¿Putin está loco?

¿Putin está loco?. Daniel López Rodríguez

Mucho se está hablando en la prensa occidental de la supuesta locura de Vladimir Vladimirovich Putin, e incluso algunos han dicho directamente que el líder ruso es «un psicópata». Reducir la complejísima realidad del conflicto ruso-ucraniano (que es mucho más que un encontronazo entre Rusia y Ucrania) a las ansias psicológicas de un solo individuo (a saber, Vladimir Vladimirovich Putin) es bloquear de manera estúpida el entendimiento y no atender a los entramados dialécticos y plurales (no dualistas maniqueos o armonistas) de la geopolítica del presente en marcha. Semejantes diagnósticos sólo muestran que el que los afirma es preso del psicologismo más burdo y tontorrón. 

Uno de los que dicen que Putin está loco es el fervoroso globalista esperantista rusófobo judeo-magiar-estadounidense George Soros: «Putin parece haberse vuelto literalmente loco. Ha decidido castigar a Ucrania por enfrentarse a él y parece estar actuando sin restricciones. Está lanzando a todo el ejército ruso a la batalla e ignorando todas las reglas de la guerra» (https://www.eleconomista.es/actualidad/noticias/11662933/03/22/Soros-dice-que-solo-deponer-a-Putin-y-Xi-evitara-la-destruccion-de-nuestra-civilizacion.html). 

Lo dice el magnate que con sus fundaciones va propagando ideologías realmente delirantes. Aunque nosotros, ya que evitamos a toda costa el psicologismo, preferimos hablar de locura objetiva(véase Gustavo Bueno, https://nodulo.org/ec/2003/n015p02.htm). 

El oligarca que en su momento fue el hombre más rico de Rusia, opositor a Putin que pasó diez años en la cárcel por evadir impuestos aunque lo negase, Mijaíl Jodorkovski, afirmó desde su exilio londinense que esta guerra es el resultado de una «decisión emocional de Putin», y que el líder muestra «signos de paranoia senil» porque es un «loco en el sentido clínico» (https://www.france24.com/es/programas/la-entrevista/20220309-mijail-jodorkovski-ucrania-rusia-invasion-putin?xtor=CS1-51-%5bDesktop%5d-%5bES_libertaddigital.com+%28LibertadDigital%2C+S.A.%29%5d&dicbo=v1-c5afdeeedb1319f606e981366bb25db3-00518f0950dd1d41ab61ec38c907920b17-gqydqzrygu3dsljuhaztcljumntdcljzgnrtillegvrdeyjymeytan3fmy).

Pero veamos la posición de los expertos, y no de los tertulianos de turno que se ponen a hablar como auténticos especialistas sobre cualquier tema sin tener ni idea de lo que dicen (libraos de los vanos tertulianos, habría que decir parafraseando a Pablo de Tarso). 

El presidente de la Sociedad Española de Criminología y Ciencias Forenses (SCEE), Carlos López Gobernado, sostiene taxativamente: «Sin ningún género de duda, Putin no es un psicópata, tiene la cabeza muy bien amueblada… No lo es. Sabe perfectamente lo que quiere y lo quiere por su país. Más que rasgos psicopáticos, yo veo motivos geopolíticos. Rusia quiere su espacio a nivelinternacional. Aquí hay en juego intereses supranacionales. Más que conflictos depersonalidad, encuentro cuestiones de estadistas y políticas de poder geopolítico» (https://www.vozpopuli.com/internacional/putin-psicopata-criminologia.html). Parafraseando al vil Clinton, «es la geopolítica, estúpido».

Henry Kissinger, un político profesional que ha estado más de cincuenta años pendiente de los entramados geopolíticos, ha llegado a decir: «Para Occidente, la satanización de Vladimir Putin no es una política; es una coartada para la ausencia de una» (https://doctorpolitico.com/2022/02/24/kissinger-sobre-la-situacion-ucraniana/?fbclid=IwAR1MTsKMbz6g0ugW9OYfQgTVPfO4QqbCMsrVbVQSMT-v5exN4FSv9sgnkfc).

Putin no ha podido permanecer 20 años en el poder si simple y despóticamente ofrecía tiranía y represión a sus conciudadanos. Pensar en dicha «tiranía» es ofender la inteligencia de los rusos, dado que Putin es uno de los políticos con mayor tasa de popularidad a nivel mundial (probablemente el que más popularidad goza). 

