¿Por qué fracasa la democracia en España?

¿Por qué fracasa la democracia en España?. Manuel Rodríguez Sancho

Hoy se cumple un año de mi primera publicación en Posmodernia y quisiera aprovechar la ocasión para mostrar mi más profundo agradecimiento a todo el comité de redacción por brindarme esta oportunidad, siendo yo un D. Nadie en este ámbito, únicamente con el bagaje de una novela. Es relevante señalar que he escrito con total libertad sobre cualquier tema que me ha parecido conveniente, sin que nadie del comité de redacción me haya ni siquiera sugerido un cambio. Todo lo que el lector ha leído corresponde con el manuscrito original. A ver cuántos perros de prensa de los medios subvencionados pueden decir lo mismo.

Hablamos de democracia liberal o burguesa

Se cita a la democracia de forma coloquial como si fuera un término absoluto cuyo significado todos deberíamos comprender solamente con mencionarlo (al igual que cultura, nación, libertad, la izquierda, la derecha…) y al que además se le carga la pesada responsabilidad de tener que cumplir los deseos de cada individuo, por muy delirantes que estos sean. Esto se comprueba fácilmente a diario en cualquier medio o red social. La tratada en estas líneas, que es la implantada en Europa y Estados Unidos con diferentes características, es la democracia liberal burguesa. Su origen se suele fijar en tres revoluciones (Inglaterra, las colonias que conformaron posteriormente los EE. UU. y Francia) que, junto a la revolución industrial, fijaron la supremacía política de la burguesía frente a la aristocracia y las clases bajas del Antiguo Régimen, relegados a obreros explotados en las fábricas de las ciudades.

En la democracia burguesa, la sociedad (o el pueblo) no evoluciona de forma espontánea sino que lo hace influenciada y controlada por su clase dirigente, la cual ha mutado de burgueses locales con el domicilio al lado de su fábrica, a oligarquías internacionales. Por eso su gran victoria es hacer creer a los ciudadanos (o al pueblo) que votan, piensan y actúan libremente, como si la influencia de los políticos, los perros de prensa y la publicidad consumista que las mismas oligarquías financian, no existiera.

Como ejemplo ilustrativo, la reciente historia en Europa ha mostrado que democratizar consiste en privatizar empresas públicas, como los casos de España tras el Franquismo y los países del Pacto de Varsovia, además de convertir cualquier país en una economía de libre mercado. Por tanto, es el sistema ideal para el control y la defensa de los intereses de las oligarquías financieras, donde el grado libertad de cada ciudadano es directamente proporcional a la dimensión de su patrimonio.

Desde hace más de medio siglo, un país es o no democrático según el criterio del presidente de los EE. UU. Si mañana Vladimir Putin decidiera ceder la explotación de todos sus recursos naturales a empresas anglosajonas, el ahora acusado de dictador se convertiría en un demócrata ejemplar y un verdadero hombre de paz aspirante al Premio Novel correspondiente.

Siguiendo con lo anterior, está de moda clasificar al lema del Foro Económico Internacional, No tendrás nada pero serás feliz como antidemocrático. Al contrario, es muy democrático. En su obra La situación de la clase obrera en Inglaterra de 1845, Engels afirmaba lo siguiente:

(Antes de la revolución burguesa inglesa) […] Así los obreros vivían una existencia enteramente soportable y llevaban una vida honesta y tranquila en toda piedad y honorabilidad; su situación material era mucho mejor que aquella de sus sucesores; ellos no tenían necesidad alguna de matarse en el trabajo, no hacían más de lo que deseaban, y sin embargo ganaban lo suficiente para cubrir sus necesidades, tenían tiempo para un trabajo sano en su jardín o su parcela, trabajo que era para ellos una distracción […]

(Tras la revolución burguesa inglesa)

Así es cómo la clase de los tejedores agrícolas desapareció poco a poco completamente, fundiéndose en la nueva clase de aquellos que eran exclusivamente tejedores, que vivían únicamente de su salario, no poseían propiedad, ni siquiera la ilusión de la propiedad que confiere el arriendo de tierras.

Casi doscientos años después de la publicación de este ensayo, y tras innumerables guerras, revoluciones y dictaduras, el pueblo únicamente habría ganado ser más feliz. A veces la felicidad consiste simplemente en ignorar.

a) Primer motivo del fracaso: Las élites financieras, políticas y charlatanas españolas son antipatriotas.

