Posmodernia

Posmodernia. Un espacio abierto, tribuna libre, un soplo de aire fresco rasgando la atmósfera viciada y crapulosa en que se desenvuelve nuestra existencia presente; alborotando la sien encanecida de la hipocresía, la falsedad y el artificio manipulador de un Gran Hermano despótico, travestido de afable y protector perro guardian.

Posmodernia. Una actitud intelectualmente sana, vigorizante, rebelde, ante el reto de un momento histórico crítico, de un tránsito epocal preñado de incertidumbres y amenazas, de un espacio temporal oscuro y tenebroso, de una deriva deliberadamente abismal.

Posmodernia. Frente al pretendido “Fin de la Historia”. Frente a la unicidad de un despeñadero al que nos encaminan cual rebaño narcotizado e inconsciente. Frente al ficticio dilema “el Sistema o el caos”. Frente al gobierno en la sombra de la bastardía especulativa. Frente al hormiguero cósmico y la ingeniería social globalizada y globalizadora. Frente al totalitarismo sutíl y su inevitable secuela de represión impenitente, soterrada y aniquiladora. Frente al egoísmo individualista, el desarraigo inducido y la anemia moral planificada.

Posmodernia. Sí. Afirmativamente. Constructivamente. Implacablemente. Insobornablemente. Mujeres y Hombres aún conscientes, dispuestos a afrontar el desafío del tiempo nuevo, resueltos a vindicar al Ser Humano completo y auténtico, y elevarlo sobre la caricatura amedrentada, neurótica y compulsiva, del individuo aislado, del mero consumidor, del animal abyecto autorreducido a una condición inferior y marioneta manejada por los hilos invisibles de los trileros de la respetabilidad, el orden y la corrección política.

Posmodernia. Presta a presentar batalla y desenmascarar a los culpables. Sin eufemismos. Sin contemplaciones. Sin complejos. Sin hipotecas. Sin miedo al futuro, a la Posmoderrnidad que balbucea y reclama demoler el edificio asentado sobre los carcomidos cimientos de un tiempo en trance de fenecer: la Modernidad.

Una vez más, la pugna dramática entre el ocaso inexorable de una época y el titubeante despertar de su sucesora. Pese a las violentas resistencias torpemente disfrazadas de proclamas vacuas, estamos en ruta hacia una Edad Nueva. No la insustancial New Age”, ni la “posmodernidad” meramente nominal y cosmética, ni el mundialismo de la interesada “Aldea Global”, ni cualquiera otro estertor de la moribunda Modernidad. Queden confiados en su Poder los paladines de este (hoy, ya) Antiguo Régimen. Nosotros, intrépida vanguardia, consecuente con la responsabilidad histórica que nos incumbe, ya hemos empezado a explorar el nuevo territorio, a vislumbrar entre la neblina decadente del eclipse, las posibilidades y los peligros del devenir, y a entender y asumir que, junto a la tarea de demolición de lo viejo, resulta imperativo erigir con paciencia, pero sin desmayo, los anclajes de la nueva era. Ni somos visionarios, ni somos iluminados. Es tan solo que nuestros sentidos y nuestros cerebros no han sucumbido a la hipnosis colectiva, a la narcotización indiscriminada, a la atonía resignada.

Ya estamos aquí. Y hemos venido para quedarnos. Ni renunciamos, ni claudicamos. Por fuertes que sean los vientos en contra que nos asolen. Somos rabiosamente realistas, y como tales, una vez persuadidos de la labor que nos ha reservado el destino, proseguiremos escudriñando infatigablemente los senderos ignotos de este tiempo que alborea. Sin referentes ajados de un período histórico que en sus hitos esenciales, puede concluirse que está indefectiblemente periclitado, ampliamente superada su fecha de caducidad, pese a sus desesperados intentos de perdurar. Ya estamos aquí, porque querámoslo o no, ya está aquí la Posmodernidad; y ella, también ha venido para quedarse….

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