Como se reconoce en Foreign Affairs, en un artículo de mayo/junio de 2021 firmado por el profesor de Política Exterior Post-Soviética en la Universidad de Columbia Timothy Frye, «En los últimos 20 años, los índices de aprobación de Putin han promediado un notable 74 por ciento, y hay pocas razones para creer que los rusos están mintiendo a los encuestadores en gran número. Pero estos altos índices de aprobación fueron impulsados en gran medida por el auge económico que duplicó el tamaño de la economía de Rusia entre 1998 y 2008 y el éxito único en política exterior de la anexión de Crimea en 2014. Desde 2018, la popularidad de Putin ha flaqueado. Sus índices de aprobación se mantienen a mediados de los 60, pero los rusos expresan mucha menos confianza en él que en el pasado. En una encuesta de noviembre de 2017, cuando se les pidió que nombraran a cinco políticos en los que confiaban, el 59 por ciento de los encuestados nombró a Putin; en febrero de 2021, solo el 32 por ciento lo hizo. Durante el mismo intervalo, el apoyo a un quinto mandato de Putin cayó del 70 por ciento al 48 por ciento, con el 41 por ciento de los rusos encuestados diciendo ahora que preferirían que dimitiera» (https://www.foreignaffairs.com/articles/russia-fsu/2021-04-01/vladimir-putin-russias-weak-strongman?check_logged_in=1). 

Con un mes de guerra en Ucrania, leemos en la prensa extranjera (parece que en la española, salvo excepciones, eso no lo vamos a leer) que la popularidad de Putin ha subido a un 83% (https://www.france24.com/es/programas/revista-de-prensa/20220331-guerra-ucrania-popularidad-putin). 

Sea como sea, es un insulto a la inteligencia del pueblo ruso que hayan confiado tanto tiempo en un pobre hombre loco, o en un psicópata que está deseando pulsar, simplemente por pura maldad, el botón nuclear. O que entre sus aficiones favoritas está el genocidio. Últimamente esta palabra que escribe y se pronuncia en España con muchísima alegría, y cualquier cosa o todo crimen de guerra es confundida con un genocidio. Pero hilar tan fino no es algo que ha tomado por costumbre el vulgo ignaro.

Hay que tener muy en cuenta que Putin heredó una Rusia devastada y arrodillada, con la inmensa mayoría de su población desmoralizada al vivir en la miseria tras una década del colapso y derrumbe de la Unión Soviética (con la guerra de Chechenia atizando). Los gobiernos de Putin han ido revertiendo la situación paulatinamente. Es como si sus enemigos jamás se lo quisiesen perdonar.  

Es algo muy ingenuo y propio de periodistas occidentales analfabetos funcionales en el noble arte de la geopolítica, con ínfulas de pantólogos y expertos en la universalidad, creer que un político en exceso prudente como Vladimir Putin, como ha ido mostrando durante sus veinte años de mandato (de 2008 a 2012 como primer ministro), no ha previsto las consecuencias de las sanciones de Occidente (es decir, de la OTAN más Japón y Australia) y que simplemente «se le ha ido la olla» (con este «rigor» se ha despachado el asunto en varios medios de comunicación). 

Pero lo cierto es que ni China, ni México, ni Brasil, ni la India, ni Irán, ni Sudáfrica y otros países (en realidad la mayoría de los Estados del mundo) le han impuesto sanciones a Rusia, que junto a China ha venido preparando desde 2015 la desdolarización de sus economías, poniendo al mismo tiempo en marcha sistemas paralelos al SWIFT, como el Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizo chino (CIPS, por sus siglas en inglés). «El sistema CIPS, al que algunos bancos rusos ya se sumaron en 2019, según confirmó Vladímir Shapoválov, cargo del Banco de Rusia, podría alcanzar una fortaleza suficiente como para permitir a las dos potencias vecinas eludir el sistema occidental» (https://www.eleconomista.es/economia/noticias/11640589/02/22/Excluir-a-Rusia-del-sistema-SWIFT-le-puede-salir-caro-a-Occidente-y-China-tiene-mucho-que-ver.html). 

El plan de Estados Unidos y la UE consiste en aislar a Rusia a base de sanciones a fin de que los oligarcas, viendo cómo se destruyen sus negocios, se rebelen contra Putin. Pero ¿no lo tendrá Putin todo atado y bien atado?

