Soberanía económica en tiempos de virus

La crisis sanitaria que azota España en las últimas semanas está poniendo de manifiesto una falta de previsión en el tejido estratégico productivo español de grandes dimensiones.

El mundo globalizado ha propiciado una profunda modificación de las relaciones y formas de organización de la producción a nivel mundial. Los nuevos procedimientos en el comportamiento han generado que en muchas industrias la producción y el comercio sean parte de un mismo proceso, donde esencialmente se intercambian partes y componentes de un bien, y donde la cadena productiva ocurre en varios países hasta consumar el producto final.

Este tipo de organización y estructuración, en el que se comparten las capacidades productivas y tecnológicas, tiene sentido cuando el mundo no se somete a grandes debacles universales. Sin embargo, cuando llega la hora de la verdad, cuando una Nación tiene que salir al encuentro de una crisis internacional y estructurar su economía para resistir el azote de la cruda realidad, las “deslocalizaciones” productivas pasan factura dando un duro revés a los intereses estratégicos de una Nación como España.

España mantiene un estilo de desarrollo dependiente y transnacional. Su estructura productiva es cautiva de empresas trasnacionales, quienes concentran gran parte de la participación del mercado y provocan la desarticulación de la industria nacional. Su proceso de integración a la Unión Europea se traduce, en la actualidad, en un enorme costo relacionado con pérdida de soberanía económica.

La globalización ha significado la decaída de las cadenas productivas nacionales, y aunque es complicado hacer frente a esta realidad, resulta claro que el país que logra integrar a su economía en la dinámica internacional sin desmembrar enteramente su estructura productiva, alcanza una mayor expansión económica a largo plazo.  Ahí tenemos el ejemplo de Corea del Sur, el cual conserva una mayor articulación productiva y fortalece al mismo tiempo un perfil de mayor especialización tecnológica. Ello le permite encontrarse en una trayectoria económica más estable y más soberana económicamente.

Pero esta circunstancia es más acusante cuando no se tiene una previsión estructural de las necesidades estratégicas. En los últimos días estamos viendo como el sistema sanitario español, un buen sistema en cuanto a prestación universal y preparación de nuestros profesionales (a pesar del despilfarro autonómico), hace aguas por la línea de frotación más elemental: La falta en recursos de material básico para tratar a los enfermos y desempeñar con seguridad su labor el personal sanitario.

Que España no tenga capacidad industrial para atender estas necesidades esenciales, y que dependa de la producción extranjera pone de manifiesto una falta de rigor y sentido de Estado espeluznante. Si analizamos los distintos sectores estratégicos nacionales, en todos existe esa falta de previsión y estructuración. Hoy le ha tocado el turno al sanitario, pero mañana puede ser el energético, una crisis de estas características empujaría a todo nuestro tejido productivo al precipicio de una muerte anunciada.

Por lo tanto, acuciante atención merece nuestra dependencia energética, siendo uno de los problemas estructurales de la economía española. Esta dependencia que año tras año aumenta del exterior (73,9% en 2017) provoca que la economía sufra los vaivenes continuos del precio y un déficit en la balanza de cuenta corriente importante (ingresos y pagos al exterior por intercambio de mercancías, servicios, rentas y transferencias). España apenas produce un cuarto de la energía que consume.

Nuestra dependencia se concentra sobre todo en el petróleo, puesto que el 74 % de consumo final de energía procede de productos derivados de él. En segundo lugar queda la electricidad y en tercero el gas. Todo esto, nos permite realizar una revisión sobre la estrategia de la producción propia por medio de energías renovables frente al abandono de la energía nuclear… (Paradoja interesante, ya que compramos a Francia energía producida por sus centrales nucleares al otro lado de los Pirineos)

Si bien es cierto que la evolución contemporánea de las economías occidentales se está caracterizando por un cambio estructural enfocado a una fuerte terciarización (se sitúan en porcentajes superiores del 60% del PIB), también es cierto que el desmembramiento industrial español hacia el sector servicios carece de criterios estructurales de Estado en la evolución de nuestra economía.

El profesor Wassily Leontief, Premio Nobel de economía en 1973, desarrolló el modelo input-output introduciendo técnicas cuantitativas para analizar el grado de interdependencia de una economía con respecto al exterior, y también establecer, por otra parte, comparaciones internacionales respecto de las estructuras económicas de los distintos países. Contar con esos datos es importante puesto que nos permite establecer un estrategia económica a corto y medio plazo, pero lo es mucho más en un momento crítico como la actual. Realizar una actualización el análisis input-output de España nos permitirá conocer la nueva realidad económica provocada tras la crisis del Coronavirus.

Identificar cuáles son los sectores claves, cuáles los impulsores y cuáles debilitan nuestro desarrollo industrial es un requisito previo para cualquier salida programada y menos costosa de la crisis. 

La revisión de un análisis input-output también nos permitirá conocer la capacidad generadora de empleo de los distintos sectores productivos, un dato fundamental para valorar las oportunidades futuras.

Actualmente, las Infraestructuras Estratégicas y Críticas relacionadas con servicios públicos esenciales están clasificadas en los doce apartados:

Sector Energético: Eléctrico, hidrocarburos, gas.
Sector Tecnologías Información: Telefonía, radio, televisión.
Sector Transportes: Aeropuertos, puertos, ferrocarril y carreteras.
Sector Hídrico: Depósitos, embalses, tratamiento, y distribución. Sector Salud: Biológico, asistencia hospitalaria, vacunas y laboratorios.
Sector Alimentación: Centros de almacenamiento y distribución.
Sector Finanzas: Mercados regulados, pago y compensación.
Sector Nuclear: Producción y almacenamiento radiológico.
Sector Químico: Sustancias químicas, armas y explosivos.
Sector de Investigación: Laboratorios y almacenamientos.
Sector Espacio: Centros de control y telecomunicaciones.
Sector Administración: Altas Instituciones del Estado, Defensa, Interior, Partidos Políticos, Servicios de Emergencia.

Sin embargo, la presente crisis sanitaria ha puesto de relieve la debilidad de dichas Infraestructuras Estratégicas y Críticas. Se ha confiado demasiado en los procesos de internacionalización y perdida de soberanía, ya sea desde el punto de vista económico en el marco europeo, ya sea en materia de seguridad por medio de una confianza ciega en la OTAN… Se hace necesaria una revisión inmediata que permita al estado responder de manera acertada ante las futuras eventualidades, asumiendo un posicionamiento soberanista que nos otorgue independencia. Dicha filosofía de acción no solo nos protegerá de próximas amenazas coyunturales sino que posibilitará una soltura económica a largo plazo, siendo esencial integrar nuestra economía en el marco internacional, recomponiendo nuestra estructura productiva y fortaleciendo al mismo tiempo la especialización tecnológica.

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