Título: “Blasfemar en el templo (I) Debates irreverentes”
Autor: Adriano Erriguel
Ediciones Monóculo acaba de publicar el libro “Blasfemar en el templo (I) Debates irreverentes” de nuestro colaborador Adriano Erriguel. En este nuevo libro – que será seguido de una segunda parte – Erriguel ha actualizado, ampliado o reescrito gran parte de sus textos publicados en Posmodernia, que ahora se presentan junto a otro material inédito.
¿Otro libro “políticamente incorrecto”? Con el paso de los años esta expresión se ha devaluado en una etiqueta común. Muchos discursos supuestamente “incorrectos” son, en realidad, perfectamente correctos, previsibles y sumisos al espíritu del tiempo. Si acaso, este libro se reclamaría no de la incorrección sino de la anti-corrección política, como forma de subrayar la militancia contra ese espíritu del tiempo. Frente a ese espíritu, Adriano Erriguel propone el ejercicio de un pensamiento blasfemo.
La blasfemia ya no es lo que era. Se ha resignificado.
Blasfemar ya no consiste en imprecar a la divinidad y en ofender a lo más sagrado. Eso ya no es lo subversivo, desde el momento en que el poder alienta ese tipo de comportamientos. Blasfemar consiste hoy en la denuncia de esa dogmática de baratillo que ha sustituido a lo sacro y lo divino y se envuelve en las lentejuelas del progreso.
La blasfemia estalla cuando ya no es posible el diálogo, cuando nos encontramos ante un muro de autismo o ante un sistema solipsista que no atiende a razones. La blasfemia sólo es posible ante un sistema cerrado de dogmas. Pero frente a lo que suele suponerse, los dogmas más estrictos no son los religiosos; éstos sólo atañen, al fin y al cabo, al ámbito acotado de los creyentes. Los peores dogmas son los que son enarbolados por inquisidores laicos y responden a un impulso mesiánico secularizado. Éstos son los dogmas que hoy se enseñorean de la Ciudad e instauran una noche oscura de la inteligencia.
¿Cómo blasfemar hoy en día?
En la era de la corrección política, blasfemar es una cosa cada vez más sencilla, incluso elegante. Basta, por ejemplo, con decir que sólo hay dos sexos o que las razas sí existen, y cuando nos llamen “reaccionarios” responder “no hablo tu idioma”. Basta con el recurso a la denuncia, a la sátira, al humor, a la crítica. Basta con la expresión de un pensamiento contracorriente o de un discurso más o menos ordenado, siempre que tome partido por la parte maldita y que entronque con el carácter contradictorio y complejo de las cosas.
El pensamiento blasfemo no hace prisioneros, no busca el consenso, no es “centrado” ni moderadito. El pensamiento blasfemo no cae en la trampa de la ideología dialoguista y dialogante, porque es consciente de que el Imperio del Bien no intenta refutar el pensamiento que le molesta, sino deslegitimarlo, no como algo falso, sino como algo malo. Por eso no quiere hacerse respetable ni obtener la benevolencia del enemigo, algo que de todas maneras nunca podría alcanzar.
Al igual que su libro precedente – Pensar lo que más les duele –, este nuevo libro de Erriguel aspira a ser una especie de cajón de herramientas para que el lector tome lo que más le convenga y se lance, si tiene tiempo y ganas para ello, por vericuetos ajenos al consentimiento manufacturado.