Y mientras la guerra va marchando en Ucrania, la UE paga a Rusia cerca de mil millones de euros diarios por su energía (aunque ha exigido que le paguen en rublos, que Rusia quiere ahora respaldar en oro, lo cual podría cambiar las reglas del juego geoeconómico). Los gaseoductos funcionaban con normalidad. Se castiga a Rusia con sanciones pero al mismo tiempo se le financia la guerra a base de comprar su gas. ¿Qué no se le comprará en tiempos de paz? Rusia es un gigante energético del que difícilmente Europa puede prescindir sin más. A Rusia no se la puede despreciar, aunque esto escueza al fundamentalismo democrático y liberal. En el Foro Diplomático de Antalya celebrado el 11 de marzo Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, admitía que las sanciones contra Rusia «tienen un costo muy alto para todo el mundo» (https://www.trendsmap.com/twitter/tweet/1503113419003629570). 

Ante las sanciones de Occidente Rusia podría contar con los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), un órgano internacional que se puso en marcha en 2008-2009 y que -como saben en el Council on Foreign Relations de Estados Unidos- «ya se ha convertido en una plataforma para los esfuerzos por construir un sistema financiero alternativo, con el banco de desarrollo del grupo recaudando fondos en monedas locales como parte de su objetivo de “romper con la tiranía de las monedas fuertes”» (https://www.cfr.org/in-brief/whats-stake-chinas-economic-relationship-ukraine).

Ya el informe de la RAND Corporation de 2019 puede leerse: «La imposición de sanciones comerciales y financieras más profundas probablemente también degradaría la economía rusa, especialmente si tales sanciones son integrales y multilaterales.Así, su efectividad dependerá de la voluntad de otros países de sumarse a dicho proceso. Pero las sanciones conllevan costos y, dependiendo de su gravedad, riesgos considerables» (https://www.rand.org/pubs/research_briefs/RB10014.html).

Putin no se llevó del todo mal con Donald Trump. En los cuatro años del rubiales sentado en el Despacho Oval las relaciones entre Estados Unidos y Rusia fueron muy diferentes a como fueron con Obama o a como están siendo con Biden (que llamó «asesino» a Putin, como si Estados Unidos, y como la que más la Administración Obama de la que él fue vicepresidente, no tuviese una carrera sanguinaria). El retorno de Trump a la Casa Blanca podría apaciguar las relaciones con Rusia pero tensionarlas con China. Y tras la guerra de Ucrania a Trump le costaría mucho ganarse el favor de una Rusia ya muy entregada a China. 

Como se ha escrito en Foreign Affairs en noviembre/diciembre de 2021, en un artículo firmado por Fiona Hill,  miembro senior de Robert Bosch en el Centro sobre los Estados Unidos y Europa en el Programa de Política Exterior de la Institución Brookings, Putin compartía con Trump muchos de los mismos enemigos: «élites cosmopolitas y liberales; el financiero estadounidense, filántropo, y el promotor de la sociedad abierta George Soros; y cualquiera que intente ampliar los derechos de voto, mejorar los sistemas electorales o arrojar luz sobre la corrupción en los respectivos poderes ejecutivos de sus países… Trump arremetió contra un estado profundo estadounidense mitológico, mientras que Putin, que pasó décadas como agente de inteligencia antes de ascender al cargo, es un producto del estado profundo muy real de Rusia. A diferencia de Trump, que vio el aparato estatal deEE. UU. como su enemigo y quería gobernar el país como un extraño, Putin gobiernaRusia como un miembro del estado. También a diferencia de Trump, Putin rara vez se sumerge en las divisiones sociales, de clase, raciales o religiosas de Rusia para ganar tracción política. En cambio, aunque apunta a individuos y grupos sociales que disfrutande poco apoyo popular, Putin tiende a promover una cultura e identidad rusas únicas ysintéticas para superar los conflictos internos del pasado que desestabilizaron yayudaron a derribar tanto al imperio ruso como a la Unión Soviética. Que Putin busque una Rusia mientras que Trump quería muchas Américas durante su tiempo en el cargo es más que una diferencia en los estilos políticos: es un dato crítico. Destaca el hecho deque un enfoque exitoso de la política estadounidense hacia Rusia se basará en parte ennegar a Putin y a los agentes rusos la posibilidad de explotar las divisiones en lasociedad estadounidense» (https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2021-09-27/kremlins-strange-victory). 

La prensa burguesa española, especialmente la del «diario global» (globalista), sostiene que Putin teme que junto a la frontera rusa se forje la «evolución de una sociedad libre y pujante» y «no a ninguna de las armas que los países centroeuropeos puedan tener en su territorio. Ninguno es un peligro militar para Rusia. Sí son todos, y Ucrania muy en especial, un peligro como ejemplo de que la libertad puede tener éxito y no necesariamente ser pasto de violencia y caos como sucedió en la Rusia de Yeltsin y que es el espantajo que Putin utiliza para defender su despotismo. Si los hermanos ucranianos pueden tener un país democrático y libre que funciona, existe el peligro de que los hermanos rusos lleguen a la conclusión de que ellos también. Eso es lo que teme Putin. Por eso dice que va adestruir la anti-Rusia que Occidente le ha puesto delante de la puerta.Lo que tiene delante de la puerta no va contra Rusia, sino que es una sociedad que va contra la tiranía, y se siente muy afectado con mucha lógica» (https://elpais.com/internacional/2022-04-02/guerra-rusia-ucrania-hoy-noticias-de-la-invasion-y-ultima-hora-en-directo.html). 