Está en nuestro imaginario colectivo, como otras tantas cosas, que el elevado desarrollo industrial de Cataluña y Vascongadas se debía a su incipiente y original burguesía de carácter europeísta, en contraposición al resto del país, que mantendría una estructura aristocrática típica del Antiguo Régimen. Aquí poco importa los aranceles y la posibilidad de comerciar dentro de un Imperio que trazó rutas comerciales por medio mundo. Pero lo cierto es que estas burguesías fueron las que basándose en criterios racistas clasificados como científicos por aquel entonces, fundamentaron la separación de esos territorios.

Antes y después de estos nacionalismos, han predominado los políticos y charlatanes que en nombre de la democracia han deseado que España fuera una colonia de Francia, Inglaterra, EE. UU. e incluso de la URSS, pero estos, a diferencia de lo que cuenta la propaganda actual, aspiraban a exterminar a los burgueses para implantar su dictadura del proletariado.

En nuestro tiempo, podemos comprobar, entre otros sinsentidos, como un ministro de exteriores pedía ceder toneladas de soberanía a Europa, padres con su banderita de España en las muñecas matriculan a sus hijos en cualquier british school, algunos militares de alta graduación entienden que la libertad de España consiste en la sumisión a EE. UU. y la OTAN, empresarios que en la búsqueda de su mayor beneficio llevan sus centros de producción a otros países o grandes propietarios que ceden sus tierras a la construcción de paneles solares e invierten sus cosechas en Marruecos.

En definitiva, las élites que deben de dirigir la «democracia que nos hemos dado«, tienen intereses particulares opuestos a los necesarios para una correcta eutaxia de España.

b) Segundo motivo del fracaso: Los españoles esperan la llegada de una democracia idílica que nunca ha existido ni existirá en la vida real

La generación nacida durante los años del Desarrollismo tendrá el dudoso honor de ser la primera que, en líneas generales, vivió mejor que sus hijos. No les culpo de que fueran engañados conforme los dictados del Tardofranquismo y la Transición, pero en cambio sí son culpable de haber militado y votado de forma irracional y fanática a partidos corruptos repletos de políticos y enchufados que solo miran por sus intereses personales, además de mantener a sus hijos y nietos engañados sobre las consecuencias de sus votos. Si como nos han contado los nacidos en esa generación, la democracia que nos hemos dado es el gobierno del pueblo para el pueblo, ¿entonces qué habéis tenido en la cabeza durante todas estas décadas?

Por otro lado, ¿de qué habrían tachado a cualquier individuo que en la Navidad de 1978 se hubiera dirigido a los antifranquistas y les hubiera vaticinado que tras 40 años democracia España tendría la mayor tasa de desempleo de toda Europa, las empresas de trabajo temporal experimentarían un gran auge y el número de millonarios y personas vulnerables aumentarían; las empresas estatales, incluidas las estratégicas, pasarían a manos del gran capital privado; el PIB caería por debajo del de México, la deuda soberana superaría el 100% de este y países que por entonces no existían, como Chequia, Eslovenia, Estonia y Lituania, estarían por delante en la clasificación de renta per cápita; el sector industrial pasaría de rondar el 30% al 16% del PIB, los campos permanecerían en barbecho mientras los precios de los alimentos crecerían sin límites y la ganadería demostraría tal estado de crisis que no quedaría más remedio que importar leche de Francia; únicamente con el sueldo de uno de los dos padres, por lo general, una familia no podría vivir dignamente aunque los salarios alcanzasen máximos históricos, disparándose el gasto en ayudas sociales; mantener a un hijo se convertirá en un privilegio; los jóvenes tardarían en encontrar un trabajo decente y pagarían por cualquier vivienda, si es que pueden comprarla, una hipoteca a treinta años; la droga y la delincuencia sería aceptada hasta el punto de que los ocupas tendrían más derecho que los propietarios; ETA tendría más de 379 crímenes sin resolver desde entonces y presencia en el Parlamento; los contenidos educativos en la enseñanza serían cada vez peores y se perdería el respeto a la autoridad y los mayores; los principales cargos políticos lo desempeñarían gente que no habría demostrado nada en su vida y no cumplirían nada de lo que prometen en campañas electorales y los principales partidos políticos acumularían incontables casos de corrupción?

