación de la oligarquía catalana más rancia, aunque al final se les ha escapado de las manos.
Lo dicho. Cualquier parecido con el 15-M es pura coincidencia.