Para poner a la corrupta oligarquía ucraniana como ejemplo de «sociedad libre y pujante» que «va contra la tiranía» hace falta tener un rostro no ya de cemento armado sino de dibururo de titanio. Pero así suelen gastárselas en el otrora «Diario independiente de la mañana» y ahora «El periódico global» (globalista, muy globalista); el mismo medio que publicaba las corrupciones de Zenlensky cuando éste salía en los Papeles de Pandora: «En marzo de 2019, un mes antes de ganar las elecciones, Zelenski transfirió sus acciones a Sergiy Shefir, un amigo cercano y compañero de negocios que después se convirtió en uno de sus principales asesores políticos en Kiev. Ni el ministro ni sus asesores han respondido a las solicitudes de comentarios» (https://elpais.com/pandora-papers/2021-10-07/papeles-de-pandora-la-lista-completa-de-nombres-relevantes.html?fbclid=IwAR35SoaJkX5wjNm9LEfv_PdK3Y6j1whzaNSAVT0UGQxpipewz0fN52oWu2Y). 

En la otra prensa burguesa, la liberal fetén, la que ve comunistas como muertos veía el niño de El sexto sentido, nos referimos a la losantiana Libertad Digital, no dejan de escribirse tonterías al por mayor: «Putin es líder de una gigantesca banda terrorista, presidente de una potencia terrorista mundial, llamada Rusia. Un mediocre nostálgico con arsenal nuclear y ausencia de escrúpulos. Nos lo han contado muchos rusos que trabajaron para él, que le llevaron al poder y que se jugaron la vida o la libertad denunciándolo. ¿Para nada?» (https://www.libertaddigital.com/opinion/javier-somalo/la-culpa-de-los-rusos-6878204/). 

Un periodistucho que le falta mucho para llegar a ser mediocre llama «mediocre» al mayor estadista de nuestro tiempo. La ignorancia siempre fue muy atrevida. 

Pero el que se lleva la palma es el dueño del chiringuito: Federico Jiménez Losantos, cuyos comentarios son de risa. Llama «comunista» a Putin una mañana sí y la otra también (como un mantra). Y pronuncia dicha palabra con el mismo tono insultante que los progres pronuncian la palabra «fascista». 

Pero la Rusia de Putin es el país donde más iglesias se construyen y donde más está resurgiendo la religión cristiana (ortodoxa, por supuesto), donde la ideología de género y el cosmopolitismo liberal son más firmemente atacados (allí Soros no puede entrar, en nuestro país se ha metido hasta en la cocina), donde se está realizando un sector privado cada vez más influyente en su economía, en donde marcas como Zara poseen cientos de tiendas a lo largo de su extensísimo territorio y donde el Partido Comunista de Rusia es la principal fuerza de la oposición a Rusia Unida (el partido de Putin). 

Decir que Putin es comunista y que quiere restaurar la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas es simplemente ignorancia supina o burdísima propaganda demonizadora, lo mismo que hace el ex locutor de la COPE con la URSS y el comunismo en general en su libro tan gordo como disparatado Memoria del comunismo. Pero para eso entre otras cosas está un servidor, para criticar: https://www.nodulo.org/ec/2018/n184p02.htm.   

Tampoco se queda muy rezagado el profesor de filosofía de la Universidad Complutense de Madrid Agapito Maestre, llegado a firmar sinrazones y estulticias máximas como: «Putin solo pretende volver al viejo y cruel estalinismo. Irreversible es también el proceso totalitario de la época de Putin: toda Rusia es ya un Gulag. Seguirá estancada económica, política y socialmente» (https://www.libertaddigital.com/opinion/agapito-maestre/mas-que-un-criminal-de-guerra-6881715/). 

Da vergüenza ajena que un filósofo, que incluso admiraba a Gustavo Bueno en vida y también tras su natalicio eterno, escriba semejantes sandeces. Debería enmendar su juicio, Don Agapito, porque tales afirmaciones son propias de la corrupción del entendimiento o de un sofista de tercera.

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