100 años del nacimiento de la Cheka

 

Antes de la fundación de la Cheka, Lenin, siempre tomando como referencia a la Gran Revolución burguesa de 1789, le aseguró a su secretario, Vladimir Bonch-Bruevich, que era urgente y totalmente necesario otro «Fouquier-Tinville que nos mantenga en jaque a toda la canalla contrarrevolucionaria» (citado por Werth, 2010: 83-84). Así, el Fouquier-Tinville de la revolución rusa fue Feliks Dzerzhinsky (su adjunto, el letón Jekabs Peterss, sustituyó a Dzerzhinsky durante dos meses tras ser secuestrado por los socialistas revolucionarios en julio de 1918). Dzerzhinsky era lo que Lenin denominaba un «duro proletario jacobino». Era un polaco procedente de la ciudad lituana de Vilnius y por entonces tenía 40 años. «Dzershinski era un hombre de una gran pasión explosiva. Su energía se mantenía en tensión por medio de constantes descargas eléctricas. Por insignificante que fuese la cuestión que se discutía, enseguida montaba en cólera, las aletas delgadas de su nariz empezaban a temblar, los ojos despedían fuego y la voz tomaba un tono agudo, quebrándose a cada paso. A pesar de esta alta tensión nerviosa, Dzershinski no conocía la apatía ni los estados de depresión, Se encontraba, por decirlo así, en estado de movilización continua. En cierta ocasión, Lenin hubo de compararlo a un fogoso caballo de pura sangre. En todos los asuntos en que tenía que intervenir se le turbaba enseguida la vista y se ponía a defender con gran pasión, intransigencia y fanatismo a sus colaboradores contra cualquier crítica, sin que tuviese en ello ningún interés personal: Dzershinski sólo vivía para la causa» (Trotsky, 2006: 532).

En cierta ocasión le confesó a Trotski: «Yo acaso no sea un mal revolucionario, pero no tengo nada de caudillo, de estadista, ni de político» (citado por Trotsky, 2006: 533).

Nuestro protagonista había sido camarada de Rosa Luxemburgo y, como ésta, combatía algunas ideas del bolchevismo. Lenin le comentó a Trotski que «No queda en él rastro del pasado» (citado por Trotsky, 2006: 533).

El 7 (20) de diciembre de 1917 Dzerzhinsky, por recomendación expresa de Lenin para tomar medidas excepcionales contra saboteadores y contrarrevolucionarios varios, presentó su proyecto al Consejo de comisarios del pueblo: «Debemos enviar a ese frente, el más peligroso y el más cruel de los frentes, a camaradas determinados, duros, sólidos, sin escrúpulos, dispuestos a sacrificarse por la salvación de la revolución. No penséis, camaradas, que busco una forma de justicia revolucionaria. ¡No tenemimg_4425os nada que ver con la “justicia”! ¡Estamos en guerra, en el frente más cruel, porque el enemigo avanza enmascarado y se trata de una lucha a muerte! ¡Propongo, exijo la creación de un órgano que ajuste las cuentas a los contrarrevolucionarios de manera revolucionaria, auténticamente bolchevique» (citado por Werth, 2010: 84).

Y así es como se puso en marcha la Comisión Extraordinaria Pan-rusa para la lucha contra la contrarrevolución, la especulación y el sabotaje, más conocida como la Vecheka o, en abreviatura, la Cheka: institución consagrada al mantenimiento de la ley y el orden etiquetada como «legalidad revolucionaria». La Cheka era, pues, la «vanguardia del partido y de la revolución» o -como la llamó Dzerzhinsky- la «espada y la llama de la Revolución» (citado por Rayfield, 2003: 80). O como decía M. Latsis en 1921: «los revolucionarios actúan en todas las esferas de la vida… no hay esfera en que la Cheka no tenga que operar» (citado por Carr, 1972: 186).

La Cheka procedía directamente del Comité Militar Revolucionario del Soviet de Petrogrado, comité que fue el artífice de la Revolución de Octubre y que sería abolido el 5 (18) de diciembre.