La realidad es incontestable. Si hasta el año 1978, según cuentan, el pueblo añoraba una democracia, 40 años más tarde, los hijos y nietos de ese pueblo, nacido y educado en ese sueño, aspiran a que el sueldo le llegue a fin de mes, tener un trabajo decente, no perder la casa y, en el mejor de los casos, ahorrar algo. Y en cada campaña electoral prometen un reindustrialización (hasta el 20% del PIB) los mismos cuya existencia política hace imposible que ese objetivo industrial se cumpla. (Y no únicamente por falta de interés e incapacidad)

Para que esto pase desapercibido en mayor medida y los españoles no se rebelen contra las élites financieras que cada año y crisis que pasa son más pudientes, los políticos y perros de prensa a su servicio se encargan de dividir y enfrentar la sociedad con drogas mentales de las que también obtienen réditos económicos, a saber, animalismo, ecologismo, ideologías de género o nacionalismos fragmentarios. También es curioso que en épocas de cambio, como en los años 80 y la actualidad, exista un incremento del consumo de drogas. Cada vez son más los demócratas que aspiran legalizarla, para que el pueblo no caiga en la cuenta de las fechorías de a quien vota.

Otra idea del imaginario colectivo es que en el Franquismo siempre había fútbol cuando existían problemas sociales, aunque es de sobra conocido por los futboleros que se jugaba los domingos por la tarde a la hora del café. Desde hace una década, quizás desde la crisis de 2008, hay partidos y programas de fútbol todos los días de la semana, desde los informativos matinales hasta la madrugada. Todo régimen político es pan y circo, pero cuando el precio del pan se pone por las nubes, también es paralelo el crecimiento del circo, es nuestro caso, el mediático.

Un caso que comenzó a abrirme los ojos

Empecé a tener conciencia política (más bien de los partidos existentes) durante el mandato de Aznar, cuando cursaba 4ª de ESO. Para alguien que vivía rodeado de un ambiente de izquierda definida dentro de la izquierda indefinida, es decir, definidos por repetir y creer todo lo que publicaban los medios afines al PSOE, posteriormente Podemos, pero no por saber definir que es la izquierda de toda vida que supuestamente defendían.

Por tanto, no era de extrañar que aceptase que Aznar era un franquista, especialmente porque apoyaba una guerra, defendía las privatizaciones y se hundió el Prestige. En esos momentos, los dos primeros puntos me superaban, pero en cambio, sobre el vertido de petróleo, sí que me llamó la atención que a mi entorno le diera tanta importancia a ese desastre (incluso fueron voluntarios a limpiar «chapapote»), cuando no ocurrió lo mismo con los vertidos de la mina de Aznalcóllar, a pocos más de 100 kilómetros de nuestras residencias y que llegaron hasta Doñana. El ecologismo solo importa en función de quien gobierne.

Sobre la Guerra de Irak, lo que en su día me parecía antidemocrático, ahora me parece la verdadera esencia de la democracia, así que corrijo mi error y afirmó que el líder del PP actuó como un auténtico demócrata, junto a las dos democracias más antiguas del mundo. Además, con los años descubrí que Aznar siguió el proceso de privatización de empresas del INI que comenzó el PSOE por las exigencias de la UE y cuyos ingresos por debajo de su valor valieron para falsear las cuentas que nos permitían acceder al Euro, sistema que tanta prosperidad nos ha traído. A esto hay que sumarle que fue quien más cedió a los independentistas con el Pacto de Majestic, eliminó la «Mili», triplicó el número de regularizaciones de inmigrantes ilegales con respecto al PSOE o permitió la reparación del submarino nuclear Tirelles en Gibraltar.

Si se quisiera situar Aznar dentro de una de las diferentes familias del Franquismo, habría que situarlo junto a los que borboneaban en el exilio bajo el apoyo de Inglaterra, nacionalidad a la que como tantos del PP, parece anhelar.

En este año habrá tres periodos electorales. ¡Corred a votar para librar a España del fascismo o del socialcomunismo, los cuales son tan peligrosos que se les pueden vencer simplemente con votos, y no con armas! En cambio, ¿por qué nadie quiere salvarnos del liberalismo? La respuesta es bien sencilla, los cinco principales partidos son diferentes formatos del liberalismo.

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