Rescate de UE: Las cigarras y las hormigas

Ante la irrupción de la crisis provocada por la pandemia del coronavirus se ha vuelto a replantear la cuestión del orden en el ámbito económico de las relaciones de los países miembros de la UE. Ninguna reflexión sobre el fracaso de esta organización supranacional, que no ha servido absolutamente para nada a la hora de prevenir los efectos del coronavirus y que ha demostrado de nuevo su falta de capacidad de reacción ante situaciones de emergencia. Cada país ha ido por su cuenta con diversa suerte y la amenaza nunca ha tenido una respuesta que pueda calificarse de europea. 

Cierto que España e Italia han gestionado pésimamente la situación sanitaria. Pero Gran Bretaña, Bélgica o Suecia tampoco han destacado por su acierto y buen hacer. Norte o Sur se las han apañado sin que la pertenencia a uno u otro grupo haya significado un mejor o peor resultado a la hora de afrontar la crisis. En lo económico, dentro de la UE, las diferencias entre los países contribuyentes, con Holanda a la cabeza, y los países receptores, con España e Italia como ejemplos, más que derivadas de la gestión de la crisis sanitaria, traen su origen y causa de sus antecedentes económicos. Una constante expansión del gasto público con una descomunal deuda pública sin crecimiento de la productividad, ha cortado toda posibilidad de reacción ante la nueva crisis por parte de países como España, cuyos parámetros económicos ya no eran muy halagüeños sin necesidad de añadir la puntilla del coronavirus. 

No hay que ser muy listo para comprender que, si gastas lo que no tienes, acabaras tarde o temprano en la quiebra. Y este axioma no se lo salta ni Piketty, ni Keynes, ni el sursum corda, por muchos malabarismos financiaros que se quieran hacer, mucha deuda que se emita y por mucho que el Banco Central se dedique a sacarse dinero de la chistera. Por ello es normal que los países que han hecho los deberes y han moderado su gasto público, huido de cargas tributarias confiscatorias y conseguido contener el déficit, exijan garantias para que el dinero, su dinero, que se va a destinar al rescate de otros países más manirrotos, no se tire a un pozo sin fondo. 

Ahora bien, como lo que les importa en la UE es que salgan las cuentas y se paguen las facturas, les da igual que sea a costa de subir impuestos, recortar gasto público o ambas cosas a la vez.  El rescate de hasta 750.000 millones, se entregará por tramos en concepto de ayudas directas y préstamos y se supedita para su desembolso a la aplicación de reformas. 

En el caso español parece que Podemos ya puede despedirse de la derogación de la reforma laboral, pero planea en el aire la reforma de las pensiones, la subida del IVA y por supuesto, todos ya dan por hecho una masiva subida de todos los tipos impositivos. Eso sí, a diferencia de lo que sucedió en Grecia, los ‘hombres de negro’ de la troika, no tomaran las riendas de las políticas económicas y fiscales de los países rescatados. A cambio, el Consejo de Europa podrá paralizar los pagos si cree que no se esta cumpliendo con lo acordado y la Comisión Europea deberá valorar un plan que todo aquel país que quiera acceder al fondo de recuperación deberá elaborar. 

Desde la derecha se aplauden los límites impuestos a Pedro Sánchez, en un análisis superficial que sigue poniendo sus esperanzas en una Unión Europea que, ni es respetuosa con las soberanías nacionales, ni es capaz de construir una Europa fuerte política y socialmente para enfrentarse a los desafíos geoestratégicos del siglo XXI, ni por supuesto le importa en lo más mínimo España como algo más que un mercado. 

Pero es que, además, ni los holandeses son hormigas ni los españoles cigarras. Los españoles no trabajamos menos que los holandeses, trabajamos de media 1.691 horas al año, lo que sitúa al país por debajo de la media de la OCDE que es de las 1.765 horas, pero por encima de muchos otros países europeos como es el caso de Holanda. En España sudamos como el que más para ganarnos el pan. Los problemas vienen después.

La productividad de España es muy inferior a la holandesa, 46.710€ de PIB per capita frente a los 26.440€ nuestros. Nuestro paro es brutal, del 14, 5 % frente al 4,3 % holandés. Exportan por valor de 633.789, millones al año frente a los 297.983,3 millones nuestros. Eso sí los holandeses ganan mucho más que los españoles, que con un salario medio de 27.537€ se quedan muy lejos de los 53.198€ holandeses. 

No hay tanta diferencia en el gasto público, el español se sitúa en 11.028€ per capita anuales, mientras el holandés es de 19.546€. Eso sí, el esfuerzo fiscal del “españolito” es también mayor que el del “holandesito”. Los Países Bajos, según el índice Frank, sacan una puntuación del 1,05, mientras que España llega al 1,51. Es decir, a trazo grueso, después de pagar impuestos a los holandeses les queda aproximadamente un 55-60 % de sus ingresos para gastar en lo que les dé la gana y a los españoles sólo un 45-50 %. Por supuesto la tasa de ahorro de los holandeses triplica a la de los españoles, 14,3 % y 5,1 % respectivamente. En las cuentas públicas mientras España tiene un déficit bestial, los Países Bajos han conseguido entrar en superávit y rebajar su deuda pública al 48 % del PIB. 

¿Qué hacemos mal los españoles? Desde luego trabajar y pagar impuestos, no. Nuestro problema es la baja productividad, una enorme cifra de desempleo que repercute decisivamente en la población activa y la ineficiencia del ingente gasto público que tenemos. La Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) ya ha señalado la falta de transparencia de las subvenciones españolas, porque no se sabe a dónde van a parar ni para qué sirven 14.000 millones de subvenciones al año. La reduplicación de órganos administrativos del sistema autonómico supone un gasto inútil de 40.000 millones de euros anuales según el estudio realizado por el profesor Roberto Centeno. 

Pierdan cuidado que la Unión Europea nos exija las reformas precisas para terminar con el despilfarro político y las redes clientelares, al contrario, nos exige para acceder a las ayudas que aumentemos el gasto y las subvenciones en transformación verde, es decir, más dinero para la calentologia que desde la UE llaman neutralidad climática.  Ni sueñen que pongan en tela de juicio un solo euro en gasto de ideología de género ni multiculturalismo. Las pensiones son otra cosa, habrá que bajarlas, para ajustar su sostenibilidad, igual que habrá que subir los impuestos para mantener el equilibrio presupuestario. 

Para mejorar la productividad la UE recomienda: a) el fomento de la innovación y la difusión tecnológica, por ejemplo, por medio de inversiones en I+D, b) una aplicación eficaz de las normas de competencia para subsanar los problemas relacionados con el poder de mercado, c) la inversión en competencias de las personas mediante la mejora de los sistemas educativo y de formación, d) la garantía de un buen funcionamiento de los mercados de trabajo que evite la segmentación de cualificaciones y oportunidades y que permita el desarrollo profesional; e) la facilitación de una asignación adecuada de recursos gracias a un marco favorable para las empresas, y f) la mejora del funcionamiento de las instituciones y de la gobernanza, con inclusión de unos sistemas judiciales eficientes e independientes. 

Si además nos vamos enterando que las ayudas que no administre directamente el Estado llegaran principalmente a “empresas estratégicas a nivel nacional y regional”, ya nos podemos imaginar quienes van a ser los grandes beneficiados del rescate europeo. ¿Qué hacemos mal los españoles? Pues mantener un régimen político que permite a las oligarquías campar por sus respetos y que las redes clientelares y la clase baja vivan a costa de la clase media, las autenticas hormigas de esta historia. 

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