Reseña de «La Inquisición desconocida»

Reseña de "La Inquisición desconocida". Iván Vélez

Título: “La Inquisición desconocida. El Imperio español y el Santo Oficio

Autor: Mercedes Temboury Redondo

La Inquisición, huelga decir que española, es una de las habituales cuestiones negrolegendarias. Su persistencia en el tiempo como tribunal de la fe, pero no sólo, daría cuenta del fanatismo, del oscurantismo español. Del blindaje, en suma, de una sociedad intolerante frente a los liberadores y tolerantes vientos del Norte. La bibliografía en torno al Santo Oficio es extensísima, los estudios, cada vez más detallados. Frente a esta producción libresca, entre el común, la Inquisición conserva su atmósfera lúgubre, la propia de oscuras mazmorras en la que unos monjes se deleitan torturando a inocentes, a heterodoxos, a librepensadores, incluso.

A la gran biblioteca inquisitorial se ha sumado, recientemente, La Inquisición desconocida. El Imperio español y el Santo Oficio (Ed. Arzalia, Madrid 2024), libro debido a la pluma de Mercedes Temboury Redondo, que ha dedicado varios años al estudio de tan controvertida institución. ¿Otro libro sobre la Inquisición?, se preguntará el lector. Y, en efecto, nos encontramos ante otro libro sobre este tribunal. La obra de Temboury bebe en las fuentes clásicas y, en cuanto a cifras, asunto siempre polémico, pues existe un público que pide más y más víctimas, las suficientes para avalar la imagen preconcebida, se apoya en los estudios de Jaime Contreras y Henningsen. El libro, como tantos otros de su género, expone al detalle los detalles del proceso inquisitorial, del auto de fe y de las penas a las que se exponían los condenados. Sin embargo, La Inquisición desconocida responde al título e, incluso al subtítulo, pues el arco temporal analizado se ciñe al mismo. Al cabo, el tribunal impulsado por los Reyes Católicos, y bien sabemos lo hiriente que esta afirmación resulta para los oídos piadosos, fue una útil herramienta imperial en un tiempo, el que se abrió a finales del siglo XV, en el que se impusieron los procesos de cohesión religiosa. Cuius regio, eius religio, por decirlo con la fórmula clásica. España, no fue una excepción. El componente religioso, no exento de intereses espurios, marcó el devenir de naciones como Inglaterra, por no hablar de las convulsiones políticas que produjo el cisma luterano, con la Noche de San Bartolomé como punto álgido del enfrentamiento entre cristianos.

El trabajo de Temboury, repleto de ejemplos extraídos de unos archivos que no tienen su correlato en Europa, responde, en gran medida, a esta cuestión, a la que tiene que ver con el control religioso, pero, sobre todo, presta atención, algo poco frecuente, a las enormes implicaciones políticas que tenía la depuración de los colectivos adscritos a las religiones del libro y a las alianzas que se tejieron contra terceros. Tal es el caso, y así se recoge en La Inquisición desconocida, de franceses y turcos, unidos contra España a finales del siglo XVI, que llegaron a planear una invasión apoyados en una quinta columna: los moriscos. Temboury desgrana al detalle las tentativas de ataque y su directa consecuencia: el control de unas fronteras que eran tan políticas como religiosas.

Los dos primeros capítulos tienen en común la palabra «guerra», ya sea la que tuvo como escenario el Mediterráneo, por el que desfilan turcos, berberiscos, esclavos y cautivos, ya por el Atlántico, cuando la pugna vira del mundo musulmán al protestante. Cuando el territorio del conflicto, lleno de espías, se amplía hasta adquirir dimensiones planetarias. Sobre el Nuevo Mundo, cuyos naturales quedaron fuera de la actividad inquisitorial, orbitan piratas y contrabandistas, pero también panfletos, frailes y visionarios. En ese contexto, la Inquisición sirvió para tratar de conservar una ortodoxia vinculada a la eutaxia, o buen orden, de un imperio católico.

En un plano paralelo al bélico, aparece el económico, y con él, los judaizantes y sus frondosas redes, con Lisboa y Ámsterdam como ciudades clave para el control de un comercio que iba adquiriendo cada vez mayor un mayor volumen. La burla de los controles aduaneros, la falsificación de moneda y el tráfico de esclavos, entre otros asuntos, serán objeto de lo que Nicholas Bröens denominó «Inquisición económica». En ese ámbito se moverán judaizantes y conversos sinceros, fieles a su rey y traidores; prestamistas y estafadores. De todas estas figuras nos ofrece Temboury, que cierra su obra atendiendo a los delitos sexuales y a las prisiones de escala urbana, su rostro más realista.

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