Asimismo, la Cheka no era otra cosa que una reconstrucción de la antigua Ojrana, la policía secreta imperial, es decir, el «departamento de protección de la seguridad y el orden público»; de hecho, los métodos de tortura para arrancar confesiones y denuncias procedían del manual de la Ojrana, y todavía en los años ochenta el KGB seguía enseñando a sus reclutas con los manuales de la Ojrana. Es más, su fundador, Felix Dzerzhinsky, tuvo una larga experiencia personal sobre los métodos de la Ojrana pues se pasó la mitad de su vida en las prisiones del régimen zarista. La técnica policiaca zarista llegó a tal nivel de refinamiento y perfección que superaría a la de Occidente. Nicolás I transformó la Inquisición del Estado en la Tercera Sección de la Cancillería imperial, que con Alejandro II se integraría en el ministerio del Interior. Fue Lenin el que defendió la restauración de una policía política secreta, bajo el pretexto de proteger con eficacia la Revolución de Octubre. Por cuestiones eutáxicas y de prudencia política, no por maldad absurda y sin sentido.

Las funciones de la Cheka fueron expuestas el mismo 7 (20) de diciembre de 1917:

«1. Investigar y liquidar todo intento o acciones relacionadas con actos contrarrevolucionarios o de sabotaje, sin tener en cuenta la fuente de origen ni el lugar de acción en todo el territorio ruso.

»2. Poner a la disposición de los tribunales revolucionarios a todos los saboteadores y contrarrevolucionarios y tomar todas las medidas necesarias para luchar contra ellos.

»3. La comisión sólo podía llevar a cabo una investigación preliminar en tanto que ésta fuese necesaria para cumplir objetivos de prevención» (citado por Conquest, 1974: 662).

Al principio la Cheka, que se mantendría libre de las intromisiones del Sovnarkom, simplemente custodiaba el Cuartel General de la Revolución en Petrogrado, y estaba dirigida por Klim Voroshilov (que llegaría a ser comisario de Defensa cuando Stalin ascendió al poder). Pero el 7 (20) de diciembre Dzerzhinsky convenció a Lenin para que ampliase las competencias de la Cheka y de este modo se convirtió en la «Comisión Extraordinaria para Combatir la Contrarrevolución y el Sabotaje».

A la creación de la Cheka, le siguió la formación de un tribunal revolucionario para juzgar «a quienes organicen revueltas contra el Gobierno Obrero y Campesino, a quienes se opongan a él o no le obedezcan o a quienes inciten a otros a oponérsele o a desobedecerle» (citado por Díez del Corral, 2003: 341).

La Cheka estaba compuesta de ocho miembros de presidía Dzerzhinsky y era un organismo al margen de cualquier dirección política y por ello no había ningún decreto que señalara su organización salvo las actas secretas del Sovnarkom. En 1920 el vicepresidente de la Cheka reveló a la delegación laborista británica que por entonces la institución tenía «por todo el país una plantilla de 4.500 operarios asistidos por todos y cada uno de los miembros del partido que consideraban como un deber el informar a la comisión de todos los actos de enemistad hacia el Gobierno» (citado por Carr, 1972: 177).

Al trasladarse la sede del gobierno desde Petrogrado a Moscú el 10 de marzo de 1918, se concedió a la Cheka los atributos de un departamento de Estado considerable e independiente del Kremlin que se encontraba en la plaza Bolshaya-Lubianka (en un edifico antiguamente ocupado por los seguros Lloyd), cerca del Kremlin, donde se instaló una «prisión interior» para los sospechosos de tareas contrarrevolucionarias.

En junio de 1918 se fundaron chekas allá donde hubiese soviets de trabajadores y soldados, cuyo control estaba en manos img_4427de los agentes locales. Pero a medida que los ejércitos blancos se iban retirando del centro del país, Dzerzhinsky se fue haciendo con el control de estas chekas desde Moscú, y así la institución se centralizó a la paz que se expandía por el país y de este modo no tenía que rendir cuentas ante nadie que no fuese el Jefe del gobierno para llevar a cabo «investigaciones, arrestos y ejecuciones» (Rayfield, 2003: 96). De este modo se puso en marcha una Sección de Contraespionaje y Control de las Fuerzas Armadas, una Sección de Transportes para supervisar ferrocarriles, una Sección Secreta para neutralizar a los enemigos políticos, una Sección Económica para «luchar contra el sabotaje» y una Sección Extranjera dedicada a enviar espías al extranjero.

