Rodrigo Cuevas o el mundo por montera (picona)

Rodrigo Cuevas o el mundo por montera (picona). Iván Vélez

«Por la singularidad de su obra con una propuesta trascendente que une música tradicional folclórica y música popular contemporánea». Este fue el argumento que sirvió a un jurado integrado, entre otros, por Joan Francesc Marco, director general del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música, dos miembros de Radio 3, la gestora cultural Almudena Heredero y Carmen Zapata Corbalán, directora de la Asociación de Salas de Conciertos de Cataluña, para otorgar a Rodrigo Cuevas el Premio Nacional de Músicas Actuales 2023. Los jueces también valoraron el hecho de que «su proyecto artístico aporta un fuerte compromiso por la diversidad». Un compromiso que ya había sido reconocido un año antes con la entrega del Premio Arcoíris 2022 del Ministerio de Igualdad, galardón que sucedió a la concesión, en 2021, del Premio «El Ojo Crítico» de RNE en la categoría de música moderna para un artista multidisciplinar «que ha apostado por traer al siglo XXI la tradición y el folclore asturiano desde la provocación y el riesgo estético». En definitiva, en los últimos tres años, Rodrigo Cuevas ha recibido tres importantes premios emanados directamente desde las estructuras estatales. Unas estructuras controladas por un amplio grupo de partidos políticos convencidos de la plurinacionalidad de España que, sin embargo, son incapaces de determinar el número de naciones que la integran.

En este contexto, la figura de Cuevas es particularmente útil, pues el artista ovetense es un firme partidario de la oficialidá del asturiano, es decir, de esa lengua de laboratorio inventada gracias a un ejercicio de eclecticismo filológico similar al exhibido por nuestro hombre en lo que se refiere a vestuario. La defensa del asturiano es, sin duda, un factor decisivo en la concesión de unos premios tras los que funciona una industria necesitada de abrir nuevos mercados que crecen bajo el proteccionismo autonómico. En el caso de Asturias, la defensa -entiéndase el establecimiento de unas cuotas obligatorias y unos puestos de trabajos asociados- del asturiano, sirve para polarizar el espectro político regional. El más firme defensor de la implantación de un modelo ya ensayado en comunidades vecinas como Galicia y las Vascongadas, es la autodenominada izquierda, que considera al asturiano la voz del pueblo, sin reparar en que esta neolengua es, como ya señalara Gustavo Bueno hace casi medio siglo, la aniquiladora de las variedades de bables asturianos. Se da la paradoja de que Cuevas, que reivindica, orgulloso, su condición de aldeano, de habitante de ese «Paraíso natural» convertido en lema oficial asturiano capaz de arrumbar el «Asturias es España y lo demás, tierra conquistada», tan incómodo para oídos plurinacionales, contribuye a hacer desaparecer la riqueza lingüística local.

El éxito de Cuevas, ligado al mundo oficial que, desde hace un tiempo, ha acogido generosamente la reinterpretación del folclore, corre paralelo al de otros músicos que han acudido al cancionero popular viéndose envueltos, como en el caso de Rosalía, en polémicas esencialistas como la que brotó al calor de la llamada «apropiación cultural» de la que la catalana fue acusada tras la publicación de su superventas Malamente. Cuevas, por cierto, no es del todo ajeno a aquel éxito, pues en 2019 publicó el disco Manual de Cortejo en colaboración con Raül Refree, productor del disco Los ángeles, en el que Rosalía versionaba clásicos del flamenco. El asturiano, sin embargo, no corre riesgo apropiatorio alguno, pues sus creaciones mezclan el cosmopolita cabaret, de resabios centroeuropeos, con elementos propios de su esfera autonómica.

Por si todo lo anterior no fuera suficiente para entender la dimensión política de estos premios, ha de repararse en que los miembros del jurado han empleado términos como «diversidad» y «provocación», atributos imprescindibles para recibir las bendiciones de los circuitos gubernamentales, a los que se accede con mayor facilidad si se abrazan los postulados woke. Bendecido por las instancias oficiales, incluidas las de una radio que conserva la N de «nacional» a pesar de dar pábulo a cualquier facción disolvente de la unidad política que subyace bajo la E que cierra sus siglas, Cuevas vendría a ser un visitante de un Palacio de El Pardo virtual en el que se recibe a quienes contribuyen a popularizar los cánones oficiales del régimen actual que, en este caso, incorpora aspectos castizos. Su éxito, sin embargo, difícilmente se sostendrá en el tiempo sin el apoyo del mundo oficial, necesitado siempre de dóciles propagandistas con aspecto contestatario. En cuanto al folclore asturiano, este, hijo de su tiempo y de unas particulares condiciones de vida ya extintas, en ningún caso homogéneo, como tampoco lo fueron los bables que la llingua ha disuelto, ha sido suficientemente estudiado por una figura tan ajena a la provocación y al riesgo estético como Joaquín Díaz, fundador, en 1980, de la revista Folklore.

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