Título: Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y Guerra Fría en el Estado franquista
Autor: Lino Camprubí Bueno.
Ed. Crítica, Barcelona, 2017, 317 págs.
Se trata éste, Los ingenieros de Franco, de un libro muy poco común entre la historiografía española, un libro que ya en el propio título comienza marcando las diferencias. Y es además un libro valiente, pues se introduce de lleno y desde la primera página en un tema tan polémico hoy –y tan negrolegendario– como es el franquismo. Si bien, a pesar del título, no debemos creer que Lino Camprubí pretende construir algo así como una historia de la ciencia y la tecnología bajo el franquismo, o al menos no sólo. Lo que el autor nos ofrece a lo largo de estas páginas es un modo tan preciso como resumido y ejemplificado de entender qué papel jugaron las diversas ciencias y tecnologías en las construcción y consolidación del régimen franquista, así como la modificación del solar patrio. Las transformaciones económicas y territoriales, las luchas internas dentro del régimen, las derivas ideológicas, la geopolítica, la Guerra Fría y las relaciones internacionales están constantemente presentes, pues sin ello no se entienden los avances científicos y tecnológicos, y viceversa.
Nos va mostrando así el autor en diversos capítulos múltiples ejemplos de la complejidad propia de la política, un juego de múltiples fuerzas constante, mostrando continuidades y discontinuidades. Y mostrando sobre todo cómo en política y en historia las visiones simplistas y generales, que suelen ser ideológicas al fin y al cabo, se derrumban en cuanto se desciende al detalle y a los casos concretos. No se trata pues de realizar un juicio moral sobre esta etapa de nuestra historia, se trata de ver qué sucedió, por qué y cómo sucedió. Cómo las instituciones de todo tipo –antropológicas, científicas, legislativas, políticas– aparecieron, desaparecieron y se transformaron en torno a los cambios de cada época y la permanente búsqueda de la eutaxia del Estado. Es, en definitiva, un perfecto ejemplo de análisis materialista de nuestra historia.
Para ello, después de una aclaratoria introducción, Lino nos muestra en el primer capítulo los conceptos que van a atravesar todo el libro, tales como el de redención, autarquía, ingenierismo, ciencia, Guerra Fría, Estado… El segundo capítulo nos relata la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la relación de éste con los miembros del Opus Dei, mostrando la estrecha correlación y codeterminación entre ambas instituciones. El tercer capítulo, girando en torno a su famoso silo dodecaédrico de carbón, nos adentrará en el Instituto Técnico de la Construcción y el Cemento (ITCC), que dirigió Eduardo Torroja Miret. Lo cual da la oportunidad al autor para analizar la importancia de materiales y recursos como el carbón y el cemento en el proyecto industrializador del régimen y su política autárquica. En el cuarto capítulo continuamos en el ITCC, pero esta vez veremos las luchas y proyectos para la producción, negociación y final fracaso en el intento de establecer unos estándares para la construcción de las viguetas de hormigón prensado.
En el quinto nos movemos por la geografía española hasta el río Noguera Ribagorzana, analizando los proyectos para la transformación del río, mediante doce saltos de agua, en un productor de energía eléctrica. A éste proyecto se opondrían los ingenieros agrónomos, que tenían una perspectiva más alimenticia que industrial del uso de sus aguas. En el sexto seguimos en el río, pero bajando hasta el sur, al Guadalquivir, para ver cómo sus marismas se transformaron en enormes arrozales. Transformación en la que los fertilizantes y el estudio genético y la hibridación de las semillas (provenientes de Sueca, Valencia) fueron fundamentales. Estas marismas nos llevarán a su vez, en el capítulo siete, a otro lugar destacadísimo del territorio español: el Parque de Doñana. Un parque natural enorme en el que la caza, la biología, la descolonización, la monarquía, científicos nacionales y extranjeros e instituciones internacionales como la UNESCO o el World Wide Fund están muy presentes.
En el octavo capítulo seguiremos en el sur, pero desplazándonos al peñón de Gibraltar, lo que dará lugar a tratar sobre soberanía territorial, ciencia y geopolítica. Y es que con el desarrollo de los submarinos nucleares el peñón y el estrecho pasaron a ser un punto bien caliente dentro de la Guerra Fría, por ello un conocimiento bien preciso del terreno, las corrientes y los fondos marinos fue esencial. De ahí pasaremos en el noveno capítulo, sin dejar el contexto de la Guerra Fría, a la producción de energía (mediante el carbón, la hidroelectricidad, la energía nuclear o el petróleo) y a la constante búsqueda por parte del régimen de una autonomía económica y energética que procurase una fortaleza e independencia política. Aquí las batallas ideológicas y las alianzas y acuerdos comerciales internacionales serán básicos. Y finalmente, en el último capítulo, adentrándonos en el Sáhara español, veremos cómo la lucha por los recursos –en éste caso los fosfatos– son determinantes geopolíticamente. Esto es, cómo la economía es a su vez política.
Así pues, dado lo dicho, y aunque Lino Camprubí no olvida en ningún momento la importancia de la jerarquía, la fuerza y la autoridad del régimen, tampoco deja de señalar que dicho régimen no habría sido posible sin el desarrollo de la investigación técnica y científica. Y es que «los científicos e ingenieros de Franco (Alía Medina, Ríos o Álvarez) eran ingenieros políticos. Operaban en una sociedad política con necesidades básicas, luchas internas y constantes relaciones con otros estados» (p. 218). O dicho de otra forma, que la historia de los estados contemporáneos no puede entenderse adecuadamente si no se atiende a las urdimbres técnicas y científicas que necesitan tejer. Que, en definitiva, el desarrollo científico y tecnológico durante el régimen franquista (y cualquiera que se precie) aparte de ser una herramienta para el poder político, era una parte constituyente y determinante del mismo, pues le permitía un control territorial importantísimo para la construcción y explotación de las ciudades, los recursos naturales, las personas, el establecimiento de fronteras y su protección, la forja de alianzas internacionales y un largo etcétera. No había, no es posible, régimen sin ciencias y tecnologías ni ciencias y tecnologías sin régimen. Retroalimentación o codeterminación que, aunque con sus peculiaridades, no es rasgo distintivo del franquismo, sino de cualquier régimen político de entonces y de ahora.