En una resolución que fue aprobada por el Comité Ejecutivo de toda Rusia (VTsIK) el 29 de julio de 1918 se acordó que «El poder soviético tiene que garantizarse la retaguardia, colocando a la burguesía bajo vigilancia y aplicando contra ella el terror de las masas» (citado por Carr, 1972: 184). Por esos mismos días Dzerzhinsky hizo las siguientes declaraciones de una entrevista: «La Cheka no es un tribunal; es la defensa de la Revolución como lo es el Ejército Rojo y, lo mismo que en la guerra civil, el Ejército Rojo no puede pararse a preguntar si va a dañar a individuos particulares, sino que tiene que tener en cuenta una única cosa -la victoria de la Revolución sobre la burguesía-, del mismo modo la Cheka tiene que defender a la Revolución y vencer al enemigo aunque su espada caiga ocasionalmente sobre las cabezas de los inocentes» (citado por Carr, 1972: 184). De ahí que Lenin definiese a la Cheka como «el principal defensor del poder soviético» (citado por Saborido, 2006: 107).

Ya en la reunión del Sovnarkom en la que se fundó la Cheka, Dzerzhinsky definió a la nueva institución como un instrumento despiadado contra los enemigos internos de la revolución bolchevique: «Necesitamos enviar hacia ese frente, el más peligroso y cruel de los frentes, a camaradas determinados, duros y firmes, dispuestos a hacer cualquier cosa en defensa de la Revolución. No penséis que busco formas de justicia revolucionaria; ahora no necesitamos justicia. Ahora se trata de una guerra cara a cara, una lucha hasta el final. ¡A vida o muerte!» (citado por Figes, 2000: 566).

En 1922 Dzerzhinsky escribió que todo lo que hacía la Cheka era «proporcionar una sabia dirección» al «odio de siglos que el proletariado sentía hacia sus opresores», un odio que de otra manera podía «expresarse en episodios carentes de sentido y sanguinarios» (citado por Figes, 2000: 592). Es decir, la Cheka trataba de canalizar la represión inevitable que estalló en el Segundo período de desórdenes. Y como escribió M. Y. Latsis, uno de sus fundadores, «La Cheka no es una comisión investigadora, un juzgado o un tribunal. Es un órgano de lucha en el frente interno de la guerra civil […] No juzga, golpea. No persona, destruye a todos los que están situados al otro lado de la barricada» (citado por Figes, 2000: 690).

Sin la Cheka no se hubiese podido llevar a cabo la Revolución de Octubre, luego sin Cheka no hay comunismo. Sin terror no hay revolución. Sin la Cheka y el terror los comunistas hubiesen sido imbéciles (en sentido etimológico: «sin bastón»). La Cheka es la prudencia revolucionaria, lo contrario sería el suicidio político, la distaxia. Como dijo Lenin, «un buen comunista es igualmente un buen chekista» (citado por Werth, 2010: 111). Isaac Shteinberg, socialista revolucionario de izquierda, llamó a la Cheka «Comisariado de Aniquilación Social»; a lo que Lenin respondió: «¡Bien dicho! ¡Eso es exactamente lo que va a ser!». Y a otro personaje conocido le dijo: «Estamos ocupados en la aniquilación. ¿No te recuerdas de lo que decía Pisarev? “¡Romper, machacarlo todo, golpear y destruir!” ¡Todo lo que se rompe es basura y no tiene derecho a vivir! Lo que sobrevive es lo bueno» (citado por Montefiore, 2010: 444). Como dijo Dzerzhinsky, «Es la vida misma la que dicta su camino a la Cheka» (citado por Werth, 2010: 85).

Bibliografía

-Carr, E. H., La revolución bolchevique (1917-1923), Vol. 1, Traducción de Soledad Ortega, Alianza Editorial, Madrid 1972.

 

-Conquest, R., El gran terror, Traducción de Joaquín Adsuar, Editorial La Vida Vivida, Barcelona 1974.

-Díez del Corral, F., Lenin. Una biografía, Ediciones Folio, Hospitalet 2003.

-Figes, O., La revolución rusa (1891-1924), Traducción de César Vidal, Edhasa, Barcelona 2000.

-Montefiore, S. S., Llamadme Stalin, Crítica, Traducción de Teófilo de Lozoya, Madrid 2010.

-Rayfield, D., Stalin y los verdugos, Traducción de Amado Diéguez Rodríguez y Miguel Martínez-Lage, Taurus, Madrid 2003.

-Saborido, J., La revolución rusa, Crónica del siglo XX, Universidad de Buenos Aires 2006.

-Trotsky, L. D., Mi vida. Memorias de un revolucionario permanente, Traducción de Wenceslao Roces, Debate, Barcelona 2006.

-Werth, N., «Un Estado contra su pueblo. Violencias, temores y represiones en la Unión Soviética», en El libro negro del comunismo, Traducción de César Vidal, Ediciones B, Barcelona 2010.

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